aunque al margen del calzado, la política y el parné, fe desde luego en otras cosas, el cálido abrazo de mi chica al anochecer, los reencuentros con algunos amigos, los preparativos de futuros viajes, la magia de los símbolos y del azar y, por supuesto, el salir a buscar setas por las praderas y bosques, que me libera de ataduras y me renueva y limpia por dentro... cada seta (en este caso, fresquísimas pie azul) una angustia menos, cada paso sobre el verde una catarsis, cada minuto bajo el sol de otoño una revelación, como una terapia, un bálsamo, una cura interior, así me sientan estos paseos al terminar la ruta, la lluvia amarilla cubriendo la tierra, el ocre intenso, los rincones sombríos, las encinas perennes, el musgo en las rocas y los halcones surcando el cielo... qué distinto y ajeno todo al extrañamiento de estas semanas pasadas en la carretera, las conversaciones tremendistas con los clientes, la preocupación por las ventas, las noches vacías, los amaneceres gristes de hotel y las interminables jornadas con los muestrarios a cuestas sobre el asfalto de la gran ciudad...
fin de la ruta
otoño en la tierra
crecen las setas
v
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