domingo, 30 de diciembre de 2012

LA FIESTA DE LOS MANIQUÍES


Es Nochevieja en la tierra. La gente llena calles y plazas, viene y va, hace sus últimas compras, prepara la cena, las uvas, el cava y el cotillón. Noche de encuentros familiares y amigos, de excesos y borracheras, de campanadas y villancicos, de hermanamiento y celebración. Aunque él está solo en su apartamento. Sin familiares, pareja ni nadie con quien poder brindar. Solo en la jungla de asfalto. Él solo con sus maniquíes. Desde que su mujer se fue de casa, son para él una obsesión. Siempre le han fascinado, sobre todo los de los años 60 y 70, estilo Mario Bava, de esos que a menudo aparecen en los giallos italianos que tanto le gustan, hieráticos, hipnóticos, inquietantes, lascivos. Logró hacerse con tres en un mercadillo, a precio de saldo, y desde entonces son su única compañía, tres hermosas modelos de labios voluptuosos y ojos penetrantes, sumisas y silenciosas, que comparten con él la soledad de su pequeño piso en la afueras. Las eligió, entre otras muchas, por el parecido con sus anteriores parejas, las tres mujeres que compartieron con él su apartamento y su vida y que, una tras otra, le abandonaron. Tres mujeres a las que aún desea y echa de menos, más que nunca esta noche, pero a las que jamás podrá perdonar. Una tras otra huyeron, se escaparon sin previo aviso, sin dejar una nota, sin darle una explicación, y él tuvo que renacer, una vez tras otra, de sus propias cenizas. Aunque las heridas todavía sangren y duelan. Más que nunca esta noche: Nochevieja en la tierra: noche de brindis y celebración. Sólo sus tres maniquíes, debidamente engalanados para la ocasión (pelucas y trajes de fiesta, zapatos altos, lencería y labios rojos), le han hecho compañía durante la cena, sentados en la mesa a su lado, observándole en silencio mientras comía. Musas y amantes inmóviles, mudas, cómplices de su soledad. Sólo ellos, los maniquíes, le han visto llorar esta noche (y tantas otras), recordar, maldecir, arrepentirse y desesperarse, y le han acompañado en la ceremonia de las uvas y las campanadas, que ha seguido con desgana por la televisión. Aunque esta noche es diferente a las otras. Antes de sentarse a la mesa, ha estado rescatando de cajones y armarios todas las cartas, fotos y recuerdos que aún conservaba de sus anteriores mujeres, apilándolos en la bañera del cuarto de baño, y ahora se dispone a rematar el ritual: despojarse de todo, prenderlo fuego y convertirlo en cenizas, para comenzar limpio el Año Nuevo. Los maniquíes le esperan resignados en el comedor mientras él rocía con gasolina el amasijo de objetos amontonados en la bañera, le prende fuego con una cerilla y observa cómo en pocos minutos lo consumen voraces las llamas. Luego regresa a su lado, se sienta con ellos y comienza compulsivamente a beber. Es parte de su plan de esta noche, olvidar y beber, beber hasta olvidar todo lo que le devora, el desamor, la nostalgia, el rencor contenido y el odio macerado por dentro, que necesita urgentemente expulsar. Trago a trago, el whisky va surtiendo efecto mientras en el exterior, incluso en el sórdido barrio que habita, se escucha el fragor de la fiesta y los villancicos, una letanía para gente honorable, hombres cuerdos acompañados por sus familiares, mujeres y amigos, amparados por un discreto estatus social. Y ya la vista comienza a nublársele, a hacerse borrosa, ya el alcohol está haciendo estragos en él, ya la razón le abandona y los rostros de sus parejas de antaño, reflejados en los maniquíes, parecen tornarse adustos y suplicantes. Pero él sigue bebiendo y bebiendo, no hay límite esta noche, ha de ser, piensa, una catarsis, una liberación. Hasta que poco a poco va deshinchándose, blasfemando, recriminándose palabras y actos, buscando excusas, reinterpretando los hechos, mortificándose e intentando no obstante olvidar, dar sentido a su ritual de limpieza, para ahuyentar esos fantasmas que a menudo le martirizan. Ha apagado las luces del comedor y todo está en penumbra. Sólo las sombras vacilantes que proyecta la llama encendida de una vela en la mesa, alrededor de los maniquíes, confiriéndoles una expresión extraña, como un hálito enfermo de vida. Ríe y llora y llora y ríe, alternativamente, y maldice borracho a sus viejas amantes, mientras prepara todo para el último acto del ritual. En sus manos, un pequeño fardo de trapo con forma improvisada de muñeco, al que ha anudado cabellos de sus anteriores mujeres, conservados desde hace tiempo para esta ocasión. Los que en su día, cuando vivían con él, tan frecuentemente encontraba en el suelo del cuarto de baño. Coloca el muñeco en el centro de la mesa, a luz de la vela, y lentamente va clavando en su cuerpo alfileres, uno tras otro y otro más, mientras pronuncia un singular conjuro: por cómo me engañaron, por cómo me abandonaron, por todo el mal que ellas me hicieron... hasta convertirlo en un acerico de cabezas brillantes de acero. Los maniquíes, entretanto, le observan hieráticos y silenciosos, con sus trajes de fiesta y sus uñas y labios pintados, testigos mudos de la profanación. Nunca antes le habían parecido tan siniestros e inquisidores, casi amenazantes a la luz trémula de la vela. Pero la dicha del crimen que acaba de cometer, metáfora de su liberación, unida al creciente delirio etílico, le sume en un ensueño profundo poblado de caras e imágenes distorsionadas, sombras esquivas, recuerdos hace tiempo olvidados, insultos y desagravios, traiciones y desengaños. Con la cabeza recostada sobre la mesa, rodeado de sus maniquíes en la penumbra del comedor, jadea y se estremece y se baba y ronca y susurra, lejos, muy lejos, desde el mundo vaporoso de las pesadillas, reviviendo dolorosos momentos, discusiones terribles, amenazas y secuencias insufribles de soledad. Hasta que la caricia de una mano helada en el hombro le rescata de su ensoñación. Los tres maniquíes, más parecidos que nunca a sus antiguas parejas, han cobrado vida, le rodean, sonríen y bailan, se abrazan y besan y se susurran algo al oído, lanzándole penetrantes miradas lascivas. Intenta reaccionar pero no puede, algo le impide moverse, pensar, racionalizar lo que está sucediendo, sólo se deja llevar. Las manos frías de los maniquíes recorren de arriba a abajo su cuerpo, manipulan su miembro, sus labios succionan aquí y allá, sus brazos le rodean, sus piernas se enredan entre las suyas, se funden con él, dentro de él, hasta hacerle explotar… Y después, dejándole tirado en el suelo, agotado y vencido, se incorporan y ríen histéricos, insultándole, humillándole y avergonzándole… Tú nos mataste, le gritan señalándole con el dedo, tú nos mataste y despedazaste, nos mataste por no quererte como tú querías que te quisiéramos y por eso vas a pagar... Uno de ellos saca de un bolso de su vestido un bisturí, los otros dos le sujetan los brazos, siguen riéndose, le amputan el pene y los testículos, los devoran, mastican, se besan, blasfeman, se embadurnan de sangre y aúllan como lobas en celo, ebrios de venganza y placer, hasta que los tres al unísono gritan: la cara, la cara, y el que porta el bisturí empieza con precisión de cirujano a seccionar la piel de su frente hacia un lado, lentamente, alrededor de la oreja, barbilla abajo y de nuevo hacia arriba hasta completar el círculo, para separar cuidadosamente a continuación la careta íntegra de su rostro y ponérsela a otro de sus compañeros. ¿Te gusta más así, le pregunta, a tu imagen y semejanza, te gusta más ahora, te gusta más así…? Y es entonces cuando, bañado en sudor frío, abre súbitamente los ojos, se incorpora y se da cuenta de que estaba soñando, observa a la luz de la vela casi extinguida a los maniquíes hieráticos, el muñeco acribillado de trapo, la botella de whisky vacía, y analiza horrorizado el sentido de su pesadilla, la oscura simbología que encierra, las claves que oculta, y siente destrozada por el alcohol su cabeza, acelerado su corazón, y va tambaleándose al servicio a lavarse la cara y ve los restos de ceniza en la bañera y se siente absurdo y ridículo y piensa que las cosas, cara al Año Nuevo, necesariamente han de cambiar, no puede seguir así, ya basta de remordimientos y soledad, de aislamiento e introversión, tiene que pedir ayuda, ir al médico, contarle sus fobias, salir de casa y, por qué no, buscarse otra chica, encontrar al fin su media naranja, olvidarse de su vida anterior y renacer una vez más, como lo ha hecho otras veces, de sus propias cenizas…


Vicente Muñoz Álvarez, de Una Navidad de Muerte (Origami, 2012).



COSECHA 2012

El ritmo continúa

DIMORFO


Extraña, muy extraña pero fascinante película, una joya escondida del cine español del pasado siglo, injustamente olvidada y prácticamente inencontrable en la actualidad (yo me hice con ella gracias a mi compi Diego López, de El buque maldito: thank you, bro).

Cine de autor en el sentido estricto del término (el director dirige, produce y protagoniza), con todos los pros y contras que ello implica, Dimorfo (1979), de Rodjara, es una oscurísima fantasía psicoanalítica, una fábula siniestra sobre el desdoblamiento de personalidad, el extrañamiento y la culpa, a caballo entre el cine  surrealista y el thriller, que por momentos recuerda a Pasolini, a las producciones de la Hammer o a los dramas rurales españoles de la Transición (con Furtivos, de José Luis Borau, como principal exponente).

Aunque todo ello con un particular sello propio, el de Rodjara (pseudónimo de Manuel Rodríguez), delirante, morboso y onírico, que convierte la película en una impagable pieza de culto.

Clasificada S en su día (por un par de secuencias violentas que no desvelaré), con una estética psicodélica impagable (Rodjara caracterizado al más puro estilo Music Machine) y un sorprendente final que da sentido a todo, Dimorfo es una rara avis del cine español, una tragedia griega lisérgica y enfebrecida que no dejará (para bien o para mal) indiferente a nadie.

La música, la fotografía, los diálogos (magníficos), el paisaje, los decorados, las interpretaciones, el guion, todo contribuye a crear una atmósfera desasosegante y malsana, una especie de realismo mágico ominoso y perturbador, absolutamente único en nuestro cine.

Intentad (no será fácil) haceros con ella y juzgad, después de videarla, vosotros mismos: hay disparidad total de opiniones.

v

Dimorfo (fragmento) in You Tube:

sábado, 29 de diciembre de 2012

ANIMALES PERDIDOS: Agradecimientos.

We´re on the road together

Y otros muchos que no están en la lista (por razones obvias de espacio), pero me acompañan frecuentemente en la ruta: DAVID GONZÁLEZ (Siempre Presente), Pablo Cerezal, Jorge M.Molinero, Luis Miguel Rabanal, José G.Cordonié, M.J.Romero, Mari Carmen Berardo, Yaiza Niños Robados, Ángel Fernández, Toño Morala, Santos M.Perandones, Javi Das, Antonio Huerta, Jorge Barco, Jorge Heras, Cristina Fanjul, Emilio López Castellanos, Virginia Jiménez, Alicia Elektra, David Vázquez Rufino, Mik Baro, Javier Esteban, Norberto Luis Romero, José Naveiras, Sonia San Román, 4 de agosto, 23 Pandoras, Juanjo Ramírez, Octavio Gómez Milián, Safrika, Vanity Dust, Ángel González, Voltios, Iñaki Echarte, Iñaki Estévez, Joaquín Piqueras, David Refoyo, David Mardaras, Lucas Rodríguez, Carla Badillo, Celia Novis, Carlos Antonio Suárez Marcos, Beatriz Marcos Oteruelo, Ricardo Moreno Mira, Ricard Millás, Escritores Sucios, Eloy Fernández Porta, Eloísa Otero, Ramón Luque Trillo, CCAN, Hijos de Satanás, etc etc etc... 

Gracias por Ser 
& Estar 

CANCIONES DE LA GRAN DERIVA según Felipe Zapico.


He leído de un tirón estas Canciones de la gran deriva que me había perdido en su primera aparición (estaba enfrascado en cosas estúpidas como tesis y esas tonterías).

Me ha dejado ese gusto a Vic que siempre me queda, esa especie de tendencia a la tristeza pero con esperanza de algo mejor por venir, pero al que debemos de hacer algo.

Una cosa: Vic sí que es un visionario y no los viejos esos del vídeo de marras. Vic no habla de esta crisis, manifiesta la crisis constante, perpetua, tanto la interior como la exterior. Anota desde su furgona, en la mesa de un café, en la calle o en un mercado cómo atraviesa la vida, su vida, nuestra vida, la vida de los otros, que se refleja en sus 24 maletas de ayer.

Los poemas inéditos que acompañan esta edición son tan actuales y afilados como los que escribió allá al final del otro siglo, y vemos que todo sigue igual de mal, siempre todo a peor... salvo el placer de leerte, querido amigo.

Por supuesto, si has llegado hasta aquí, te conmino a que busques la página de Origami y te pidas el libro.


Felipe Zapico Alonso, del blog Narciso el Valvulista.


Pedidos por correo


JULY: Dandelion Seeds.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

ANIMALES PERDIDOS: Prólogo.



De la penumbra a la luz 


Animales perdidos, el último poemario de Vicente Muñoz Álvarez, reconstruye una travesía vital y poética desde la oscuridad de los días amargos y las noches turbias de tristeza hasta las mañanas luminosas por el amor y la esperanza. Desde el atosigamiento de los infiernos interiores hasta el reencuentro con la vida plena y con la estabilidad anímica, pasando por ese desasosiego de quien está desorientado y ya no se ve capaz de encontrar de nuevo su lugar en el mundo.

En esta obra observamos paralelismos con una novela, pues a fin de cuentas nos narra una historia, con su planteamiento (Infierno), su nudo (Purgatorio) y su desenlace (Cielo). Que no se preocupe el lector: no estoy desvelando nada que no se intuya desde que abrimos el libro y leemos el título de esa primera parte. Donde hay Infierno, tarde o temprano (lo sabemos), habrá un Cielo. Se trata de los contrarios. Los contrarios, los opuestos, en realidad se necesitan para subsistir: no olvidemos la relación de necesidad entre el superhéroe y el villano, analizada por ejemplo en la película El protegido. Lo que debe interesarnos no es el qué, sino el cómo. Porque, en la poesía, no importan las revelaciones postreras, sino las formas. Importa el modo en que el autor lo cuenta. Nos importa el camino, y no tanto la meta. 

Animales perdidos entronca, en un principio, con la obra poética de Vicente Muñoz (Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas…) que ya conocemos, pues comparte algunos temas comunes (el vacío, la angustia bernhardiana, la soledad, la huida de los entornos humanos, el tiempo como trituradora que todo lo consume, el miedo…) que, esta vez, están potenciados porque V. les ha extraído aún más savia. Sin embargo, su progresión acaba siendo distinta en cuanto a las intenciones finales. Veamos por qué. 

En la primera parte encontramos a un poeta recién salido de una ruptura sentimental, tras una relación de varios años. De ella surge un hombre partido en pedazos, envuelto en una sensación continua de desamparo, que se siente exactamente como uno de esos animales vagabundos a los que, con suerte, alguien rescatará de la calle para amarlos (inolvidable el primer poema, que da título al libro, y donde hallamos ya esa soledad de quien ha perdido el rumbo, simbolizada aquí por ese perro enfermo al que una vecina acoge en su hogar). 

No eran buenos tiempos: es el verso que anuncia que la travesía comienza en un pozo. La quiebra amorosa desemboca en una etapa de sueños marchitos y desamor, de llanto por el pasado, por lo que hubo y no volverá. Por si eso no bastara, la ruta del calzado (el poeta como vendedor que intenta conciliar la vida solitaria en la carretera con la escritura de su obra en marcha, inmerso en un mundo despiadado de crisis, amargura y valores enfermos y en decadencia) acentúa esa vaciedad: 

La vida a los 40 años 
es el juguete roto 
del sueño en nuestras manos. 

En este Infierno sólo quedan apenas unas tablas a las que aferrarse para lograr la salvación: el poema como guía y refugio en el que cobijarse, las obras de otros autores que lo acompañan en su soledad e inspiran algunos de sus versos (Malcolm Lowry, Thomas Bernhard, David González, Pablo Casares, Philip K. Dick, Céline…) y, sobre todo, la palabra como símbolo de supervivencia; en este sentido, es magistral este recurso que evoca el submundo de criaturas abisales de William S. Burroughs: 

las palabras 
son semillas 
que germinan 
como flores 
carnívoras 
en el subconsciente 

No olvidemos que, en el altar donde Vicente coloca a sus héroes, ocupan un sitio de privilegio los autores de la generación beat: Kerouac, Ginsberg, Burroughs… De hecho, su rutina on the road como vendedor de zapatos alude a ese periplo viajero, a ese rumbo constante por carreteras y pueblos donde no faltan la soledad y la lluvia. Infierno no rehúye, tampoco, el amargor producido por las lacras y los temores actuales, síntomas modernos de nuestras vidas y de una sociedad enferma: véase el poema “Sujeto de experimentación”. Síntomas de un mundo en ruinas con los que el lector se siente identificado. 

En la segunda parte encontramos poemas casi siempre más breves que los del primer bloque, y caracterizados por la falta de título. En su germen habitan la extrañeza, esa (antes citada) huida de los entornos sociales, la búsqueda de un cobijo y el peregrinaje por un camino erizado de rosas y espinas. En Purgatorio hay menos poemas narrativos, a veces sólo una deriva que culmina en auténticos estallidos poéticos: 

los pájaros picoteando 
el suelo en la terraza 
la figurilla del lobo de mar 
fumando en pipa 
las flores del jarrón 
que se han secado 
el chasquido de la lluvia 
en la ventana 

Purgatorio ya anuncia, hacia el final, que va siendo hora de ver la luz y salir de esa penumbra que enlaza con el título de la bitácora que Vicente mantiene en la red: “Mi vida en la penumbra”. 

El lector, para entonces, está tan angustiado como el propio poeta. Necesita ese respiro, ese oxígeno, porque desde el inicio empatiza con el autor. Anhela su salvación. Desea que encuentre la paz de espíritu y establezca su hogar, su nido. 

La última parte, Cielo, abarca un resurgimiento, un encuentro, la entrada a un mundo donde cualquier cosa es posible, donde todo va bien y las sombras se van extinguiendo gracias (no podía ser de otro modo en un romántico como V.) a los ojos de una mujer, gracias a su compañía, que posibilita el sosiego: 

nuestro amor 
era un milagro 

Quizá Animales perdidos sea, de todos los poemarios del autor, el que prefiero. Es evidente que, a veces, necesitamos grandes y brutales dosis de fracaso, deriva y sufrimiento para hallar bienestar y una obra aún más madura. Por suerte o por desgracia, los fracasos vitales suelen desembocar en proyectos literarios más cerrados, con ese pulso narrativo de quien escapa de las tinieblas para afrontar lo que vendrá. Pero eso lo sabíamos: porque Vicente Muñoz Álvarez es de uno de esos hombres ya curtidos que, en la lucha, jamás se rinden.


José Ángel Barrueco, prólogo de Animales Perdidos (Baile del sol, 2012). 

POESÍA CECANERA & POETAS MISERABLES


Allí estaremos

El CCAN ya tiene nueva sede en León

Poetas leoneses y asturianos participan hoy en un recital

Castellanos /La Crónica de León

Un año después de abandonar su histórica sede de la Plaza Puerta Castillo, el CCAN parece que ya ha encontrado albergue definitivo para sus actividades: la calle San Guillermo, nº29. Es allí donde el club ha organizado una programación cultural específica para este tiempo navideño y que hoy se refugia en el universo de la poesía. 

Será a las 21 horas cuando se ponga en marcha lo que se ha acabado bautizando como ‘Poesía cecanera y timba poética’ y en la que intervendrá un puñado de poetas asturianos y leoneses. A la finalización del recital habrá una ‘pinchada’ de música.

A lo largo de toda la sesión se leerán poemas de los asturianos Sergio Gutiérrez Camblor, Alba Sekhmet y Pablo X. Suárez y de los leoneses Abel Aparicio, Violeta Serrano García, Rafa Saravia, Jorge Pascual, Alfredo López ‘Mine’, Toño Morala, Eloísa Otero, Vicente Muñoz Álvarez, Alfonso Xen Rabanal, Felipe Zapico y Luis Miguel Rabanal.

lunes, 24 de diciembre de 2012

CANCIONES DE LA GRAN DERIVA en LA REPÚBLICA CULTURAL


Se trata este libro de la reedición del primer poemario del leonés Vicente Muñoz Álvarez, publicada en 1999 por la colección Zigurat (del Ateneo Obrero de Gijón) en una edición de escasa distribución, al que se le han añadido otros treces poemas inéditos. Sin embargo, su vigencia, sorprendentemente, permanece intacta hoy día.

Las piezas que componen este volumen presentan una poesía narrativa, exenta de metáforas, que incluso reproduce diálogos, que también recoge enumeraciones descriptivas. Así, esta poesía aspira a ser cronista de lo apartado, de una vida gris, lejos del color rosa, dominada por la precariedad y la incertidumbre (“llamar a las cosas por su nombre / y dirigirse al pueblo / impedir que la poesía / se convierta en algo inútil”). Se basa en la dureza de la supervivencia (“tu única aspiración era soportar la vida”) en una sociedad alienada y alienante, absorbida por la rutina, la falta de imaginación y la incomunicación.

De ahí que resulte una “vida adulterada”, falsa, vacía. De todo ello, se desprende un hondo pesimismo, una desesperanza brutal, aunque, en algunas ocasiones, su escritura se esgrime como un intento de creación de un espacio de resistencia. De esta manera, Muñoz Álvarez realiza un retrato sociológico mediante una descripción de la sociedad urbana a partir de la observación del “yo” poético en su deambular o bien de la rememoración de experiencias, donde poseen un lugar destacado las noches y los bares y escenas de violencia.

Con esos materiales, Vicente Muñoz Álvarez lleva a cabo una lectura global de la existencia y de nuestro entorno; una interpretación completa del vivir en el presente. Poesía amarga para tiempos amargos.


Alberto García-Teresa, La República Cultural.


Pedidos por correo


GERARD DE NERVAL

domingo, 23 de diciembre de 2012

TRAS EL CRISTAL


25 años después de su polémico estreno, Tras el cristal (1987), la ópera prima de Agustí Villaronga, conserva intacto su malsano poder de seducción y sigue siendo una de las películas más truculentas y escatológicas del cine español del pasado siglo.

Nunca hasta entonces habíamos videado en nuestro país secuencias y escenas de semejante crudeza, ni una propuesta tan arriesgada y morbosa como la de Tras el cristal, que nos heló a todos la sangre en las venas.

A caballo entre el cine de denuncia social y el thriller de suspense y horror, la película de Villaronga aborda sin endulcorantes temas tan controvertidos como la pederastia, el infanticidio y el sadomasoquismo, introduciéndonos en una sórdida trama de abusos, venganzas y asesinatos magistralmente orquestados (el de Marisa Paredes, por ejemplo, de un esteticismo digno de Mario Bava o Dario Argento) que desembocan en un sorprendente final.

No apta ni mucho menos para todos los públicos (el que avisa no es traidor), Tras el cristal es, pese a su truculencia, un alegato contra los horrores del nazismo y las secuelas del maltrato infantil, y una de esas películas de culto que se clavan como un dardo envenenado en el corazón y nunca se olvidan.

v

Tras el cristal (completa) in You Tube:

viernes, 21 de diciembre de 2012

MI VIDA EN LA PENUMBRA: Lectura recomendada por Literatúrame.


Hay muchas razones para recomendar un libro de relatos tan intenso como Mi vida en la penumbra, de Vicente Muñoz Álvarez; las da el propio autor en la nota preliminar: “Sangre, sexo, ultraviolencia, drogas, alienación, amor y desamor y crueldad y ternura”. Son relatos nacidos sin duda de las vísceras, pero tamizados por la prosa elegante y exquisita de Muñoz Álvarez, aspecto este imprescindible para transformar un texto enérgico y vibrante en una obra literaria. Mi vida en la penumbra es una bajada a las estancias más oscuras de nosotros mismos, y por tanto a las más puramente humanas. O cuando el placer de la lectura se da la mano con el vértigo de mirarnos directamente a los ojos, sin falsas excusas ni medias verdades. Otra sincera recomendación para estas navidades.

Carlos Manzano


MORGEN: Purple.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

lunes, 17 de diciembre de 2012

ANIMALES PERDIDOS: Portada.


Tras una larga gestación y una prolongada espera, ahora sí, Animales perdidos, mi nuevo poemario, acaba de entrar definitivamente en imprenta y muy pronto llegará a las librerías de la mano de Baile del sol (una de las editoriales que ha apostado siempre por mí y con la que he publicado ya cinco títulos: gracias Ángeles/thank you Tito).

83 poemas inéditos, prólogo de José Ángel Barrueco, ilustraciones de Julia D.Velázquez y esta estupenda portada que os presento hoy en primicia es lo que contiene, en esencia, Animales perdidos.

Y también, el relato autobiográfico de cinco años de experiencias y sensaciones, de caminos y rutas, de penumbra e iluminación.

Seguiremos informando

LOS MOCKERS: Make up your mind.

domingo, 16 de diciembre de 2012

AL FINAL DE LA ESCALERA


Sin duda alguna, una de las mejores películas de terror de ayer y de hoy, desasosegante y malsana y por la que no parece haber pasado el tiempo.

Al final de la escalera (The Changeling, 1980), de Peter Medak, es un muy elegante y siniestro cuento de fantasmas moderno, a la vez que un análisis certero de la ambición y la soberbia humana, capaz de llegar a límites insospechados.

Aún recuerdo cómo se me erizó la piel la primera vez que la vi, hace aproximadamente tres décadas (en el ya desaparecido Cine Condado), y cómo se me paralizó el corazón con la escena de la pelota cayendo por las escaleras... Una de las secuencias más escalofriantes del cine de horror del pasado siglo, grabada a fuego en las retinas de varias generaciones.

George C.Scott, imponente, encarna el papel de un compositor traumatizado por la muerte de su mujer y su hija en un accidente de tráfico, y nos arrastra con mano trémula al fin de la cordura y la noche a través de una espeluznante trama de asesinatos e intrigas, venganzas y apariciones, involucrándonos de lleno en su macabra búsqueda hasta situarnos cara a cara frente al horror y la culpa.

Si aún no la habéis videado, preparaos para una estremecedora experiencia, y si lo habéis hecho ya, rescatadla de vuestra videoteca y volved a proyectarla alguna de estas gélidas noches de invierno con un carajillo bien caliente en las manos: congela la sangre en las venas.

v

Al final de la escalera (completa) in You Tube:

viernes, 14 de diciembre de 2012

GSÚS BONILLA & VICENTE MUÑOZ en el BELMONDO BAR


Vicente Muñoz y Gsús Bonilla; un ‘tête à tête’ poético en Belmondo

Los autores presentan esta tarde sus poemarios ‘Mi padre, el rey’ y ‘Canciones de la gran deriva’.

Diario de León 14/12/2012

El Belmondo acoge esta tarde la presentación de los poemarios de Vicente Muñoz Álvarez y Gsús Bonilla: Canciones de la gran deriva y Mi padre el rey, respectivamente.

Gsús Bonilla ha publicado los poemarios El Forro, Ovejas esquiladas que temblaban de frío, Menú del día... A día y ha coordinado el libro colectivo Al otro lado del espejo. En Mi Padre, el rey nos encontramos otra rosca de tornillo en lo que conforma a día de hoy su obra, sin abandonar su ideario, que le viene acompañando en su poesía, Gsús Bonilla ofrece al lector el resultado de una excavación. Escarba en lo más profundo de lo propio como un nuevo terreno para recuperar un tiempo perdido; encontrando, más allá de la piel, el tesoro negro de la memoria, otros sentimientos y la muerte con su desajuste emocional, en definitiva más injusticia pero con otros ropajes: La palabra como homenaje y tributo, un solo poema como manifestación del dolor. Mi Padre, el rey es, empezando por la izquierda, su cuarto cuaderno de poemas publicado; además de ser, la habitación que ha destinado para el aseo interior.

Por su parte, Vicente Muñoz Álvarez ha publicado poemarios: Canciones de la gran deriva, 38 Poemash, Privado, Estación del frío, Parnaso en llamas. Relatos y novela: Monstruos y Prodigios (Premio Letras Jóvenes Castilla- León, 1995), El pueblo oscuro, Perro de la lluvia, Los que vienen detrás, El merodeador, Marginales, Mi vida en la penumbra. Además, es el autor del ensayo: El tiempo de los asesinos, y de Cult Movies: Películas para llevarse al Infierno. Trece años después de su primera edición Editorial Origami, reedita una versión ampliada del poemario publicado por el Ateneo Obrero de Gijón en su colección Zigurat. Canciones de la gran deriva, un poemario que se anticipa a la crisis.

Lugar: bar Belmondo. Calle San Lorenzo, 1, León.

Hora: 21.00 horas.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

H.P.LOVECRAFT: Las Alimanañas Descarnadas de la Noche.

"Cuando tenía seis o siete años, solía sentirme constantemente atormentado por un extraño tipo de pesadilla intermitente en la que una especie de entidades (a las que yo llamaba Alimañas Descarnadas) solían agarrarme con los dientes por el estómago y llevarme a través de infinitas leguas de negrura por encima de torres de ciudades horribles y de muertos. Finalmente, me llevaban a un vacío gris donde podía ver los pináculos afilados de enormes montañas, millas más abajo."

H.P.L.

Antes de abordar la figura de Howard Phillips Lovecraft (Providence, 1890-1937), al menos en lo que a mí respecta, conviene resaltar algunos aspectos globales de su obra y de su peculiar técnica literaria: el lenguaje anacrónico y en exceso adjetivado de sus narraciones, la reiteración argumental de sus relatos, lo maniqueo y simplista de sus conclusiones y, en especial, la limitación de su producción escrita al ámbito exclusivo de lo fantástico y lo terrorífico, con todos los riesgos añadidos que ello implica.

Sin embargo, y pese a las citadas objeciones, la trascendencia posterior de sus Mitos y la renovación que para el género fantástico supusieron sus relatos, merecen, cuando menos, ser benévolo y condescendiente con su estilo.

Mi primer encuentro con Lovecraft tuvo lugar a los dieciséis años, época en la que nuestras clases de Literatura giraban en torno a la lectura de unos pretendidos clásicos con los que no teníamos ningún punto en común y a los que, por otra parte, no estábamos capacitados aún para asimilar ni comprender. Qué placer o enseñanza puede extraer un adolescente inquieto del Cantar del Mio Cid o de la poesía culterana de Góngora, es algo que aún hoy, desde mi papel modesto de escritor, sigo a menudo preguntándome. Siempre he defendido la opinión de que antes de estudiar Historia de la Literatura es necesario amar la Literatura, algo realmente difícil de lograr con las soporíferas lecturas que entonces nos eran impuestas.

Precisamente por eso, desde aquella posición de lector incipiente, descubrir a Lovecraft fue para mí una revelación y un desahogo. Me situó por primera vez frente a héroes de carne y hueso y me ayudó a potenciar mis propias fantasías, abriéndome un universo de lecturas que progresivamente, de forma escalonada, fueron enriqueciéndose.

Es evidente que, desde un punto de vista exclusivamente técnico, Lovecraft no fue un gran escritor. Pero tampoco es menos cierto que sus evocaciones oníricas y su portentosa imaginación suplieron esa carencia, situándole entre los más grandes del género.

Tal y como Dashiell Hammet revolucionó la novela policíaca de los años veinte del pasado siglo, Lovecraft renovó con sus Mitos de Cthulhu la herencia gótica y romántica de la literatura decimonónica, que hasta entonces se había nutrido de espectros encadenados y ruinas de castillos recortadas en la niebla. Fue él quien, inspirándose en Arthur Machen y Lord Dunsany (precursores inmediatos de los Mitos, junto a Algernon Blackwood, Hope Hodgson y Ambrose Bierce), introdujo en el género el concepto de Horror Cósmico, poblando sus relatos de entidades amorfas e inquietudes subconscientes del todo ajenas al tradicional cuento de horror.

En 1921, tras una serie de prosas de corte dunsanyano, Lovecraft publica en la revista Weird Tales el primer relato perteneciente al Ciclo de Cthulhu, La ciudad sin nombre, que sentó las bases de lo que posteriormente se convertiría en la última gran mitología del siglo XX.

Pero, ¿qué son, en esencia, los Mitos de Cthulhu? El propio Lovecraft apuntó al respecto: “Todos mis relatos, por muy distintos que sean entre sí, se basan en la idea de que antaño nuestro mundo fue poblado por otras razas que, por practicar la magia negra, perdieron sus conquistas y fueron expulsadas, pero viven aún en el exterior, dispuestas en todo momento a volver a la tierra.

Como en cualquier religión, se enfrentan en los Mitos dos tipos de fuerzas: las que representan el bien, encarnadas en los Dioses Arquetípicos, y las que representan el mal, encarnadas en los Primigenios, a cuyo frente está el siniestro Cthulhu.

Partiendo de este esquema, Lovecraft sitúa a sus personajes (héroes por lo general cultos y misántropos) frente a una serie de entidades híbridas que luchan por liberar a los Primigenios de los sellos místicos que, con anterioridad al hombre, les fueron impuestos.

Relatos como El ceremonial, La llamada de Cthulhu, La sombra sobre Insmouth o El ser en el umbral (para mí, uno de los mejores cuentos de horror del pasado siglo), recrean esa atmósfera de seres amorfos que ha poblado las pesadillas de varias generaciones, cimentando la narrativa de ciencia ficción de las últimas décadas.

Los que posteriormente vinieron a engrosar el llamado Círculo de Lovecraft, August Derleth, Robert Bloch (el célebre autor de Psicosis), Robert E. Howard (creador de Conan) y algunos otros, aportaron su granito de arena al ya nutrido panteón de deidades lovecraftianas, añadiendo asimismo un serie de libros pretendidamente auténticos que contienen referencias a los Mitos y refuerzan aún más su credibilidad: el Necronomicon, el Libro de Eibon, el Cultes des gules y De Vermis Mysteriis.

Aunque entretanto, al margen de la ficción, las cosas en la vida real no le iban demasiado bien a Lovecraft: dominado traumáticamente por su madre hasta los treinta años, fracasado en su matrimonio, considerado siempre un escritor menor, obsesionado por la higiene y la pureza de raza (sus relatos, en ocasiones, dejan entrever una ideología de corte fascista), frágil y enfermizo, acomplejado e insatisfecho… Sólo a partir de su muerte en 1937, August Derleth, su albacea literario, se encargó concienzudamente de sistematizar los Mitos, creando para ello la editorial Arkam House y rescatando así a su creador del anonimato.

Estudiar más en profundidad la figura de Lovecraft requeriría muchas más páginas de las que aquí acabo de esbozar. La mayor parte de su obra, agrupada en varios volúmenes, está publicada en España por Alianza Editorial, y a ella remito a los curiosos. Tan sólo dejar ahora constancia de mi particular deuda con él y recomendar fervientemente su lectura a los lectores ávidos emociones fuertes.

Larga vida a Cthulhu
& que Dios nos guarde de
Las Alimañas Descarnadas de la Noche.


Vicente Muñoz Álvarez


RAVI SHANKAR

martes, 11 de diciembre de 2012

COSECHA



cada vez más 

he de admitirlo 

incondicionales
muestras 
de apoyo 

después de 
tantos años 

sin subvenciones 
sin servidumbres 
sin ataduras 

por amor 
al arte 

libre 

los frutos 
de la literatura


Vicente Muñoz Álvarez

cover by Arcimboldo

lunes, 10 de diciembre de 2012

ENTREVISTA en DALE LA VUELTA A LEÓN


PERFILES DE LA NUEVA ESCENA CULTURAL LEONESA

Estamos de enhorabuena. Todos. Uno de los nombres más importantes de la cultura independiente leonesa, Vicente Muñoz Álvarez, está de estreno. En breve publica dos fantásticos poemarios que, seguro, darán que hablar, y no sólo en los círculos más literarios. Una reedición impecable de Canciones de la gran deriva (Editorial Origami, 2012) y un artefacto más inmediato que lleva por título Animales Perdidos (Baile del sol, 2012). Buena noticia, decimos, porque vuelve a demostrar la buena salud de las letras locales. No hay que olvidar que Vicente Muñoz es toda una referencia desde los oscuros años 90. Fue co-fundador del fanzine literario alternativo por excelencia, Vinalia Trippers, además de autor de multitud de obras fundamentales para comprender este nuevo milenio. Por citar sólo algunas: Perro de la lluvia (1997), El merodeador (2007), Mi vida en la penumbra (2008), así como coordinador de antologías de leyenda, Golpes (2004), Tripulantes (2007) o Resaca/Hankover (2008). Nos acercamos sin red a un autor prodigioso.


Prácticamente has hecho de todo en el terreno literario: has sido narrador, poeta, editor, antólogo… ¿Ser todoterreno es ya una necesidad de expresión personal o más bien adaptación a una cultura y sociedad que cambian constantemente? 

En parte ambas cosas: por un lado, es una forma de canalizar por distintas vías mi creatividad: me encuentro bien tanto escribiendo prosa como poesía, o editando a autores afines. Depende del impulso y la situación. Por otro lado, es cierto, cada proyecto pide un formato y una manera diferente de abordar la escritura. Lo bueno, en mi caso, es que como no vivo de la literatura me permito hacer lo que me pide el cuerpo en cada situación, sin estar mediatizado por nada. De ahí la versatilidad de mis proyectos. 

Todos los que hemos leído Canciones de la gran deriva (Origami, 2012) hemos sido conscientes de su inmensa capacidad visionaria, de adelantarse incluso a los hechos. ¿Crees que en ocasiones la literatura se anticipa a la realidad? 

Sí que lo creo. La Historia está llena de ejemplos, comenzando por los grandes autores de ciencia ficción, Julio Verne, Philip K.Dick o H.G.Wells, y continuando por poetas como Walt Whitman o los escritores de la Beat Generation. En mi caso, me sorprende comprobar que las cosas no han cambiado demasiado en esta última década: aunque agravados, los problemas de la sociedad son muy semejantes a los que yo describí en la época en que se publicó por primera vez este libro: el paro, la competencia en el trabajo, la crisis de valores y el extrañamiento en las sociedades capitalistas modernas. Releyendo el poemario me doy cuenta, por desgracia, de que seguimos en las mismas... 

Tu otro poemario, Animales perdidos (Baile del Sol, 2012), que está a punto de aparecer, ¿qué aspectos desarrolla, qué amplia respecto al resto de tu obra? 

Desarrolla, de fondo, los mismos aspectos que son constantes en toda mi obra, la soledad e inadaptación del individuo en esta sociedad y este tiempo, aunque cambia bastante el punto de vista. El libro parte de una ruptura sentimental y describe un hundimiento, pero también una catarsis y una iluminación. Y este último matiz optimista no es habitual en mi obra. 

¿Qué libro o libros recomendarías a un adolescente que quiere dar el salto a una literatura más madura? ¿Y cuál de tus propios libros recomendarías? 

Si sólo pudiera citar uno: Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline, para mí la mejor novela del siglo XX. Pero también cualquiera de Thomas Bernhard, por ejemplo, Raymond Carver, los autores de la Beat Generation, Henry Miller, etc. De entre los míos, creo que me quedo con El merodeador (Baile del sol, 2007), que es uno de los que mejor retrata mi mundo interior y, por extensión, la sociedad en la que vivo. Esa ha sido siempre mi premisa a la hora de escribir: partiendo de mi propia experiencia, retratar el mundo en que vivo.


Entrevista por Julio César Álvarez

BIGAS LUNA

domingo, 9 de diciembre de 2012

MANCHAS DE SANGRE EN UN COCHE NUEVO


Otra de las perlas ocultas del fantaterror español, inquietante y morbosa e injustamente olvidada, Manchas de sangre en un coche nuevo (1975), de Antonio Mercero (que ya había rodado por aquel entonces otra magnífica incursión en el género titulada La cabina), sigue vigente en su planteamiento a día de hoy y nos regala abundantes dosis de hemoglobina y espanto.

Un acaudalado empresario (José Luis López Vázquez) y su flamante coche nuevo, un trágico accidente en la carretera, una mujer caprichosa y autoritaria (Lucía Bosé) y una amante melosa y dispuesta (May Heatherly), son los pilares sobre los que Mercero erige este asfixiante thriller psicológico, cargado de simbolismo y  denuncia social, que para mí figura entre lo mejor de su filmografía.

Las interpretaciones de José Luis López Vázquez y Lucía Bosé son para quitarse el sombrero, el retrato de la España autoritaria y machista de aquel tiempo, paradigmático y clarividente, y la banda sonora de Teddy Bautista, la guinda añadida al pastel.

Una desasosegante metáfora sobre el remordimiento y la culpa que, como los vinos de las cepas más viejas, ha mejorado con el paso del tiempo y que bajo ningún concepto debería faltar en vuestra videoteca.

Felices pesadillas.

v

MI VIDA EN LA PENUMBRA

95.000 latidos

sábado, 8 de diciembre de 2012

MI VIDA EN LA PENUMBRA: Nota preliminar.


Los 20 relatos que integran Mi vida en la penumbra fueron publicados, en primitivas y diversas versiones, en el fanzine Vinalia Trippers y en los volúmenes Perro de la lluvia y otros cuentos (Iralka Editorial, 1997) y Los que vienen detrás y otros relatos (DVD ediciones, 2002. Ilustraciones de Miguel Martín) durante los años 1996 a 2002.

La presente antología incluye una selección de los cuentos más representativos de aquel período, reescritos especialmente para la ocasión y estructurados en un orden nuevo, y propone una lectura de los mismos sustancialmente distinta y, desde mi punto de vista, más homogénea.

Sangre, sexo, ultraviolencia, drogas, alienación, amor y desamor y crueldad y ternura (presentes siempre de algún modo en mi prosa), entre otras cosas, es lo que aquí y ahora, queridos drugos, os vais a encontrar.

Y la huella inconfundible del zine Vinalia Trippers.

Bienvenidos, pues, a esta penumbra.


Vicente Muñoz Álvarez


A la venta en eBook

jueves, 6 de diciembre de 2012

HELADA



extrañas tardes sombrías 
en las que asfixia lo irreparable
la certeza de que todos vamos a morir
el declive el desgaste la agonía
hagamos lo que hagamos
vivamos como vivamos
todos vamos a morir
los seres que amas 
lo que llevas por dentro 
convertido en cenizas
para qué la lucha la deriva 
para qué todo este esfuerzo
queman los minutos 
las horas pasan los días
los caminos que nunca tomaste 
las puertas que no abriste
lo que pudo o debió ser 
oprime la angustia 
se agita en el pecho 
frenético el corazón
circula acelerada 
la sangre en las venas 
y el invierno 
como una mortaja 
te hiela por dentro

la fiesta

piensas

ahora está

en otro lugar


Vicente Muñoz Álvarez