Un editor y cuatro escritores demuestran que aún hay espacio para la literatura, aunque sea minoritaria.
Cristina Fanjul. Diario de León, 25/11/2012.
La adquisición por parte de Random House —el grupo editorial líder de Bertelsmann— del 100% de las acciones de Random House Mondadori, su división editorial en España y América Latina, y la fusión entre Pearson y Bertelsmann ha puesto negro sobre blanco el hecho cierto de que la montaña de la crisis se escala mejor si cuentas con porteadores. Y es que la concentración empresarial permitirá compartir autores, pero también generar sinergias en departamentos como el almacenamiento, la distribución o la impresión, ahorrando costes y liderando el mercado de la edición electrónica
No son buenos tiempos para la lírica, tampoco para la narrativa o el ensayo, lo que mueve a generar nuevas maneras de acceder a la publicación y, por ende, a los lectores. El director de la editorial Calambur, Emilio Torné, destaca que la capacidad de difusión de una editorial se encuentra principalmente en las redes sociales. «Pero nuestro mejor marketing son nuestros lectores, el boca a boca, las presentaciones, los recitales…» Y es que el marketing presencial se ha convertido en una de las maneras con las que cuentan los ‘grandes desconocidos’ para hacerse con un hueco en el mercado.
Torné reconoce que en edición lo principal es nivelar la inversión con la recuperación. «Poco importa que sean inversiones millonarias o modestas. Se hunden castillos y flotan cáscaras de nueces. Con la poesía se puede vivir, claro que sí, aunque sea modestamente», explica. Destaca que una de las características de la poesía es que si eres cuidadoso y exigente, puedes desarrollar un catálogo de altura literaria con no demasiados recursos. «El nuestro es un proyecto cien por cien literario, con ‘sobrevivir’ nos basta». Un buen leit motiv, din duda, sobre todo en una época en la que los superventas se los llevan producciones centradas en la evasión y no tanto en la reflexión y formación de los lectores. «No hay grandes ventas, pero sí un grupo de seguidores fieles de lo que publicamos, así que todo el catálogo ayuda», precisa el editor, que subraya que hay autores que tiran del barco. «En nuestro caso baste citar a Juan Carlos Mestre y la amplia hermandad de lectores que tiene por toda España». No obstante, Calambur también bucea para encontrar nuevos talentos con los que ampliar el panorama literario, si bien, como destaca Torné, la dificultad no está en encontrarlos, sino en la «triste tarea» de decidir qué se edita y qué no. Como la prudencia manda, en poesía la tirada de salida ronda los 750 y los 1500 ejemplares. «Son tiradas cortas, en consonancia con la vida modesta de la que hablábamos», explica. Y añade que los nuevos sistemas han facilitado mucho la reimpresión, por lo que siempre se puede disponer de ejemplares si se necesitan.
La crisis también ha cambiado la relación de los escritores con su público, que han tenido que agudizar el ingenio para abrir nuevos canales de relación con los lectores. Autoedición, crowfunding, publicación en internet son algunos de los nuevos medios con los que los autores del siglo XXI acceden a la publicación de sus obras.
El pionero leonés en echar mano del crowfunding fue Yago Ferreiro, y lo hizo para sacar adelante la segunda edición de Poética para cosmonautas. La única condición que el escritor puso para la reedición fue que la licencia fuera creative commons, con el fin de que pudiera colgarse en internet y que todo aquel que quisiera pudiera acceder a la obra de manera gratuita. Así fue como se decantó por el crowfunding. En menos de 24 horas, un mecenas anónimo, Javier Pinto, puso sobre la mesa el dinero necesario para realizar una tirada de 500 ejemplares, en una edición preciosa realizada por Alberto R. Torices, en la que el diseño corrió a cargo de Alberto y Javier Arce y que fue prologado por Alberto Olmos y Agustín Fernandez Mallo. Yago Ferreiro asegura que recibió ofertas de sellos de poesía más o menos consolidados, que desestimó porque no accedieron a poner el libro con la licencia ‘cc’ menos restrictiva de todas.
En cualquier caso, Yago Ferreiro —que en estos momentos está ultimando la edición de su segunda obra— destaca que si bien su experiencia con el micromecenazgo ha sido positiva, no la considera una herramienta válida para el modelo literario. «Considero que funcionará con músicos y con cineastas a la perfección pero no con escritores de élite. El escritor, a pesar de lo que nos pueda parecer, no tiene una legión de fans esperando su nueva obra y sigue necesitando de un engorroso proceso de marketing para llegar a los lectores», asume. El escritor asegura que no conoce a ningún escritor profesional que considere el crowdfunding como una opción válida, como modelo de negocio, dado que en literatura aún sigue siendo un indicativo de calidad publicar en los sellos de referencia. «La autoedición, por muy válida y romántica que nos resulte, no deja de ser vista entre los profesionales como una opción para autores sin recursos. Coincido en esa visión dado que un autor no es un hombre orquesta y para sacar adelante un producto literario de calidad se necesitan figuras irremplazables como los editores, los correctores de pruebas, etc».
Por su parte, Álvaro Acebes confiesa que no tiene mucha experiencia con las editoriales, pero considera que hay editores comprometidos con el arte literario —«La labor de Carlos Barral en los años 60-70 fue inmensa», precisa—, y que no dudan en poner su dinero para ayudar a un autor joven y desconocido (caso de Eloy Tizón o Andrés Barba). «No olvidemos tampoco que una editorial es un negocio que mezcla en su catálogo la buena literatura que le dará beneficios con otra que solo es buena literatura y le da prestigio. En contadas ocasiones se da el milagro de que ambas cosas van unidas», asegura.
El jovencísimo autor leonés defiende que el trabajo de un escritor debe ser independiente a lo que opinen las modas o el mercado editorial. «Hay autores que trabajan codo con codo con sus editores, envían capítulos sueltos, corrigen diálogos, cambian personajes o montan escenas en colaboración con ellos. Yo pienso que una novela, un poemario o una compilación de cuentos son tarea única y personal del escritor», asevera. Y es que Acebes asegura desconfiar de aquellos libros nacidos al calor de la mercadotecnia y cree que la literatura ejerce un ejercicio radical de soledad y de disciplina. «La obra debe ser siempre independiente y auténtica. El único escalafón de un escritor es la calidad, algo que poco o nada tiene que ver con las ventas».
Un caso particular es el de Vicente Muñoz, que confiesa que los primeros intentos de publicar su obra fueron equivocados. «Pretendía acceder directamente y con mi primer libro a los grandes grupos editoriales y recibí varias cartas de rechazo de todos ellos. Pronto me di cuenta, en cambio, de que existían ya por aquellas, mediados de los noventa, muchos sellos pequeños e independientes que apostaban por la obra de los escritores noveles con tiradas pequeñas, de entre 200 a 500 ejemplares, y a ellos me dirigí», explica.
Fue así como encontró editores para sus primeros libros: El vendedor de pararrayos, Iralka, Ateneo Obrero de Gijón, etc, y desde entonces ha ido publicando sin demasiada dificultad su obra en pequeñas editoriales, hasta llegar casi a los veinte títulos. «Obviamente, no es lo mismo publicar en las grandes editoriales que hacerlo en las más modestas, pero el acceso a estas últimas es mucho más viable y sencillo, y mi pretensión, por encima de las ventas, es la de que la gente interesada en mi obra pueda acceder a ella», destaca. Sin ir más lejos, este mes han salido al mercado dos nuevos poemarios, ambos publicados por pequeños sellos, en concreto Baile del sol y Origami.
Pero es que, además, Vicente Muñoz se embarcó en el mundo de la edición, aplicando el mismo criterio que puso en marcha en su faceta como escritor. Su sello editorial, Vinalia Trippers, ha apostado siempre por escritores no mediáticos pero de valía, editando su obra en revistas y libros de pequeña tirada.
Rafael Saravia recuerda que la primera vez que consiguió publicar fue una sensación maravillosa. «Comencé con una editorial de ámbito nacional y la alegría por pertenecer a un catálogo al que pertenecían figuras como Vicente Nuñez, Alberti, Carvajal, Atencia, etc. fue muy estimulante». No obstante, reconoce que no es una tarea fácil. Por esa razón, él y el resto de integrantes de Leteo decidieron crear su propia editorial, para dar la posibilidad de publicar a literaturas diferentes y a jóvenes sin mucha obra. «Nosotros no necesitamos un curriculum del autor para publicarle, nos vale con que sus textos encajen dentro de nuestra manera de entender la literatura. Lamentablemente, por falta de fondos económicos, publicamos tan solo un libro de poesía y un libro de narrativa al año», indica Rafael Saravia. El poeta confiesa que durante estos años se han encontrado con libros maravillosos, con autores muy comprensivos que «saben lo difícil que es sacar un libro adelante y otros, tal vez ingénuos, que te hablaban de adelantos suculentos cuando jamás habían publicado ni en una revista». A pesar de que se trata de una editorial pequeña, con una distribución muy moderada, llegan varios manuscritos al mes, lo que demuestra, en palabras de Saravia, «lo complicado y frustrante que es hoy en día publicar un libro».
Premios, la otra modalidad
Con respecto a los premios literarios, Rafael Saravia considera que deberían ser algo diferente. «Nacieron como medio para dar la oportunidad de publicar y reconocer obras inéditas de autores inéditos. También para honrar la obra de autores totalmente consagrados. La realidad, lamentablemente, es otra», lamenta.
Y es que son muchos los que denuncian sotto voce que, por lo general, los premios no son tan limpios como debiera ser.
Vicente Muñoz confiesa que no cree mucho en los premios literarios. «Lo primero porque sé que la gran mayoría están amañados, y lo segundo porque los libros que se publican vía premios apenas tienen difusión y se quedan en los almacenes de las instituciones públicas, sin lectores ni destinatarios», subraya.
En parecidos términos habla Yago Ferreiro, que considera que para optar a un premio has de escribir bajo presión y haciendo florituras que puedan agradar a los jurados. «Entiendo que hay una literatura académica apta para ese tipo de premios, un tipo de escritor y un tipo de libro que, más allá de los posibles arreglos encubiertos que todos conocemos, están destinados a ser premiados», declara.
Y es que, ya lo dijo Fernando Arrabal en un tuit: «El premio a un escritor puede ser justo si el jurado se confunde»... y eso no suele pasar demasiado a menudo.
cuánta razón, y en un tuit.
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