De las nueve páginas que Nacho Escuín me dedica en su ensayo "AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS. La huella de los 90 en la cooltura contemporánea", que acaba de publicar la Universidad de León & Valladolid en su colección Frontera, estas líneas en concreto, por lo verídico y certero, me han llegado al alma...
domingo, 24 de abril de 2022
AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS. LA HUELLA DE LOS 90 EN LA COOLTURA CONTEMPORÁNEA
De las nueve páginas que Nacho Escuín me dedica en su ensayo "AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS. La huella de los 90 en la cooltura contemporánea", que acaba de publicar la Universidad de León & Valladolid en su colección Frontera, estas líneas en concreto, por lo verídico y certero, me han llegado al alma...
sábado, 23 de abril de 2022
PEPPERMINT FRAPPÉ
Siento una atracción especial por las películas de Saura de los años 60 y 70 (el resto me interesan más bien poco), La caza, Ana y los lobos, La prima Angélica, Cría Cuervos, Elisa, vida mía, o esta que ahora reseño, Peppermit Frappé, paradigmática de la doble moral española de aquel tiempo.
Después de la impactante La caza (también representativa, aunque de otro modo, de la brutalidad de la dictadura), Saura sorprendió con Peppermit Frappé, no menos crítica y asfixiante, pero con unas influencias distintas, más al estilo de Hitchcock (Vértigo, por el argumento) o Antonioni (Blow Up, por la estética), plagada de guiños surrealistas, hipnótica e introspectiva.
Las interpretaciones de José Luis López Vázquez, Alfredo Mayo y Geraldine Chaplin (adorable y etérea), los tambores de Calanda (homenaje a Buñuel) y el temazo de Los Canarios (contraste entre lo folclórico y lo pop, o lo que es lo mismo, entre la tradición y la modernidad), la cuidada fotografía y lo escabroso del argumento, hacen de esta película una rareza a tener muy en cuenta dentro del cine español de la época, que gustará especialmente a los nacidos en aquel período de transición y de cambio.
Vicente Muñoz Álvarez,
de Cult Movies 2: Películas para la Penumbra
(LcLibros, 2018)
jueves, 21 de abril de 2022
MIS PARTÍCULAS ELEMENTALES
la roca
frente a
las inclemencias
del tiempo
fuego lluvia
agua viento
se termina
por deshacer
y adónde
van sus partículas
esa energía
en qué
se transforma
Vicente Muñoz Álvarez
martes, 19 de abril de 2022
EL TIEMPO DE LOS ASESINOS: Fragmentos (7)
Cuando, después de la II Guerra Mundial, Henry Miller se instala con su esposa en Big Sur (California), toda una pléyade de escritores y outsiders comienzan a girar como satélites en torno suyo. Primero los poetas de la Beat Generation, los llamados hipsters, deslumbrados por el tono anárquico y exultante de sus obras, esa especie de aura mística y vital de sus novelas en la que ellos se identificaron plenamente. Y después, mediados los años sesenta, los viscerales hippies, que huidos de sus casas buscando una revelación, peregrinaron a Big Sur para conocer al gran gurú del sexo que era entonces Henry Miller. Unos y otros vieron en él a una especie de Mesías, un redentor que frente a la pesadilla tecnicista de Occidente propugnaba un retorno a la naturaleza y al amor libre en la línea de la más pura tradición anarquista americana iniciada por Thoreau y Whitman.
Por aquel entonces Miller rondaba los sesenta años, había publicado la mayor parte de su obra y conjurado las reticencias de la censura y de la crítica. Pero hasta llegar a esa iluminación tuvo que recorrer un largo camino, lo que él mismo llamó sus «ordalías», que fueron el sedimento de sus posteriores libros y que le situaron al borde mismo de la desesperación...
Vicente Muñoz Álvarez,
de El tiempo de los asesinos
(LcLibros, 2019)
Booktrailer
viernes, 15 de abril de 2022
SUPERHÉROES (Y la Transición)
Y estaban también, por supuesto, los superhéroes: Spiderman, los 4 Fantásticos (la Cosa, el Hombre elástico, la Mujer invisible y la Antorcha humana), Namor (con sus pequeñas alas en los pies), Estela Plateada, la Patrulla X, Hulk, Doctor Extraño, los Vengadores, el Hombre de Hierro, Dan Defensor, Conan, Thor, etc, etc... Ellos marcaron en mi memoria infantil, más que ninguna otra cosa, lo que los mayores llamaron la Transición, o dicho de otra manera: el puente entre la dictadura y la democracia... Hasta que murió el Innombrable: Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno y el Jabato (mi preferido), que mi padre me compraba religiosamente cada fin de semana, para incitarme a leer, en el quiosco de Santo Domingo... Y después, a partir de entonces (hablo de 1975), los superhéroes de la Marvel, algo ya muy distinto, outsiders, estigmatizados y malditos... Cuántas tardes y noches arrebatado con aquellos gruesos volúmenes entre las manos, soñando con ellos, salvando al mundo de amenazas y sortilegios, aprendiendo el sentido del honor y el dolor, de la venganza y la furia, de la ira y el miedo... Todos me gustaban, pero tres eran mis favoritos: Spiderman (Peter Parker), por ser tan cercano y sencillo, por su fantástico uniforme y sus superpoderes, y sobre todo por sus archienemigos, el Duendecillo verde, el Hombre de arena, el Doctor Octopus, Doctor Muerte o Kraken el cazador... Cómo se las hacían pasar al pobre Peter, humillado y golpeado y ninguneado (todo ello muy beat) y sin un céntimo en los bolsillos... Luego Estela Plateada, más solitario y melancólico que ninguno, surcando las corrientes cósmicas, navegando en su tabla por el universo como un arquetipo perfecto de la tristeza infinita... Y el más oscuro de todos: Doctor Extraño, defendiendo la galaxia de amenazas místicas, críptico e indescifrable en su Sanctum Sanctorum, para un niño, la verdad, poco accesible, pero por ello mismo más inquietante... Devoré cientos de aquellas historietas y creo que fueron ellos, los superhéroes, los causantes de mi pasión posterior por la lectura, diccionario en mano todo el día de aquí para allá, con la cabeza hirviendo de fantasías y pendiente siempre de augurios y símbolos... Me deshice desgraciadamente de ellos, de la colección completa, cuando comencé a hacerme rockero, hacia los dieciséis o diecisiete años, vendiéndolos a precio de saldo en el Rastro y comprando a cambio discos de la Movida... Cuántas veces me he arrepentido luego de ello...
Vicente Muñoz Álvarez,
de Regresiones
(Lupercalia, 2015)
lunes, 11 de abril de 2022
EL MERODEADOR: Fragmentos.
Me lo ha dicho al llegar a casa mi mujer, durante la comida, que han llamado de la Imprenta Alonso preguntando de qué color quería las tarjetas... Así sin más, sin otra explicación, eso me ha dicho... No he entendido nada, no sé a qué se refiere, ni siquiera sé qué Imprenta es esa... Llego agotado del periódico, desmotivado, y mi mujer me dice que han llamado de una Imprenta que no conozco preguntando el color de unas tarjetas... De nada ha servido insistir, pedir explicaciones, detalles, molestarme incluso: me ha contestado siempre lo mismo, que solo le han dicho eso, en la Imprenta, de qué color quería las tarjetas, y nada más, imaginó que yo estaría al tanto y quedó en comentármelo cuando llegara. En un margen del periódico, a lápiz, ha anotado el número de teléfono de la Imprenta para que llame y aclare el asunto, si quiero, y no hay más añadir, según ella eso es todo y se acabó... Le ha sentado mal mi curiosidad, mi preocupación, mi alarmante insistencia...
Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador
Tercera edición revisada, a la venta en LcLibros:
sábado, 9 de abril de 2022
MUSEO DEL HORROR
OTRA reliquia del cine de terror mexicano y una de las películas más sugerentes de Rafael Baledón (junto a El hombre y el monstruo), Museo del horror (1964) sintetiza muchas de las constantes del género y, pese a los estragos del tiempo, sigue conservando como pocas su mórbido encanto.
Con ecos de Los crímenes del museo de cera, de André De Toth, pero con muchos giros y variantes propias del cine mexicano de horror, Baledón recrea una atmósfera horripilante, sobre todo en las secuencias del cementerio, y nos sumerge, a lo largo de la hora y media que dura el metraje, en un universo de pesadilla donde no falta el suspense, la hemoglobina y buenas dosis de espanto.
Ingenua, no obstante, en su planteamiento, apresurada en su desarrollo y torpe en su desenlace, Museo del horror, sin embargo, transmite a la perfección el espíritu de la mejor literatura pulp y cine de serie B de la época.
Algunos, algunos días, agradecemos que existan estas películas.
Vicente Muñoz Álvarez,
de Cult Movies 2: Películas para la Penumbra
(LcLibros, 2018)
lunes, 4 de abril de 2022
BABILONIA ARDIENDO
y vueltas en la cama
pensando en cómo salir de esta crisis
para los que no lo sepáis, además de escribir, vendo zapatos, soy representante de calzado y la cosa, al menos en mi gremio, echa humo y está a punto de hundirse y arder... fábricas y tiendas que cierran, negativas continuas, jubilaciones anticipadas, traspasos, despidos e impagos... ser comercial en los tiempos que corren es poco menos que una quimera, una entelequia, pero aquí estoy, sustituyendo ordenador y pluma por duplicados y muestras, con el pelo rapado y el disfraz de hombre cuerdo preguntándome cuánto tiempo más podré resistir hasta que Babilonia definitivamente reviente... nuestro mundo se pierde, nuestro esquema naufraga, nuestros ingresos descienden, nuestra autoestima flaquea... es lo que nos ha tocado vivir, nuestro presente, el estado de bienestar, a lo que el capitalismo ha llegado... toda la noche dando vueltas y vueltas en la cama pensando en cómo salir de esta crisis y toca ahora ponerse el disfraz y la máscara y fingir que todo fluye y encaja, aunque ninguna pieza encuentre acomodo ni espacio dentro de mí...
pienso en quemarlo todo
en desaparecer
en marcharme a la India
en emigrar
¿dónde está el camino de baldosas amarillas?
Vicente Muñoz Álvarez,
de Días ruta
(LcLibros, 2021)
domingo, 3 de abril de 2022
SAINT MAUD
De cómo el fanatismo religioso, mal digerido, puede resultar perjudicial y dañino, y de las terribles consecuencias que puede traer, da cuenta la historia de la humanidad y los millones de cadáveres que abonan la tierra que a diario pisamos.
No solo el sueño de la razón produce monstruos, el de la religión también, habría que añadir, y a menudo mucho más tenebrosos.
Sobre esa premisa, y los arrebatos del misticismo y la penitencia, la redención y la santidad, construye la directora británica Rose Glass Saint Maud (2019), su debut cinematográfico, un elegante y turbador thriller psicológico, que con un ritmo lento y pausado, tomándose su tiempo para perfilar bien la historia y los personajes, nos arrastra sin apenas estridencia a las puertas del mismísimo infierno.
Interpretaciones magníficas de Morfydd Clark y Jennifer Ehle, enfrentadas en un duelo memorable, estupenda fotografía y ambientación, y un final que no te quitarás en mucho tiempo de la cabeza.
Una directora a tener en lo sucesivo en cuenta.
Vicente Muñoz Álvarez
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