miércoles 16 de octubre de 2024,
Cuando parece que resulta imposible realizar un libro sobre cine original por innovador, que no trate una vez más las películas que ya conocemos desde perspectivas manidas o con conceptos ya aportados —en mi propia experiencia al escribir el libro De la llegada en tren a la salida en caravana: 126 hitos de la historia del cine (1895-2021) tuve que enfrentarme a ello—, llega un deslumbrante libro pleno de “sangre fresca” —nunca mejor dicho—. Nos estamos refiriendo a Películas que erizan la piel, de Vicente Muñoz Álvarez, publicado este mismo mes por la editorial Underdog Ventures. Impulsado por Javier Campelo y Jorge González del Pozo, el recién nacido sello pretende, como el contenido del volumen, amparar títulos literarios que por su contenido no suelen encajar en los cánones establecidos. El propio logotipo, con esa apariencia de entrada cinematográfica, refiere precisamente a su originalidad y naturaleza cinematográfica. No obstante, en la editorial caben otros ámbitos además del fílmico, como la música o el arte. El nombre de “underdog” —según los propios editores— “lo dice todo”, siendo “el perro que en una pelea no tiene muchas posibilidades de imponerse en nada”; por su parte, “Ventures” alude a lo “arriesgado de la empresa”. Campelo y González fundan esta empresa tras el éxito de Editorial Páramo. Ahora, Underdog Ventures se inaugura con la reedición “ampliada y remozada” de este genuino libro de Muñoz Álvarez, que vio la luz por primera vez en Canalla ediciones hace cinco años.
Además de ser, más que un cinéfilo, un “cinéfago” —palabra que él mismo emplea—, Muñoz Álvarez es también poeta —al igual que este servidor—, y eso se nota en su forma de encajar la escritura, haciéndola personal, de una particular estética y, sobre todo, profundamente sincera. Pasión y poesía se encuentran entreveradas, logrando un producto único en su especie, donde se nos habla “del tú a tú” pero sin perder por ello el rigor y los niveles de criterio crítico que una obra de estas características precisa.
Con todo, no se trata del primer libro cinematográfico emprendido por Muñoz Álvarez, pues previamente había brindado a los lectores Cult movies. Películas para llevarse al infierno (Eutelequia, 2011 y LcLibros, 2018) y Cult movies. Películas para la penumbra (Excodra, 2015 y Literaturas Com Libros, 2018). Guarda este tercer ejemplo de su literatura sobre séptimo arte un denominador común con los anteriores que fácilmente podemos percibir ya desde sus títulos: la selección de trabajos que pueden considerarse “raras avis” por tratarse de films de culto; considerada por el propio escritor una de sus “grandes pasiones”, de este género continúa dando cuenta en su descripción desde el prólogo: “filmes que, por uno u otro motivo, a lo largo del tiempo más me habían impactado”. Aquí establece una apreciación clave, pues no se trata de “las mejores” películas “de la historia del cine” —esas “las conoce ya todo el mundo y no hace falta recomendarlas”). La intención del autor es, “por el contrario, descubrir otro tipo de cine, de culto, independiente, marginal, subterráneo, de serie B o como se le quiera llamar, menos conocido y que merece la pena reivindicar”.
Se trata, por tanto, de un libro inédito en su propuesta y en sus títulos elegidos, en su enfoque en la elección de películas a analizar y en el tipo de análisis. En ocasiones, existirá una delgada línea roja entre la obra maestra o el “bodrio indigesto” —como explica Muñoz, corresponderá al espectador juzgarlo, no siendo siempre fácil—. El cine de autor se mezclará con un cine más comercial, el erotismo con el gore, el drama con la comedia —negra, mayormente—, el simbolismo con lo explícito, lo fantástico con lo realista. Eso sí, todo ello tendrá como denominador común una temática fuera de lo cotidiano, a camino entre el misterio, el suspense, el thriller o el terror: “Al infierno […] se puede descender […] por muchos y muy diversos caminos. Esta guía de películas está especializada en indicaros algunos, o en balizar al menos ciertas trampillas de acceso”, dirá al inicio de uno de los textos.
Aquí cabrán todas las épocas —del cine mudo a la actualidad—, si bien el autor confiesa su predilección por el cine de culto anclado en las décadas de los 60 y 70. De ello da cuenta la portada, plena de gritos femeninos en unos colores pop warholianos. Existirán también cineastas que se repitan en sucesivas ocasiones, siendo predilectos de Muñoz —casos como los de David Cronenberg, Roman Polanski, Mario Bava, José Ramón Larraz o Bigas Luna—. No renuncia en la elección de títulos que “videar” —término casi perdido en las nuevas generaciones y empleado con soltura y gracia por el escritor— a cineastas y títulos emblemáticos como Freaks de (Tod Browning, 1932), Vértigo o Psicosis de Alfred Hitchcock (1958 y 1960), ¿Qué fue de Baby Jane? de Robert Aldrich (1962), Furtivos de José Luis Borau (1975) o El resplandor de Stanley Kubrick (1980). Ofrece a su vez la oportunidad de redescubrir panoramas perdidos, como el cine de terror mexicano —con Rafael Baledón a la cabeza—; también otros que parecen actualmente vivir una resurrección —aunque aún quede mucho por hacer—, como es el caso del cine español de fantasía y terror o “fantaterror —autores olvidados como Pedro de Liza (Bohemia perdida, 1967), Raúl Artigot (El monte de las brujas, 1972), Claudio Guerín (La campana del infierno, 1973), Miguel Madrid (El asesino de muñecas, 1975) o Carlos Puerto (Escalofrío, 1978)—.
Habrá filmes que serán prácticamente inencontrables para ser visionados, y esto será tal vez lo más penoso para el lector, pues Muñoz consigue despertarnos el apetito hacia algo casi imposible de visionar —y se entiende en parte, pues más que una guía “Michelin” (para que quien la lea pueda degustar a posteriori los platos que en ella aparecen) se trata de una auténtica reivindicación enciclopédica de determinados films, corroborando que existieron y demostrando su valor—. El ejemplo más claro lo encontramos en Tumba de Luismi García (1977), única reseña a la que el autor dedica más de una página por el contenido sentimental que encierra —pudo ver el film en casa del cineasta en super 8, tiempo antes de que García muriese en un accidente de tráfico “y su película, por desgracia, se debió perder con él para siempre”. Por ello dirá: “Esta sí que es una película maldita y de culto, aunque me temo que imposible de localizar… […] Ojalá algún día alguien la encuentre, si es que aún queda alguna copia, porque helaba como pocas la sangre en las venas…” Otro ejemplo no menos ilustrativo por su casi imposibilidad de poder ser revisitado, será Dimorfo (de Manuel Rodríguez, alias “Rodjara”, 1979): “Extraña, muy extraña pero fascinante película, injustamente olvidada y prácticamente inencontrable en la actualidad”.
Ese es el milagro de este libro: la posibilidad de rescatar del universo cinematográfico lo que ni se sospechaba que existía. “Que uno, después de décadas de cinefilia obsesiva, descubra todavía maravillas de las que nunca había oído hablar”. Queda, por tanto, “seguir buscando tesoros (aunque para encontrarlos, haya que remover mucho en el fango)”. Ese es el valor y el mérito de Muñoz Álvarez, su ilusión y paciencia para recuperar, como el Indiana Jones de las reliquias fílmicas, auténticas maravillas que siempre debieron permanecer en la luz… a pesar de existir por sus propias tinieblas.
Javier Mateo Hidaldo, en el Imparcial.