Este es el título de la antología que Sonia San Román ha coordinado y publicado en la colección Planeta Clandestino, de Ediciones del 4 de agosto, para homenajear el centenario de la muerte de Bram Stoker.
Una selección de poemas dedicados al padre de todos los vampiros, el inmortal Drácula, en la que he participado con un poema titulado Déjame entrar.
Esta es la nómina de autores:
Antonio Alfaro, Adriana Bañares, Luis Bagué Quílez, Mar Benegas, Carlos Cabezón, Enrique Cabezón (Kb), Agustín Calvo Galán, Carmen Camacho, Sofía Castañón, Luis Alberto de Cuenca, Joaquín Juan Penalva, Txus García, Octavio Gómez Milián, Nerea Ferrez, Raquel Lanseros, Iván Mariscal, Maria José Marrodán, Iván Mendoza, Vicente Muñoz Álvarez, Ana Pérez Cañamares, Adrián Pérez Castillo, José Luis Pérez Pastor, Joaquín Piqueras, Lucas Rodríguez, Almudena Vidorreta. Ilustración interior: Aitor Lafuente Benejam.
Esta, la ficha técnica del libro:
Strigoi. 25 poemas vampíricos. Un homenaje a Bram Stoker. Ediciones del 4 de agosto, 2012.
Selección y nota: Sonia San Román.
Y esto, lo que Sonia nos cuenta al respecto:
Nací a mediados de los setenta, por lo que la mayor parte de los programas de mi primera infancia fueron regulados por la censura de los rombos y por el dedo índice de mi madre indicando que había que irse a la cama.
Los rombos no sólo estigmatizaban películas con contenido de tipo erótico sino también otras mucho más interesantes y atractivas para los ojos de una niña fantasiosa: las de terror
Pero hubo un programa emitido en 1984 que consiguió burlar a la temible censura rombística: Mazapán.
Bajo el ingenuo celofán infantil con el que Teresa Rabal y Torrebruno envolvían la programación de la época se escondía un espacio para las mañanas de aquellas navidades que intercalaba actuaciones musicales con películas y dibujos animados.
La mentalidad del momento (pongo en duda que la actual haya cambiado tanto) confiaba plenamente en que el contenido de los dibujos animados, sólo por el hecho de serlo, ya era adecuado para el público infantil. Y entre los tigres y los leones de Torrebruno y el veo-veo de Teresa Rabal se les coló un largo animado japonés basado en los cómics de Marvel “La tumba de Drácula” que contemplé con la fascinación y el terror de mis tiernos ojos de niña de ocho años.
Ese fue mi primer vampiro, el que me infectó y el que me llevó a desobedecer a mi madre y a fingir estar en la cama mientras espiaba por la rendija de la puerta paralizada y con absoluta fascinación a los vampiros de El misterio de Salem’s Lot flotando al otro lado de la pantalla.
Luego vinieron las películas de Christopher Lee, el Nosferatu de Murnau, el baile de los vampiros de Polanski o el vampiro que sorbía el texto de los libros en El planeta imaginario.
Pero llegó el momento de poner orden al caos, de buscar la fuente, de localizar el origen del vampiro primigenio, al padre de todos los no muertos, al hijo del dragón: a Drácula.
Así cayó en mis manos por primera vez una edición de Anaya de la colección Tus libros destinada al público adolescente que me mostró al personaje en todo su esplendor a través de una novela-collage formada por grabaciones de fonógrafo, por telegramas, por recortes de periódico y por diarios personales.
Y de ahí al cine nuevamente: El Ansia con David Bowie, Bram Stoker’s Dracula de F.F. Coppola, Déjame entrar de Tomas Alfredson, y un larguísimo etc.
Como explico en el prólogo de Strigoi, 25 poemas vampíricos, el 20 de abril de 1912, a la edad de 64 años, Bram Stoker murió a consecuencia de la sífilis en el cuarto de una pensión londinense.
Hay quien cuenta que la muerte le llegó mientras señalaba aterrorizado una pared gritando strigoi, strigoi, una palabra rumana que hace referencia a las almas en pena que salen de sus tumbas para atemorizar a los vivos.
Puede que otros lo hicieran antes que él, puede que otros lo hayan hecho después, pero lo que es cierto es que Stoker fue quien propinó el primer mordisco que contagió de vampirismo a nuestra memoria colectiva.
Esta antología no es sino una reunión de poetas dispuestos a reavivar el mito del vampiro con la excusa del 100º aniversario de Stoker.
Estos versos pretenden desclavar la estaca del corazón al vampiro que descansa en nuestra imaginación. Ése que recordamos más vivamente gracias a los libros, al cine, a la pintura o, desgraciadamente, a las noticias.
Este libro se presenta fragmentado, individual y coral a un tiempo, como el propio Drácula de Stoker: plagado de cartas, recortes de periódicos y diarios personales que fueron capaces de construir uno de los personajes más míticos de la historia de la Literatura.
Un siglo después, Ediciones de 4 de agosto homenajea y recuerda a Stoker a través de las magníficas aportaciones de los autores que aparecen a continuación.
Una antología vampírica que surgió con nocturnidad y con respeto hacia el padre de un vampiro cuya sombra se prolonga y propaga en el tiempo.
Déjense, por tanto, contagiar por estos poetas noctámbulos, mitómanos, cinéfilos, sangrantes, observadores de la vida y de la no-muerte, arraigados a la tierra y al asfalto e inmunes al ajo y a las cruces.
2012 (año del Dragón)
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