cómo me enerva y debilita el alma y el cuerpo este delirante mundo podrido, la debacle, el egoísmo, la hipocresía, la mentira, la sinrazón, los políticos, los bancos, los jueces, los ejércitos, los papas, los periódicos, la policía, la caja tonta, las noticias, la caída de la bolsa, del sistema, del estado de bienestar, de la civilización, del imperio...
menos mal que tengo mi lugar de poder (según Castaneda), mi jardín interior, donde cada planta fluye pausadamente con la tierra y el tiempo, tomates, cebollas, ajos, cilantro, romero, higos, ciruelas, pepinos, calabacines, pimientos, guindillas, puerros... donde la lectura se convierte en meditación (ah, qué maravilla El tiempo del hombre muerto, de mi hermano Xen Rabanal, el manual definitivo de supervivencia para el nuevo milenio) y ejercito pacientemente el arte no remunerado de la ensoñación...
dicen que algunos emperadores romanos, cuando se retiraban, se dedicaban a la horticultura en sus jardines y huertos... y aunque yo no soy ni quiero ser emperador de nada ni nadie, ni siquiera de mí mismo, y por supuesto no estoy retirado, tengo un minúsculo espacio sin leyes donde, como diría el Des Esseintes de Huysmans, refugiarme del incesante diluvio de la tontería humana...
mientras en el exterior
babilonia naufraga
por un puñado de euros
v
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