Siento una fascinación especial por las películas de Carlos Saura de los años 60 y 70 (el resto me interesan más bien poco), La caza, La madriguera, Ana y los lobos, Cría Cuervos, Elisa, vida mía, o esta que ahora reseño, Peppermit Frappé (1967), paradigmática de la doble moral española, hipócrita y morbosa, de aquel período final del régimen franquista.
Después de la impactante y ultraviolenta La caza, (también representativa, aunque de otro modo, de la brutalidad y represión de la dictadura), Saura sorprendió con Peppermit Frappé, no menos crítica ni asfixiante pero con unas influencias muy distintas, más al estilo Hitchcock (Vértigo, por el argumento) o Antonioni (Blow Up, por la estética), plagada de guiños surrealistas y psicoanalíticos (no en vano está dedicada expresamente a Buñuel), elegante, hipnótica e introspectiva.
Las interpretaciones magníficas de José Luis López Vázquez, Alfredo Mayo y Geraldine Chaplin (adorable y etérea), los tambores de Calanda (homenaje a Buñuel) y el temazo de Los Canarios (contraste magistral entre lo folclórico y lo pop, o lo que es lo mismo, entre la tradición y la modernidad), la cuidada fotografía y puesta en escena y lo escabroso del argumento, hacen de esta película una rara avis a tener muy en cuenta dentro del cine español de la época, que gustará especialmente a los nacidos en aquel período de transición y de cambio y a los amantes del cine de autor.
Que ustedes la disfruten.
Vicente Muñoz Álvarez
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