los he adorado siempre, a los perros, desde mi más temprana infancia, a los de mis amigos y parejas y hermana, aunque hasta que tuve mi propia casa no pude tener el mío... imposible, pese a mis (muy) insistentes súplicas, convencer a mi madre de tener uno en el piso, teniendo que conformarme con terrarios (de tritones y salamandras) y docenas de acuarios (de peces, algunas veces, pero sobre todo de tortugas y galápagos, y hasta de culebras de agua y monos marinos), y suspirando siempre por hacerme con uno... y mira que a mi padre también le gustaban y que, para satisfacerme, lo intentó un par de veces... sendos diminutos cachorros (uno de ellos, Chuski, lo trajo en una caja de galletas Fontaneda, de tan pequeño que era), pero mi madre inflexible en sus trece, que no, que nada de eso, que no quería perros en casa, hasta obligarle a deshacerse de ellos, con mi consiguiente e inconsolable disgusto... aún así, pasaron muchos perros por mi vida, de familiares, compañeras y amigos: Haddok, Edgar y Kora (collies los tres), Sánchez (un mastín), Harry (un bóxer), Lolo (un pastor alemán), Timba (un gran danés), Bagús (un akita inu), etc, etc... con ellos de prestado me iba al monte de ruta o daba largos paseos por la Candamia y los extrarradios, suspirando por el día en que al fin pudiera tener el mío propio... y fue eso exactamente lo primero que hice cuando me independicé: comprarme un cachorro de gos d'atura, raza por la que he sentido siempre una devoción especial, una preciosa hembra llamada Mona, y con ella dos perros perdidos, Piri (un foxterrier) y Felipe (un podenco ibicenco), y ya luego Paco, de su primera camada, y después Wendy, de la segunda, que todavía hoy (ahora mismo roncando a mis pies) me acompaña... perros fieles, inteligentes, valientes, amigos, perros pastores y cazadores (pero siempre de cuatro patas, nunca de presa)...
suyo será
el reino de los cielos
Vicente Muñoz Álvarez
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