una puerta chirriante abriéndose lentamente en la oscuridad... dos rombos en la pantalla... una luz espectral al otro lado... los créditos de Narciso Ibáñez Serrador presenta Historias para no dormir con redoble de tambores... y aquel espeluznante grito... a cuántos millones de españoles a finales de los 60 y principios de los 70 puso los pelos de punta aquella serie y, muy en especial, aterrorizó aquel escalofriante grito... a mí, por aquel entonces un niño, más que a ningún otro, hasta el punto de reproducirlo idéntico, según aseguran mis padres y hermana, durante años en mis pesadillas... jamás recordaba nada al despertar, ni los sueños ni el grito, pero decían que era clavado al de Historias para no dormir, espeluznante y aterrador... y allí estaban una y otra vez mis sufridos padres, a las tantas de la mañana amedrentados por mi grito (solamente uno, decían, pero agónico y prolongado) a la puerta de mi habitación, para comprobar que seguía durmiendo plácidamente en la cama... debieron ser, imagino, aquellas tremendas historias de Narciso Ibáñez Serrador las causantes, muchas inspiradas en relatos de Poe, y sobre todo los créditos de la serie, la puerta chirriante, los dos imponentes rombos (infalible reclamo en tiempos del Innombrable), los redobles de tambores y aquel escalofriante grito, que se clavó como un dardo envenenado en mi subconsciente... La espera, El tonel, La pesadilla, La zarpa, La promesa, La casa, El regreso... recuerdo con pavor aquellos cortometrajes en blanco y negro, siniestros como una noche sin luna, oscuros como aquella dictadura que agonizaba, para un niño melancólico e impresionable como yo, abono asegurado para sus pesadillas... me hipnotizaban aquellas historias de fantasmas y aparecidos, de brujas y de videntes, de corazones delatores, gatos negros y garras asesinas, con los ojos como platos clavados a la pantalla del televisor a los ocho o nueve años, fascinado por el género y volviendo locos a todos en casa con aquellos dichosos gritos... hasta llegar a un punto en que mis padres me prohibieron durante una temporada ver aquella serie y leer mis adorados cómics de terror, Vampus, SOS, Rufus, Dossier Negro, Espectro, etc, para intentar, cortando por lo sano, solucionar el problema... y sí, al parecer cesaron con el tiempo los gritos (no sé cómo ni cuándo ni por qué), pero la semilla (negra) de aquel programa, Historias para no dormir, y de aquellas lecturas germinó para siempre en mi mente de niño, convirtiéndome en lo que ahora soy, un friki del cine y la literatura de horror y un escribano temeroso de mis pesadillas...
Vicente Muñoz Ávarez
Ya me imagino lo que supondría en aquel entonces para un niño ver esta serie, que hoy en día no nos asustaría tanto, acostumbraos a ver de todo, pero aun así siguen provocando inquietud, no por lo que se muestra, ya que los medios no permitían mostrar mucho, sino precisamente por lo que se sugería gracias a esa ambientación que Chicho creaba a la perfeción, nos asustaba lo que no vemos. Yo recuerdo de pequeño oir a mi madre decir lo que le habían asustado de pequeñas capítulos como "la zarpa" o "El regreso" (aunque ella no recordaba los títulos pero si el argumento) y verlas años después, ya siendo mayor, pude retroceder en el tiempo y sentir que era uno de aquellos niños de los años 60 viendo en la oscuridad de sus hogares esa puerta que se abría para dejar entrar durante unos minutos las más truculentas y sombrías Historias para dejar de dormir.
ResponderEliminartal cual lo imaginas y cuentas...
ResponderEliminarsalud
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