Absolutamente delirante y moderna, desconcertante y marciana, alucinada y provocadora, Titane (2021), de Julia Ducournau, es una de esas películas que uno no sabe muy bien, tras su visionado, cómo calificar ni encajar, en qué nivel o género, ni siquiera si la ha entendido y le ha gustado o no, pero sí que acaba de ver algo totalmente distinto y transgresor, otra forma de interpretar y hacer cine, lo cual no es decir poco en estos tiempos de remakes y plagios que corren.
Con guiños al mejor Cronenberg (Rabia, Crash, Cromosoma 3) y la Nueva Carne, quizá su más reconocible influencia, una puesta en escena para quitarse el sombrero y constantes giros argumentales que desubican al espectador, Titane nos sumerge en un universo retorcido y malsano, onírico y perturbador, entre el horror genético y la pesadilla lisérgica, que transporta a inquietantes realidades paralelas y descoloca por completo las neuronas y el corazón.
Si ya con su truculento debut, Crudo (2016), Ducournau sorprendió al público y la crítica por su visceral y sanguinaria propuesta, con Titane se ha ganado un puesto de honor en la historia del cine bizarro.
Obra maestra o bodrio indigesto, como diría el maestro Castaneda, según qué punto de encaje: la polémica está servida.
Vicente Muñoz Álvarez
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