NO debería tomar más peyote, piensa Klaus recordando su última cura con Genaro hace unos días, mientras apura con manos temblorosas una botella de mezcal junto a la hoguera, al contrario de lo que el viejo aseguró, cada experiencia es peor y más delirante, y las bajadas duran semanas...
Piensa eso Klaus, apurando nervioso su botella, mientras aviva en medio de la solitaria llanura las llamas de su pequeña fogata, que apenas alcanzan a iluminar unos metros de pradera en la noche. Más allá, todo inmensidad y negrura. Y alaridos de coyotes y chotacabras. O de espíritus vengativos.
Maldito el día en que encontramos a aquel indio, masculla entre dientes, todo desde entonces ha ido de mal en peor...
Y acto seguido recuerda por enésima vez la historia: aquel piel roja enloquecido que encontraron en las montañas, sangrando por los ojos y con los pies llenos de quemaduras, aullando la palabra Wendigo...
Vicente Muñoz Álvarez,
de Las setas y otros relatos de la Era Pulp
(Versátiles, 2021)
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