al pie de la Casa Botines, justo debajo del ático de mi abuela, intercambiábamos cromos. niños, sobre todo, pero también gente mayor, coleccionistas que buscaban las ansiadas estampas que les faltaban aún en su álbum. El mar, fuente de vida, Hechos y soldados del siglo XX, Hombres, razas y costumbres, Figuras, Batallas históricas (mi favorito), El mundo del arte o El mundo de la pintura son algunas de las colecciones que aún conservo de aquellos días, llaves de plata de mi infancia... era allí (además de en el colegio), los domingos, donde intercambiábamos cromos repetidos: sí, sí, sí, sí, sí, sí... íbamos diciendo mecánicamente frente al mazo (a veces enorme) de otros coleccionistas, hasta dar con alguno de los que nos faltaban... y entonces fijábamos con nuestro interlocutor el precio: uno o varios o incluso docenas de cromos, según su rareza, a cambio del suyo, o hasta dinero en metálico cuando era el último que nos quedaba para completar la colección... oh, aquella felicidad pueril, el conseguir al fin el último cromo, cuánto nos satisfacía y llenaba y con qué meticuloso ritual lo pegábamos al llegar a casa en el álbum... aquella plaza provinciana y tranquila y el quiosco de Santo Domingo donde comprábamos los paquetitos de 3 o 5 o 10 unidades, bajo la casona tenebrosa de mi abuela, a la sombra de la Iglesia de San Marcelo... aquellos domingos de invierno, fríos y soleados, los churros por la mañana, el paseo con mis padres por Papalaguinda, la prensa y los tebeos y la Mirinda y las aceitunas y patatas fritas y las comidas y sobremesas familiares... aquellos inocentes álbumes de cromos en los estertores de la dictadura franquista (vade retro), aquellos lejanos días, la ilusión y la magia, el misterio y la perla, la ignorancia y la fe... pienso en ellos ahora, en aquellos álbumes, aquí están, los he rescatado de la estantería, los tengo en el escritorio... macilentos y arrugados, pero fascinantes y llenos de encanto y recuerdos, cada cromo una visión, una regresión temporal, un torrente de sensaciones... y pienso también, asociando y asociando imágenes, en la maravillosa secuencia de Arrebato, la gran película de Iván Zulueta, donde un Will More en estado de gracia (o puesto hasta el cuello) le enseña a Eusebio Poncela el álbum de cromos de Las minas del Rey Salomón y le pregunta: ¿cuánto tiempo te podías pasar mirando este cromo? ¿y este, te acuerdas? ¿y este otro? Años... siglos... toda una mañana... imposible saberlo... estabas en plena fuga... en éxtasis... colgado en plena pausa... arrebatado...
así son hoy
cuarenta años después
mis recuerdos
Vicente Muñoz Álvarez
Fascinante como siempre Vicente, salto en la cercanía de tus letras a tiempos comunes no en años, sí en vivencias, qué deleite y qué huida al mundo interior donde la niña que coleccionaba cromos y cambiaba tebeos en el puesto del mercado de Olavide se recrea durante horas perdida en su nube... gracias Viente por la pasarela que da acceso al mejor de los mundos y qué bonito y cercano lo dices...
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