para Carlos R Villafañe,
que me enseñó el Camino
pese a la jodida crisis, tantas mentiras, esta ignominia, pese al desgaste y la erosión de la ruta, pese a las bajas temperaturas y al cambio climático, los boletus, al fin, sacan sus cuerpos al sol y medran contra viento y marea bajo las encinas y robles de mi bosque secreto, allí están, esperando al guerrero, una realidad aparte, paralela a tanta desolación, creciendo impertérritos en lo profundo de la floresta, desafiando al buscador con su conocimiento silencioso de las estaciones... allí están de nuevo un año más, esperándome, cubiertos de hojarasca, mientras camino y esquivo junto a mi perra arbustos y ramas, jaras y piedras y espinos, sorprendiéndome aquí y allá, maravillosos, robustos y altivos... y es, este ejercicio de ensoñación, lo que caracteriza siempre el final de mi ruta, la rutina de los zapatos, los laberintos de calles y asfalto transmutados en verdor y umbría, las tiendas, los problemas, las muestras y los clientes convertidos al cambiar el punto de enfoque en presentes de pachamama, mi bosque utópico, mi Walden personal y sus frutos siguen ahí, la visión cotidiana del mundo se desdobla en un caleidoscopio de vibraciones y luces amigas, solo en el bosque, tan lejos del mundo (any where out of the world), a veces picados y otras frescos, como el ying y el yang, como el uróboros de los alquimistas, es parte del juego, son las puertas de mi ensoñación, les asocio ya desde hace años con la anarquía y la libertad, a ellos y a estos revitalizadores paseos, con el fin de mi exilio, tantas noches de ruta, tantos menús y hoteles baratos, tantas quejas e impagos, frente a su evolución pausada y paciente, ejemplo de lo que debo hacer, de cómo debo crecer, poco a poco, al margen del mundo siempre, siguiendo mi propio camino...
justamente
ahora
ahora
en ello estamos
v
0_O!!!
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