domingo, 12 de mayo de 2013

MI QUERIDA SEÑORITA


Otra de las perlas negras del cine español del pasado siglo, Mi querida señorita (1971), de Jaime de Armiñán, conserva intacto aún su poder morboso de seducción y su halo de malditismo y ha resistido con sobresaliente el paso del tiempo.

En parte por el sorprendente guion de José Luis Borau y el propio Armiñán, retorcido y bizarro donde los haya, pero sobre todo por la memorable interpretación de ese pedazo de actor que fue José Luis López Vázquez (sin olvidar, por supuesto, las del resto del reparto: Antonio Ferrandis, Julieta Serrano, Lola Gaos y Chus Lampreave, todas magníficas).

Antes de que Bigas Luna, Iván Zulueta o Pedro Almodóvar escandalizaran al público de la transición con sus respectivas propuestas, aún en pleno régimen franquista, Armiñán rompió moldes y esquemas considerados hasta entonces intocables y rubricó una de las películas más transgresoras del cine español con una elegancia y un saber hacer para quitarse el sombrero, sin aspavientos, truculencias ni sensacionalismos.

Lo que en manos de otros directores y actores hubiera sido una bufonada histriónica y costumbrista, se convierte en Mi querida señorita en una obra maestra del séptimo arte (no en vano fue nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1972), hipnótica y turbadora, pero a la vez tierna, sutil y entrañable.

Una inolvidable fábula sobre el desdoblamiento de personalidad y la culpa, sobre la hipocresía moral y el cambio de sexo, que para mí figura entre las mejores películas de nuestro cine.

Grandioso José Luis López Vázquez en uno de sus más impresionantes papeles e inteligentisimo el guiño final del metraje, que deja al espectador (a esas alturas seducido ya por la trama y cómplice de los protagonistas) descolocado y boquiabierto.

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