domingo, 7 de julio de 2013

DJANGO


No la de Quentin Tarantino de 2012, sino la de Sergio Corbucci de 1966, Django a secas: un spaghetti western bizarro y ultraviolento, sanguinario y brutal como pocos, que nos regala un puñado de secuencias punteras del género (el protagonista arrastrando un ataúd por el desierto, la masacre de la ametralladora o el apoteósico duelo en el cementerio).

Con un Franco Nero despiadado y mesiánico, una magnífica banda sonora de Luis Enrique Bacalov (que Tarantino tomó prestada para su Django desencadenado) y una truculenta historia de venganzas y ajustes de cuentas, Corbucci construye un film carismático e inolvidable, inferior a los de Sergio Leone, por supuesto, pero plenamente a disfrutable a día de hoy.

Sangre, sudor y lágrimas, calles embarradas, pueblos desolados por los bandidos y pistoleros implacables, es lo que nos encontramos en esta versión casposa del far west, seguramente más fiel a la original que la de muchas otras películas.

Todo ello, además (y esta es una de las peculiaridades del film), repleto de simbología religiosa y guiños a las Sagradas Escrituras (cruces, ataúdes, cementerios, prostitutas y fariseos), y de una estética surrealista y mugrienta, decadente y crepuscular, que resulta de lo más sugerente.

No os la perdáis.

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