miércoles, 30 de julio de 2014

PUTOS PANCHOS (Motores del mundo)


Cesarea Evora, Edith Piaf, Tom Waits, Nina Simone, Joan Baez, Nick Drake... y Los Panchos... esos putos Panchos, de los que más me duelen, siempre, en el corazón... porque rockero a muerte y más hippie que el viento, sí, pero antes que eso, también y aunque me pese, romántico y soñador... y ahí están ellos, Los Panchos, en los momentos duros, para estrangularme con saña el corazón, dulce condena... sólo acudirás a ellos, como a la Virgen de los que a nadie tienen (o el Cónsul suplicando: one cannot live witouth love), cuando estés perdido y solo, justo cuando no deberías hacerlo, pero es así, sólo entonces lo harás... y sólo entonces, de veras, les entenderás... todo el dolor y la tristeza y la nostalgia y la saudade que se encarnan en ti, ellos te la cantarán, putos Panchos, expertos en dinamitarte el corazón... ay, el amor y el desamor y los animales perdidos... golpea la piedra, golpea la piedra, me digo, siguiendo a los maestros antiguos, hasta que no sangren tus nudillos, pero están ellos ahí, Cesarea y Edith y Tom y Nina y Joan y Nick y Los Panchos y algunos otros más, por mucho que golpee y me endurezca, ellos y sus canciones (o el amor y el desamor) siguen ahí... siguen ahí...

y son los motores 
del mundo


Vicente Muñoz Álvarez

SIN UN AMOR: Los Panchos.

NORIA


la vida da muchas vueltas
recuerdo que me decían
siempre de niño

y yo no lo entendía
por aquel entonces
la verdad sea dicha
me importaba un carajo

la vida da muchas vueltas
no dejo de repetirme
ahora

gira la noria

sin más

con ella voy


Vicente Muñoz Álvarez

martes, 29 de julio de 2014

COSECHA (2014)


escribir
como un poseso
desde hace 30 años
y no comerme un rosco
(salvo entenderme yo mismo)

amar
y ser
y estar
(pero no parecer)

y seguir
buscando
dentro de mí

calabazas
en el camino


Vicente Muñoz Álvarez

AVE FÉNIX (Los que van a vivir te saludan)


para mí

hasta aquí
llegaron las lágrimas

el fuego
las cenizas

ahora

una vez más

de nuevo
las sonrisas

por ello
brindo

(o qué cojones 2014)


v

MANZANAS DE CARAMELO (El corazón invernado)


manzanas de caramelo en el León de los años 70, aquellas manzanas rojas y brillantes que mi padre me compraba los domingos por la mañana en los soportales de la Plaza Mayor (después de husmear en los puestos del Rastro), aquellas manzanas resplandecientes, un tesoro en las manos de un niño, el sol iluminando la tierra en lo alto y reflejándose sobre ellas caleidoscópicamente bajo el cielo azul, su palito endeble de madera, su textura crujiente y lo difícil que era, por su forma y tamaño, darlas (sin pringarte la cara) el primer bocado... y bajo el caramelo, rojo como la sangre rojo, como un corazón invernado, la manzana jugosa y ácida y los vítores de la saliva... el niño inocente que hace siglos fui bajando la Calle Ancha con ella en la mano, la Casa de Botines y mi abuela saludándonos desde su Torre de Plata, el palomar y las palomas de la Plaza de San Marcelo, mi padre dándolas patatas fritas, el reloj y el quiosco de Santo Domingo donde compraba la prensa (el Diario de León, el Hola y el Semana para mi madre, y tebeos para mi hermana y para mí), el vetusto Café Victoria, su leche merengada, los limpiabotas  (sobre todo el de la pata de palo), el olor aceitoso de las churrerías al amanecer, Ordoño II y la Calle del Carmen 12, donde nos esperaban mi madre y mi hermana al mediodía, Guzmán el Bueno, Papalaguinda y el aperitivo en el Oasis (antes, mucho antes de que me dejara en él pulmones e hígado y piel) y la comida en casa de mis otros abuelos, en la Glorieta de Pinilla, siempre paella y pollo, y aquellas manzanas de caramelo, aquellas manzanas, como una eterna promesa en mi corazón... 

aún conservo
en el paladar
su dulzor


Vicente Muñoz Álvarez

lunes, 28 de julio de 2014

LIMBO



el cielo
y las nubes

el purgatorio
y la culpa

el infierno
y las llamas

y yo

¿dónde estoy
ahora yo?

me pregunto

y la voz
de mi conciencia
responde

sigue
el camino


Vicente Muñoz Álvarez

LOS MALDITOS (El tormento & el éxtasis)


obsesión desde siempre por los malditos: desde niño, de chinorri, desde que tengo uso de razón, fascinación por el cine de horror y de culto (Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, El fantasma de la ópera, Freaks, y sus atormentados intérpretes, Lugosi, Lon Chaney, Karloff), por los superhéroes de la Márvel (Spiderman, Estela Plateada, Thor, Los 4 Fantásticos, La Patrulla X, Namor, Hulk, estigmatizados y mutantes todos), por los rockeros destroyer y suicidas (Morrison, Janis, Hendrix, Elvis, Vicious, Drake, Jones), por los pintores caídos en desgracia (de Modigliani a Van Gogh), y muy en especial, desde que comencé a leer intensamente, a partir de los quince o dieciséis años, por los escritores malditos, mi gremio y mi tribu, mi vocación y pasión: de Allan Poe a Malcolm Lowry, de Céline a Thomas Bernhard, de Burroughs a Blake, de los bohemios (con Armando Buscarini y su cruz a cuestas) a los beats, de Maupassant a Castaneda, de Wilde a Rimbaud, de El Ángel a Bukowski, de Byron a Shelley, de Raún Núñez a Ezra Pound, de Carver a Miller, de Huxley a Artaud, de Lovecraft a Baudelaire, de Kerouac a Verlaine, de Filtgerald a Hemingway, de Dylan Thomas a Genet, etc, etc, etc, alcohólicos, misántropos, drogadictos, románticos, solitarios, oscuros, golpeados, degenerados, desgraciados, ninguneados, marginados, auténticos... obsesión por ellos y por sus obras, sí, por su visión, su tragedia, su punto de vista y encaje, su iluminación y sus truculentas y fugaces e intensas vidas... para lo bueno y para lo malo, y con todos los riesgos que ello implica, han sido mis guías y maestros, mi tormento y mi éxtasis, mi condena y mi cruz...

nos veremos
supongo
algún día


Vicente Muñoz Álvarez

DYLAN THOMAS

domingo, 27 de julio de 2014

OSARIO



muerto el amor

quema su brasa la piel

pronto cenizas


Vicente Muñoz Álvarez

EL TOPO


No sé si, como dijo John Lennon de ella en su día, es una obra maestra, tanto no me atrevo a afirmar, pero sí que esta película, El Topo (1970), del psicomago Alejandro Jodorowsky, es por méritos propios un clásico del Acid Western y del cine de culto.

Con una fusión sorprendente de registros y géneros (simbolismo, surrealismo, spaghetti western, gore), El Topo cautiva desde los mismos créditos de arranque con una bizarra puesta en escena y un incuestionable poderío visual, y nos arrastra, en un delirante viaje lisérgico-inciático, al corazón mismo de las tinieblas.

Pocas películas han logrado recrear un far west tan mugriento y pesadillesco,  blasfemo y degenerado, lleno de santones y freaks (al más puro estilo de Browning), malvados y místicos, rameras y tiranos, borrachos e iluminados, y pocas, también, han conseguido descontextualizar con tanto acierto el género, subvirtiendo sus principios y valores.

Llena de secuencias y planos memorables, con una banda sonora envolvente y un ominpresente Jodorowsky (director, compositor, guionista e intérprete) en estado de arrebato y de gracia, El Topo sigue plenamente vigente en la actualidad (quizás, incluso, más que cuando fue rodada) y es todo un paradigma de cine independiente y de autor al margen de los dictados del poder y las modas.

Vicente Muñoz Álvarez

El Topo (completa) in You Tube:


sábado, 26 de julio de 2014

SÍSIFO



Sísifo soy yo

subiendo la montaña

pesa la piedra


Vicente Muñoz Álvarez

LA TIENDA (De color canela)


porque como la de Bruno Schulz, la nuestra, la de mis abuelos y después de mis padres, a mí se me antojaba de niño un mundo mágico y revelador, un intrincado laberinto de estancias y altillos misteriosos, lleno de tesoros y objetos desconocidos, anaqueles y estanterías y cajones y cajas y vitrinas y mostradores aquí y allá, con botones y ballenas y corchetes y juguetes y abanicos y bañadores y telas y batas y pañuelos y camisetas y guantes y ropa interior de diversos colores, la imponente máquina registradora de los años 20 (que adorna hoy el salón de mi casa) por la que pasó el sustento de tres generaciones (siempre pienso en ello al verla), la de coser, una Singer de rueda y pedal con grabados dorados sobre la que se afanaba sin descanso mi abuela, y la de plisar, aquel armatoste enorme y extraño, reliquia de la revolución industrial, en la que tantas veces ayudé a mi padre (haciendo girar la rueda que movía las prensas), las escaleras minúsculas y empinadísimas de madera que llevaban al piso de arriba, los pequeños pasillos laterales atestados de mercancía, el suelo inestable y chirriante (por no decir peligroso, de frágil y deteriorado y lleno de grietas y parches), el escritorio de mi padre, sus cajones y los mil objetos curiosos, postales y estampitas y sellos y papeles y pisapapeles y cuadernos que guardaba en ellos, el probador, vetusto y decadente, con su enorme espejo anticuado, el cuarto de baño, una odisea de estertores y tuberías, y mi abuela y mi madre y mi padre y mi hermana y las muchas empleadas que por ella pasaron, con Tere, la encargada, a la cabeza, casi una más de la familia (trabajó en la tienda más de 50 años, desde niña hasta que se jubiló, toda una vida) enredando de aquí para allá... qué embeleso el mío entonces y qué extraño universo aquel, cómo me extasiaba contemplando los juguetes y las docenas de cajones de bovinas de hilo y botones de las estanterías, ordenados por tamaños y colores, la puerta corrediza que daba acceso al probador, en la que mi padre nos medía, a mi hermana y a mí, marcando con un lápiz una rayita al ras de nuestros cogotes y anotando al lado la fecha... aquella tienda animada y viva, con alma y tripas y corazón, Corsetería Renedo (aunque era también cordelería y mercería y juguetería y paragüería y qué sé yo qué más), que mis abuelos habían abierto en Ordoño II en los años 20 (cuando esa calle, Ordoño II, hoy la vía principal de León, estaba aún a medio edificar y era considerada de las afueras, de paso para la estación), aquella tienda de color canela en la que me crié, entre las ópticas Vidal y La gafa de oro, donde comencé a observar (a través de mi lente de diamante) y a ensoñar, taller de alquimia, castillo encantado, Casa Usher protectora, piedra filosofal... 

qué dura fue
su caída


Vicente Muñoz Álvarez

viernes, 25 de julio de 2014

GOLPES (Como un guante de seda forjado en hierro)


vuelvo en mis días nostálgicos, como el imán atrae al acero, a escuchar viejas canciones que despiertan en mí contradictorios recuerdos y me retrotraen, con todo lo bueno y lo malo que ello implica, a otros mundos paralelos, Golpes, en concreto, de Gabinete Caligari, uno de esos temas que llevo en las neuronas grabado a fuego, como banda sonora de mi paso fugaz por la tierra, y que es una metáfora de mi propia experiencia: aprender siempre a fuerza de golpes, por dentro y por fuera, en el estómago y el corazón... como el imán atrae al acero, vuelvo una y otra vez a escuchar esos Golpes de los ochenta, cuando éramos héroes y brillaba la perla, y veo toda mi vida reproducida flashback tras flashback en la pantalla de mi cabeza, golpes en el colegio, en la calle, en la carrera, en el trabajo, en la escritura, con las mujeres, con las maletas, en la carretera, golpes y golpes en el estómago y el corazón... pero también, por suerte (y eso me reconforta), cómo de todos ellos, golpes y golpes, me he levantado siempre (Aries de pura cepa), ninguno hasta ahora, por más que haya dolido, me ha noqueado, aún sigo en el cuadrilátero, fintando y encajando y lamiéndome entre round y round las heridas (mil cardenales de pasión), e intentando no bajar definitivamente la guardia... como un guante de seda forjado en hierro (que diría Daniel Clowes), y con la canción de Gabinete Caligari de fondo, sigo combatiendo, protegiéndome y endureciéndome, creando callo en las vísceras y entrenándome (como Sísifo subiendo a la cima de la montaña su piedra) para la siguiente pelea...

¿y dónde están tus golpes?
oh, sí, corazón
¿dónde está mi dolor?


Vicente Muñoz Álvarez

martes, 22 de julio de 2014

ESPINAS


las que desgarran
las que duelen
las que hacen sangrar

las que se clavan
en el corazón

nunca
las evito
a tiempo


Vicente Muñoz Álvarez

MINOTAURO


como una inundación o huracán
o devastadora tormenta

como cristales
como cuchillas
como alimañas
dentro de mí

como si hubiera envejecido
un milenio en sólo unos días

perdido

en mi laberinto

siento la ausencia de ti


Vicente Muñoz Álvarez

ANSIEDAD en el BELMONDO BAR


lunes, 21 de julio de 2014

L'AMOUR EN FUITE


he amado
algunas mujeres en mi vida
ellas saben quiénes son

he dado al completo
cuerpo y alma y vísceras
y corazón

pero siempre ha sido poco
nunca suficiente
siempre el mismo dolor

voy comprendiendo
beso tras beso robado
el amor

cómo se viene
cómo se fuga

(oscuro como la tumba donde yace mi amigo)

tan callando


Vicente Muñoz Álvarez

sábado, 19 de julio de 2014

MI VIDA EN LA MALEZA DE LOS FANTASMAS


doliendo
ahogando
asfixiando
aplastando
abrasando

cegando

arden
las pérdidas


Vicente Muñoz Álvarez

RAIN DOGS


qué es el amor
y qué el desamor

me pregunto

dónde la rosa
el misterio
la fe

qué el desamparo
la soledad
los animales
perdidos

qué

duele
esta tarde

mucho

llueve
este frío

ahora

es lo que sé


Vicente Muñoz Álvarez

FRIENDS


con David González 
& Carlos Salcedo
en Casa Benito

photo by Silvia D Chica

viernes, 18 de julio de 2014

FUEGO


la dureza
la dureza
la dureza

del amor

y sus falsas
promesas

en el corazón

préndele
fuego


Vicente Muñoz Álvarez

ROSAS MARCHITAS


como la rosa

se marchita el amor

aunque no quieras


Vicente Muñoz Álvarez

miércoles, 16 de julio de 2014

EL DESCRÉDITO


el amor
que a veces redime
y otras mata

la fe en ti mismo
y la frontera
de los demás

no dar la talla
no darlo todo
no venderte
no integrarte
en la sociedad

sólo
por un sueño

la historia
se repite


Vicente Muñoz Álvarez

martes, 15 de julio de 2014

lunes, 14 de julio de 2014

DÍAS DE RUTA en RICK'S CAFÉ


Este poeta, novelista, ensayista, editor, le echa a la vida talento, sensibilidad, amor propio y coraje aprendido en las generaciones de sus mayores y de lidiar a la vida. Que si el mundo comercial de los zapatos está en crisis como el resto de circunstancias, pues bueno, ahí están su musa, su perro, sus amigos, el diálogo con aquellos a quienes admira y sus paisajes para armarse de energía positiva, ilusiones y proyectos. Proyectos que acaban cuajando. Quiere esto decir que aunque el reconocimiento merecido no sea el que tiene, él retuerce las circunstancias y las acaba poniendo a su servicio. Que de eso se trata. De servir y ser servido con nobleza.

Prologa este poemario titulado Días de ruta (Ediciones Lupercalia) Gsus Bonilla, quien le declara su admiración y amistad. La cubierta de época es hermosa y nos traslada a la América del norte o caribeña de los años cuarenta y cincuenta. Aquella que seducía a Europa con su cine clásico en blanco y negro, aquella de Bogart y Bacall, aquella de Chico y Rita.

El diseño interior está muy cuidado. Sí hay algo que pulir, es perspectiva personal, el tamaño de la letra. Se ve, es elegante, buena maquetación, pero con un par de cuerpos más la fuente podríamos decir que alcanza la excelencia. Unas páginas más no supone un sobre coste importante y merece la pena.

Días de ruta, construido en cuatro partes, que son otros cuatro cuadernos, refleja cada una de las cuatro estaciones, simbolizadas con cuatro palabras cargadas de profundo significado: campaña de otoño, cuaderno de invierno, campaña de primavera, cuaderno de verano. Todas ellas enmarcadas por dos palabras inglesas hermosas, dos verbos que reflejan lo infinito y lo finito de la vida: to open and to close. Y como colofón una hermosa expresión castellana de origen latino, Catarsis.

Y Vicente con un castellano de siempre y renovado, por tanto, clásico; entre imágenes cinematográficas de la vida cotidiana que evocan al cine por el que te sientas en casa y el tiempo se detiene mientras absorbes esa mirada con la musa; ofrece los injertos asiáticos del haiku japonés en su lírica. Es Vicente un hombre de fronteras en el sentido que descubrió y potenció Julián Marías. Las fronteras son puntos de encuentro, de mezcla de formas y filosofías de vida, de intercambios, de descubrimiento mutuo de lo ajeno y de lo desconocido. Se muestra Vicente en sus haikus como un hombre al que la vida le ha azuzado, su fe está en solfa y, sin embargo, como un místico, se aferra a ella. Le oprime lo laboral y lo social, pero se revela y se desvela, se libera de las opresiones y halla dentro de sí una revelación para su vida y para aquellas con quienes la comparte.

Le vemos navegar por el mar de su vocación poética en “Mar adentro”. Es su mundo más personal. Ha aceptado el naufragio porque para él lo importante es vivir siendo escritor. Ahí nos muestra su autenticidad. En “Arde Babilonia” apreciamos su experiencia comercial durante estos años de tormenta persistente. Una Babilonia donde, como en la antigua, hay “Castas” con diferencias socioeconómicas acusadas y donde la depauperación vuelve a ser una epidemia. En esa Babilonia, Hobbes ha vuelto o, mejor dicho, nunca se fue, y rebrota con la fuerza y maldad de costumbre. He ahí su poema “Selva”. La competitividad absurda de nuestro tiempo, la lucha por la supervivencia, el caerse y levantarse.

En esa selva, vemos transitar los recuerdos y las vivencias de tres generaciones de hombres dedicados al mundo del calzado. Su título está clavado, “Saga”. A sus mayores les fue mejor, la pregunta se hace ineludible, ¿por qué? Sin embargo, el lírico no se rinde, lucha de la mano de la razón poética para echar afuera lo que le quema y preocupa. La poesía, como nos avisó y mostró María Zambrano, es su tabla de salvación. Vicente está ante tres Magistrados del Tribunal de los Náufragos: Ortega, Zambrano y Marías.

Y Vicente, como ese trío de filósofos, vive enamorado. El amor salva. No concibe la vida sin el abrazo de su compañera. En este detalle también es diferente. Si Ortega proclamó en sus Meditaciones del Quijote, que Dios es un gran arquitecto que bajó al mundo para poner las cosas en conexión con amor; Vicente lleva 25 maletas de muestrario, como Jesús de Nazaret nació un 25 de diciembre. Ellos dos, como todos, llevan su cruz. Sin embargo, el amor propio es un cirineo clave.

La posada cervantina aparece en Días de ruta, he ahí su poema “Back home” versos de transición hacia el hogar junto a su chica, las setas del pueblo, su lírica, la vida íntima –la más auténtica, como reflejó Marías-. En todo regreso a casa hay una travesía que es el encuentro con uno mismo. Y reaparecen los haikus para comenzar cada parte del poemario. Vicente Muñoz lo tiene claro: para vencer las dudas y los problemas personales hay que ser testigo, sentir más y pensar menos. Es la búsqueda del equilibrio entre lo uno y lo otro, un equilibrio dinámico. La inteligencia emocional emergiendo.

Lector, haz que emerjan los poetas clásicos. Encamina tu ruta hacia una buena librería, esa que te acoge y te lleva a libros que te gustará tener entre tus manos o poner en las manos de otra. Regala Días de ruta.

Manuel Carmona, en Rick's Café.



MI VIDA EN LA PENUMBRA

145.000 latidos

domingo, 13 de julio de 2014

EL SANATORIO DE LA CLEPSIDRA


Adaptando a la pantalla grande una novela de Bruno Schulz (el autor de esa joya titulada Las tiendas de color canela, que a todos os recomiendo), el polaco Wojciech Has dirigió en 1973 El sanatorio de la clepsidra (Sanatorium pod klepsydra), una película inclasificable y extraña, muy extraña, donde los sueños se entremezclan con la realidad y una atmósfera decadente y onírica lo envuelve todo, dando lugar a una inquietante realidad paralela.

Aunque al fin y al cabo el argumento sea en este film lo de menos, surrealista y simbólico e incomprensible, sirviendo poco más que de excusa para desarrollar el delirante universo que el director nos propone: un sanatorio gótico, lúgubre y polvoriento, y unos personajes histriónicos y estereotipados representando los vicios de la sociedad.

En ese reducido y laberíntico espacio, y en algunos exteriores que parecen salidos de una pesadilla lovecraftiana, conviven un perverso doctor y todo un séquito de enfermeras y pacientes en trance, a caballo entre la vida y la muerte, que sirven de conejillos de indias para sus experimentos. 

Lenta, larga y compleja, El sanatorio de la clepsidra es sin embargo un magnífico retrato visual de los sueños, de esencia siempre volátil, y un ejercicio de estilo que, por su exuberancia y rareza, merece la pena videar.

Surrealismo y poesía de la buena, en suma, que hará las delicias de los amantes de la literatura de Schulz y del cine de autor europeo.

Vicente Muñoz Álvarez

El sanatorio de la clepsidra (completa) in You Tube:


sábado, 12 de julio de 2014

EL ÚLTIMO RAMONE (Gabba Gabba Hey)



me entero justo al levantarme esta mañana: ayer murió Tommy Ramone, el batería de la mítica banda, el último de la saga, el último Ramone... fin del trayecto, buen viaje, descanse en paz... y me llegan a la cabeza en tromba acto seguido todos aquellos emblemáticos temas con los que me crié: End of the centuryBlitzkrieg Bop, Rock and Roll High School, The KKK took my baby away (que versioneábamos Veredicto Final), Judy is a Punk... y con ellos mil recuerdos y regresiones: escuchándoles una y otra vez con la peña (con César sobre todo) en el Pantano de Luna, en la Pícara, en el Garabatos, en los locales de ensayo, en el Toisón, en La Cantina, en La Madrágora, en el Universal... a pocos grupos escuché en mi juventud tanto como a los Ramones, su rock vertiginoso y tremendo, aquellos cuatro acordes (más que suficientes) con los que nos hacían vibrar, el concierto en La Real de Oviedo (petado hasta la bandera), las portadas bizarras de sus discos, las bambas y los vaqueros rotos por las rodillas y las chupas negras de cuero y las gafas oscuras y las docenas de camisetas suyas que desgasté... y la muerte trágica y prematura de todos ellos luego (Joey, Dee Dee y Johnny) uno tras otro, hasta la de ayer, la de Tommy, el batería, el último de la saga, el último Ramone... algo, sin duda, se me ha ido con ellos, rondando ya los 50, tan cerca y tan lejos (tiranía cruel del reloj), aquel vitalismo feroz de los 18, su banda sonora, aquellas canciones de fondo, aquellas ganas de comerse el mundo y aquella manera salvaje de ser y estar en la tierra... 

buen viaje

queridos drugos

Gabba Gabba Hey


Vicente Muñoz Álvarez

jueves, 10 de julio de 2014

VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ & LA FAMILIA BIEN, GRACIAS



                           Leer a Pessoa
                           una tarde de agosto

                           en la quietud

                           todo vacío

                           algo tremendamente
                           triste


Vicente Muñoz Álvarez, de Privado (Baile del sol, 2005).

Collage por La familia bien, gracias, para Arañados Signos, 2014.


lunes, 7 de julio de 2014

DÍAS DE RUTA en TANYIBLE EBOOKS


Entre las escasas posibilidades que desembocan en hablar de sí misma y los miles de seres humanos de todo tipo y condición que se lanzan a publicar lo que consideran versos en cualquier lugar, la poesía se sostiene en una constante paradoja. Pocos caminos no transitados y ya desgastadísimos quedan para que pueda expresarse como género literario, y sin embargo nunca ha habido más personas que se consideren poetas al darle al botón «enter» después de un reglón. Aquellos malos tiempos para la lírica se han convertido en tiempos caóticos. Hoy existen muchos más poetas que poemas. En una proporción aproximada de un millón a uno. A un lado aquellos que en la actualidad apuestan por la poesía como forma literaria todavía capaz de comunicar cualquier asunto. Al otro el batallón de vates y bardos del «intro» y «como esta línea ha quedado debajo de la otra debe de ser una décima o espinela personal». Nos ocupamos de tres escritores pertenecientes a la primera categoría. En una clasificación se les pondría el nombre de románticos o de locos. Puede que suicidas. Quizá, en cierto modo, sean sinónimos.

Vicente Muñoz Álvarez realiza en Días de Ruta (ed. Lupercalia) una aproximación al imaginario beatnik, bajo un punto de vista personal, cotidiano y menos cercano al underground que al tedioso día a día de cualquier oficinista. La fascinación por multitud de aspectos y la aventura iniciática propias de los beats, tiene en Muñoz Álvarez su reverso no tenebroso, sino rutinario. Un personaje, viajante de zapatería, que se niega a rendirse y se aferra a la poesía como elemento salvador, y sanador, que le permita seguir adelante en mitad de la más aburrida mediocridad. Si, como dice la conocida cita de Lennon, «la vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes», Días de Ruta expone esa doble condición que fluye a la vez: el quehacer diario, asfixiante y adocenador, junto al pensamiento libre y los pequeños proyectos literarios, modestos pero suficientes para suponer una constante esperanza. Esta doble cabeza, este híbrido, se corresponde con un texto desarrollado de forma acorde, donde lo textos en prosa parecen a veces, valga la exageración, más poéticos que los propios poemas, que tienden a mantener un pie en lo narrativo. A su vez, la falta de pretensión y la sencillez del libro se corresponden igualmente con el carácter del personaje principal que, en primera persona, describe su viaje exterior e interior.


En el prólogo de Arcadia Desolada (ed. La Lucerna), de Pedro Juan Gomila, José Luis Reina indica cómo los poetas homosexuales españoles, salvo Luis Cernuda como ejemplo máximo, junto a Juan Bernier o Julio Aumente, suelen tomar tres caminos: cambiar el sexo del amado (Aleixandre), sublimar el deseo mediante mediante la estética (Villena) o difuminar al amado hasta hacerlo indistinguible (Lorca, García Baena, Gil de Biedma). Gomila toma partido por la falta de complejos y elabora un conjunto de poemas encadenados que van más allá de la simple reivindicación de la homosexualidad. En ellos refleja el dolor por una identidad proscrita y pisoteada durante la infancia y la adolescencia, sus secuelas y la lucha posterior por recuperarla de forma coherente y adulta. Con metros libres pero rítmicos, la mayoría endecasílabos o dodecasílabos, el libro conforma una narración que va del pasado al presente. Junto a ella, referencias clásicas al la mitología griega, utilizada aquí no como ocultación de determinados sentimientos, sino como apoyo y cierto distanciamiento irónico, pues precisamente, como comentábamos, muchos poetas se han servido de ella como cortina de humo. El desgarro interior de Gomila, su sinceridad y el carácter directo de esta obra, no está reñido en ningún momento con la elegancia y el cuidado formal. Esta circunstancia, lejos de atenuar las difíciles emociones que tratan de transmitirse, sirve de vehículo que potencia su comunicación. Pese a que la métrica clásica parece denostada, tenemos aquí a un poeta dotado en ese aspecto y al que sería muy interesante ver en un futuro enfrentándose con todo rigor a las estrofas canónicas.


Si Vicente Muñoz Álvarez y Pedro Juan Gomila arriesgan, lo de Ricardo Moreno es un cuádruple mortal desde el trapecio sin red debajo y haciéndose una foto «selfie» en mitad de la pirueta. En Antropogenia (ed. Lupercalia) opta por la forma de los antiguos cantos de tipo religioso que prefiguraron la poesía épica. Esos cantos exaltados, que hablan de los orígenes de un mundo y de una cultura, se sirven aquí de multitud de datos científicos recientes, desde la genética a la antropología, la geología o la física. La tabla periódica, el ADN, determinados datos astronómicos o sobre las especies anteriores de homínidos conviven con todo tipo de mitologías y dioses. Se puede decir que Moreno se ha tomado muy en serio aquel conocido poema de Pessoa, a través de su heterónimo Álvaro de Campos, donde comparaba en belleza al binomio de Newton con la Venus de Milo. El camino que va del Big Bang a los años 70 del siglo pasado, cuando precisamente nace este autor, retoma y realza formas poéticas en desuso, abandonadas hace mucho, y que sin embargo parecen ajustarse como un guante a los propósitos de este poeta que se ha atrevido a «rescatarlos». Un libro al que hay que calificar de insólito.

Alfredo Martín Gorriz, en Tanyible Ebooks.


ISAKI LACUESTA

domingo, 6 de julio de 2014

DEMENCIA


Morbosa y bizarra donde las haya, y decadente y malsana como pocas, esta hermana mayor de Nekromantik, Demencia (Buio Omenga, 1979), del controvertido Joe D'Amato, conserva intacta (o incluso potenciada) su aura enfermiza y aterradora, demencial en el sentido literal de la palabra, habiéndose ganado por méritos propios la etiqueta de filme de culto.

Su retorcido guion (que incluye necrofilia, sadismo, descuartizamientos y otras delicatessen varias), sus increíbles (y casi vomitivos) efectos especiales, la perturbadora banda sonora de Goblin y, muy en especial, la atmósfera pavorosa y pesadillesca que logra recrear, hacen de esta película una precursora del gore extremo y una rara avis dentro del cine de horror de su tiempo.

Una historia de amor dramático y enloquecido que dejará sin aliento, por su crudeza, hasta a los amantes del género más curtidos y que, os lo aseguro, no se os irá de la cabeza en mucho tiempo. Entre otras cosas, por la estremecedora interpretación de Franca Stoppi, espeluznante y para quitarse el sombrero.

Junto a Antropophagus (1980), otra perla negra para engarzar,  de lo mejor del siempre excesivo y polémico Joe D'amato.

Eso sí, no lo olvidéis, rigurosamente prohibida a menores de 18: quedáis advertidos.

Vicente Muñoz Álvarez

Trailer in You Tube: