Diario de León. 28 DE FEBRERO DE 2021.
Cristina Fanjul
Ha convertido el camino en el protagonista de su creación y por eso sus obras van sedimentando y permiten contemplar escenarios y emociones tan diversos...
Vicente Muñoz es una rara avis en el mundo de la literatura. Su extensa obra abarca la poesía, el ensayo y la novela, pero siempre hay un denominador común: el escritor habla sin artificio y desde la palabra esencial y, como él mismo defiende, sigue implicado en la rebeldía. Parafraseando a uno de sus ídolos, sigue en el camino.
—Vicente, ¿se cansa uno de escribir antes que de vivir?
—En mi caso en concreto, ambas cosas, vivir y escribir, van a la par e indisolublemente unidas, y son, por decirlo de algún modo, las dos caras de la misma moneda. Para mí la escritura es una forma de vida, de ser y estar en la Tierra, de entender el mundo y de expresarme y desarrollarme como individuo en él, así que mientras viva seguiré escribiendo, imagino, esté cansado o no. Como ejercicio auto sanador al menos.
—Tienes una carrera literaria impecable, sobre todo por tu voluntad de escribir, no por la fama. Es decir, en tu caso se puede decir que vives para escribir. ¿Cómo ves desde esa atalaya el mercantilismo literario?
—Desde que comencé a publicar mis primeros libros, hace ya muchos años, tuve claro que por el tipo de literatura que a mí me gusta y practico, sería un escritor de fondo, no de grandes éxitos ni ventas, y no tendría prisa ni estaría sometido a servidumbres de ningún tipo a la hora de escribir. Entre otras cosas, supongo, porque vivo de otro trabajo, como bien sabes, y me he permitido siempre escribir lo que realmente quiero y siento por dentro. Respeto, por supuesto, la literatura comercial, de hecho tiene que existir porque es la que el gran público lector demanda, pero siempre he tenido claro que ese no es mi camino, como no lo ha sido tampoco el de los premios ni las subvenciones. Sin embargo, he tenido siempre el privilegio de tener editores dispuestos a publicarme y apostar por mi obra, muchos ya a lo largo del tiempo, y de poder escribir y publicar siempre lo que realmente he querido. Ese es mi camino y mejor premio.
—Parece que la realidad regresa a los años ochenta, que todo lo que creíamos que quedaba en el pasado regresa. ¿Cómo crees que la estética en la creación va a gestionarlo?
—Yo creo que en España siempre regresaremos a los años ochenta, por lo que tuvieron de especial y representaron, la Transición, la Movida, el rupturismo, la celebración y la fiesta... Dediqué, como sabes, mi novela Regresiones a esos años precisamente por eso, porque fui testigo en primera fila de todo lo que sucedió culturalmente en León, algo único e irrepetible, sobre todo a nivel musical, en esa década prodigiosa, y nadie en esta ciudad lo había contado aún. Comparado con aquello, lo que ha venido luego, desde mi punto de vista, ha sido un sucedáneo, así que no me parece en absoluto extraño que se regrese siempre con nostalgia a aquel tiempo, como referente de todo lo que pasó después.
—¿Qué hay en la literatura fantástica que tanto te atrae?
—Desde niño me apasionó la literatura fantástica y de terror, con Allan Poe como indiscutible precursor y maestro, y todos los discípulos que vinieron después, Lovecraft y demás cultivadores del género. Es curiosa esa pasión mía, si la relacionamos con mi propia obra, porque de mis más de veinte libros publicados hasta el momento, sólo dos, Marginales y Del fondo, el primero de relatos y el segundo de poesía, pueden calificarse de ficción pura, y son, de hecho, sendos homenajes a mis maestros antiguos. El resto son más bien autobiográficos, realistas y confesionales, en sus diversas vertientes, pero en las antípodas, en cualquier caso, de la literatura fantástica como género. Supongo que porque, aunque como lector me guste y necesite a veces la evasión, como escritor prefiero escribir sobre la realidad y el mundo que me rodea.
—¿Cómo has evolucionado tanto a nivel personal como literario desde tus comienzos?
—Sobre la marcha y a medida que he ido viviendo, viendo y aprendiendo. Como se han ido formando también mis propios libros, en función de mis experiencias. Dejando fluir la vida y el tiempo, en suma, y plasmándolo sobre el papel. No hay aventura más fantástica ni vertiginosa que la propia vida, creo. Y sobre ella y lo que durante la travesía me ha ido sucediendo y he visto, he ido escribiendo. Eso sí, enlazando con lo que comentaba antes, decantándome por un estilo y estética cada vez más definida, escueta, crítica, existencialista, autobiográfica y real como la vida misma.
—Todavía hay sitio para lo underground o las cosas son demasiado simples?
—Siempre lo habrá, creo, porque por mucho que nos quieran uniformar, controlar, dirigir, automatizar, lobotomizar, siempre habrá disidencia, alguien, siempre, tomará otro camino y tendencia y se rebelará contra lo establecido. Y de ahí nace lo underground y alternativo, sea del rasgo que sea.
—Dime qué es lo más underground de la política en estos momentos.
—Lo de siempre en política: el anarquismo, entendido como organización voluntaria y esporádica de las personas en aras del bien común. Eso, que debería ser la regla y el canon, es la excepción y la meta.
—¿Dónde tienes más lectores, en León o en Barcelona?
—La verdad es que no tengo ni idea, supongo que aquí, en León, aunque no lo sé con certeza. Unos pocos, pero fieles, aquí y allí, imagino.
— ¿Dónde está Babilonia?
—Fuera de nuestro corazón: en los muros y fronteras que nos quieren a toda costa imponer.
—¿Crees que alguna vez hemos dejado de estar en crisis?
—Imagino que no, que la crisis y la procesión va siempre por dentro, allá donde vamos nosotros. Pero como esta, desde luego, este mundo distópico y teledirigido que estamos viviendo, ninguna hasta ahora.
—¿Hay que tener miedo a los que nos prometen la felicidad?
—No deberíamos, pero dadas las circunstancias y el momento de manipulación y entropía que nos está tocando vivir, yo diría que como mínimo hay que ser prudentes y escépticos al respecto. Ojalá pueda pronto decir otra cosa.
—¿Qué ha cambiado entre el Vicente de ‘Monstruos y prodigios’ y el de ‘Haga lo que haga en la Tierra’?
—A nivel literario, casi todo, me atrevería a decir. Ese libro, el primero, Monstruos y prodigios (un guiño al de Ambroise Paré), que publicó la Junta de Castilla y León en 1996, fue un homenaje a la literatura gótica, decadentista y fantástica de la que antes hablábamos, digamos que la conclusión de muchos años de lecturas y pasión por el género, con la que me inicié como lector. Siempre he estado orgulloso de ese extraño libro, entre otras cosas porque creo que no podría volver aunque quisiera a escribir algo así y lo considero una rareza en mi obra. A partir de ahí, comencé a alimentarme de otros maestros y lecturas, la Beat Generation, que ha sido otra de mis grandes influencias literarias, Henry Miller, Céline, Carver, Bukowski, Lowry, Thomas Bernhard y un larguísimo etcétera de autores, que poco a poco han ido cambiando mi estilo, orientación y meta literaria. Parafraseando a Gsús Bonilla en el epílogo a Haga lo que haga en la Tierra: « Cada vez más escueto, cada vez más certero, cada vez más verídico, cada vez más identitario...». Ambos libros, efectivamente, están temática y estilísticamente en las antípodas.
—¿Qué es lo que más duele en la vida y qué en la literatura?
—En la vida y en la literatura lo mismo: la falta de esencia y espíritu. Dejarse llevar. No vivir ni escribir lo que realmente queremos y ser cómplices del sistema. Contra todo ello, como individuo y escritor, me rebelo.
—¿Sigues en la penumbra? ¿Se puede salir de ella?
—No como cuando escribí ese libro, Mi vida en la penumbra, en un momento de crisis personal y cruces de caminos. Siempre en parte, porque yo creo que veo la realidad, para lo bueno y lo malo así, a través de un filtro o penumbra, pero desde luego no en la que describe ese libro, mucho más negra y oscura. De todo, salvo de la muerte, se puede salir y escapar. Y la luz también está ahí, esperándonos. Nosotros tenemos la llave.
—¿Cuál es el verso que mejor te revela?
—Seguir escribiendo /seguir siendo yo / seguir mi camino //por encima / de todas las cosas // lo único / que me identifica // no puedo ni quiero / cambiar mi destino.
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