JOSÉ BERROT DOMÍNGUEZ
(El Lenguaje de los árboles)
“Levantaos ya, langostinos”. Esa fue la frase que Vicen eligió aquel soleado día de principios de verano para tocar diana, mientras hacía golpear el agua de la manguera contra las paredes de la caravana en la que dormíamos.
Pasamos la mañana explorando el Valle Encantado y la cueva de los murciélagos, cuyos excrementos se iban acumulando en un cono gigante que ocupaba casi todo el suelo de una gran sala.
Habían vaciado por completo el pantano ese verano, para meter unos cables creo. Ante nosotros se extendía un desierto de lodo seco y cuarteado. Recorrimos las calles del pueblo sumergido y hasta subimos a la torre de su iglesia. Nos hicimos fotos en los cadáveres de los grandes árboles ahogados. ¿Sabíais que los árboles tienen su propio lenguaje?
Regresamos a las caravanas para comer. Silvia había preparado una receta de su invención, la bomba leonesa, a base de patatas, cebolla, ajo, picadillo, huevos fritos y vino.
Todo estaba dispuesto para nuestro viaje vespertino después de una breve y fructífera escapada a Pola de Gordón.
Estuvimos flotando en las aguas del embalse seco, haciendo luces de colores a través de las botellas que íbamos vaciando, cabalgando sobre un burro que nos quiso acompañar, sintiéndonos libres y eternos.
Cada poco, volvíamos a las caravanas para ir tomando descansos en tan ajetreado viaje, y allí descubrimos que Alicia se había convertido en Dolly Parton.
Después de conocer la triste historia de Mirella sentados en la iglesia de Mirantes de Luna, fuimos a tumbarnos a una arboleda cercana. Nos sumergimos, extenuados ya, en el suave y continuo murmullo que el viento provocaba en las hojas de los chopos.
¿Sabíais que los árboles tienen su propio lenguaje? Dijo Vicente por segunda vez ese día, y al instante se hizo el silencio. Todos los árboles sobre nosotros se callaron al unísono. Un escalofrío nos recorrió la espalda.
Ya lo habíamos olvidado, cuando la conversación nos volvió a llevar a los árboles y su lenguaje secreto y, por segunda vez, volvió a pasar. Como si nos hubieran oído, decidieron callarse de nuevo todos. Pensamos que era el momento de regresar.
José Berrot Domínguez, en Regresiones (Ed. Lupercalia, 2015)
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