me voy mañana para Valladolid, van terminando los días de ruta y llegan, con estos bolos poéticos primaverales, mis primeros atisbos de ensoñación, ay mi cabecita loca, esta bipolaridad, esta sensación continua de desdoblamiento y deriva, poeta y comercial, comercial y poeta, está quizás dando sus frutos, pero qué distintos mi padre (maestro de ceremonias, que siempre me dijo: tienes 8 meses de tu vida para cascarla al año - era su consigna, refiriéndose a mi/su trabajo -, pero los 4 que restan dalo todo, nunca te olvides, son los que te dan de comer) y yo, porque resulta que, contra todo pronóstico, le salgo poeta (este es mi hijo, que estudió Derecho, pero se torció por el camino - solía decir cuando me presentaba a los clientes al principio de todas las rutas) y se me cruzan los cables con ambos oficios, cuando vendo zapatos pienso en poesía, cuando escribo poesía pienso en zapatos, nada se estructura como me habían enseñado en el colegio dentro de mí, matemáticamente, todo se confunde, pasan los días, los años, se suceden los ciclos y sigo desesperadamente intentando amoldarme a todo sin renunciar nunca a nada - trabajo, poesía, setas y ensoñación-, ni a nadie - chica, perra, padres, amigos -, todo se enreda y desestructura como un torbellino dentro de mi cabeza, qué extraño viaje, la vida, pienso, la poesía, el trabajo y la ensoñación... me voy mañana para Valladolid, triple lectura para mis amigos, trío de ases (pase lo que pase) en mi corazón...
Vicente Muñoz Álvarez
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