DÍAS DE RUTA
Vicente Muñoz Álvarez
Ed. Lupercalia, 2014
Anda precisamente ahora Vicente Muñoz Álvarez con sus maletas con muestrarios de zapatos (todos de un solo pie) y sus cuadrantes de pedidos (cada vez más escasos) recorriendo media España. Y yo voy con él, en el trayecto desde mi casa al trabajo y viceversa, la hora y media diaria de lectura. Voy con él y siento el derrumbe de Babilonia, la hondura de la crisis, la podredumbre humana. Siento las pulsaciones de Vicente, sus tiempos de espera, sus anhelos por escapar de lo propio: por finalizar la ruta y volver a la huida. Siento la agonía de los últimos días, cuando los clientes que faltan de visitar todavía no pueden contarse con cuatro manos, cuando la derrota se perfila en el horizonte casi a la misma altura que el destello de "la perla azul".
Días de ruta es para mí una confesión a la espera de que el mundo (su mundo, mi mundo) cambie, retorne a la armonía, siga el ciclo vital que soñamos y se aleje, lo máximo posible, de la existencia real. “Solo puedo ofrecer mi vida”, nos viene a decir Vic, “solo eso”. Y es más que suficiente para quien sepa interpretar la partitura del ser desubicado, de la astilla.
Mitad poemario, mitad diario, Días de ruta es un canto a la vida, a la verdadera vida: la que cada uno se inventa, la que cada uno quiere vivir, la que fuerza al extrañamiento de la podredumbre que nos rodea.
La ignominia.
La ceguera.
La incomprensión, el egoísmo, la envidia.
El fracaso social...
Todo aquello que nos pudre, pero nos permite seguir soñando...
La carretera. El desierto. La huida.
Desde la realidad a la ensoñación, desde la sociedad a la naturaleza. El bosque cuajado de hongos en primavera o en otoño es el refugio, la salida con el amigo a recorrer trochas y sendas, la búsqueda del rayo verde en la playa más desierta, la satisfacción de la vida. Porque eso es la existencia, hasta el último jadeo, el último "latido". Como el mismo Vicente Muñoz Álvarez escribe a veces en sus mensajes: prepárate para lo que viene: “pura vida”.
Esteban Gutiérrez Gómez, del blog Bacovicious.
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