si tuviera que escoger (y los escojo) algunos grupos y discos españoles de mi iniciación, principios de los 80, chupas de cuero, buggies de colores, plena movida madrileña, recién salidos de la dictadura y la transición, ahí están y estarán siempre los mismos: Que Dios reparta suerte, de Gabinete Caligari, pura sangre y pasión, La Frontera, de la banda del mismo nombre, y El Acto, de Parálisis Permanente... escuchad, hermanitos jóvenes, vosotros que todo lo estáis descubriendo, esos tres discos, su sencillez y ferocidad, el nervio que llevan por dentro, sin prejuicios ni complejos, a ver cómo los encajáis... porque nosotros, hijos sietemesinos de la democracia (tan de moda ahora que Suárez, su abanderado, ya está muerto), lo hicimos como maquis en las trincheras, recién salidos del cascarón, fascinados y arrebatados (siempre presente Iván Zulueta), sabiendo o intuyendo que no eran como los demás, que estaban marcando una época, allí me recuerdo, videándoles en directo en la Tropicana y en la Mandrágora y en el Toisón, con mi peña de colegas y moteros y pandilleros, sintiendo que algo nacía y crecía por dentro, una semilla (poesía o anarquía, yo qué sé), y que los tiempos, los nuestros (no los de Dylan ni los de Serrat) estaban cambiando, no eran ya los rockers ni punkis ni heavys ni mods, eran grupos españoles y castizos, frikis a más no poder, con sus limitaciones, sí, pero irrepetibles, y tantos otros: Polanski y el Ardor, Derribos Arias, Glutamato Ye Ye, Ilegales, Eskorbuto, Kaka de Luxe, Siniestro Total, Radio Futura, Sindicato Malone, Decibelios, Loquillo y los Trogloditas, Las Vulpes y etc etc (por no hablar de los de esta ciudad: santísimos Cardiacos y Deicidas y Abogado del diablo y Flechazos o Positivos), pero sobre todo esos tres, Gabinete y Parálisis y La Frontera, diecisiete o dieciocho años, buscando desde niño la perla, y casi que me la encuentro allí, en el fulgor de aquellas noches mágicas de Toisón, leyendo a Lovecraft y a Poe y quemando la farra leonesa, cómo brillaban entonces los bares, qué bien lo pasamos, cómo la preparamos y qué auténtica era (o nos parecía) entonces la fiesta...
por todos vosotros
queridos drugos
brindo
Vicente Muñoz Álvarez
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