Deliciosamente bizarra y marciana, y más rara que un perro verde, El hombre anfibio (Человек-амфибия, 1962), de los directores rusos Vladimir Chebotaryov y Gennadi Kazansky, es un híbrido de diversos géneros, piratas, fantástico, cine social y de aventuras, que deslumbra por su exuberante escenografía y puesta en escena, su disparatado argumento y, muy en especial, su fotografía colorista y chillona, que confiere a la película un aire pintoresco como pocas veces se ha visto en pantalla.
Basada en una novela de Alexander Beliayev (el llamado Julio Verne ruso), El hombre anfibio evoca al mejor cine de aventuras anglosajón (Moby Dick, La Isla del Tesoro, 20.000 leguas de viaje submarino, El temible burlón) y a las producciones de serie B de la Hammer, sin renunciar a la denuncia social, la utopía y el melodrama, dando como resultado un film hipnótico e inclasificable, como de ensueño de opio o fantasía futurista, con un encanto kitsch innegable.
Prácticamente desconocida fuera de sus fronteras, la película fue sin embargo la más vista en la Unión Soviética el año de su estreno (nada más y nada menos que 66 millones de espectadores), y pese al paso del tiempo, precisamente por su atemporalidad, sigue fascinando como pocas.
Otra joya del cine fantástico a reivindicar.
Vicente Muñoz Álvarez
El hombre anfibio in You Tube:
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