La obra poética de Vicente Muñoz Álvarez, poeta, narrador, ensayista y editor leonés comienza en 1998 con un pequeño libro en formato 10×14 cm. que apareció con el título de Buscando la luz, dentro de la colección Vinalia Bolsillo, del que era el número 1, colección nacida al amparo de la revista Vinalia Trippers. Esta obra seminal de lo que posteriormente sería Del fondo, publicada también por Vinalia Trippers producciones en 2018, es una “pesadilla a caballo entre el mito religioso y el horror genético que, mediante secuencias alternadas, reconstruye la decadencia de una civilización que bien pudiera ser la nuestra” (de la contraportada de Buscando la luz). Del fondo se convertirá en verdadero buque insignia dentro de la producción del autor, con una edición muy cuidada en papel de alta calidad y con ilustraciones de Andrés Casciani que abarcan cada una de las páginas del libro. Se trata de un descenso alucinatorio hacia el infierno personal que se vuelve tangible con las ilustraciones. En la palabra y la imagen el mundo se deshace hacia formas muchas veces conocidas, predomina lo antropomórfico sobre cualquier otra referencia, pero siempre disolviéndose, transformándose, envuelto en un aura de oscuridad que otorga una personalidad propia al infierno personal que nos muestra Vicente, aunque este infierno se encuentre en la propia cabeza del personaje principal. Nos encontramos ante un libro de poesía narrativa que participa de los principios dantescos del infierno, del viaje iniciático, aunque aquí más alucinatorio que intelectual. En esta obra es fundamental cómo la carne es lo único que queda, el alma desaparece y es esa carnalidad la que define al hombre. Todas las respuestas se hallan en Yillmora, el lugar de los antepasados, y por paradójico que parezca el cuerpo se renombra a través del recuerdo. Aunque es un lugar donde no se ha perdido la esperanza. Quiero introducir aquí uno de los recursos más recurrentes a lo largo de toda la obra de Vicente Muñoz Álvarez, la antítesis, que en esta obra se convierte en motor de su creación. Nuestro viajero no es más que la reproducción de una dicotomía a nivel estructural: la realidad oscura, dura, recién parida del pensamiento de Lovecraft o del mismo Aleister Crowley aparece opuesta a la promesa futura del predicador, el regreso a Yillmora donde lo mítico se mezcla con el disfrute de la carnalidad. Y es este el punto crucial de Del fondo: una crítica a todo intelectualismo que trate de oponerse al sensualismo. La negación del cuerpo lleva a las peores letrinas del alma, a los abismos más insoldables, rechazar la carnalidad, la renuncia del Carpe diem, solo puede llevarnos a engendrar un nuevo cuerpo sufriente, doliente, al más puro estilo de los santos martirizados. Yillmora no es nada más que una idea en la mente de los habitantes del túnel, y mientras tanto el laberinto, su hábitat, fagocita de tal manera sus cuerpos y sus mentes que acaban olvidándose de lo que eran: pura vida.
Tras Buscando la luz, el autor leonés publica Canciones de la gran deriva, con una primera edición en el Ateneo Obrero de Gijón en 1999 y una posterior reedición ampliada en Origami el año 2012, que vio dos ediciones. Se trata del retrato de un momento, de un lugar, de una persona, predomina la poesía de carácter narrativo y el análisis social. El mundo, la sociedad analizada es a la vez interior y exterior, introspección y extroversión a partes iguales. Estos dos mundos, este microcosmos y a la vez macrocosmos personal se dan la mano en el poema central “En el puerto”. Estamos ante una voz poética dominada por la náusea de existir, que encuentra la belleza en lugares donde otros poetas nunca la buscarían. Esta voz tiende a la sencillez formal, voz despojada que calificaría de metafísica en algunos momentos. Canciones aparece marcado por el paso del tiempo y el peso que el presente y el pasado pueden tener sobre el futuro, cómo las opciones vitales no pueden llenar el vacío existencial del poeta.
En el año 2000 publica de nuevo en la colección Vinalia Bolsillo, el libro titulado 38 poemash. Edición numerada de 300 ejemplares. Son 38 poemas breves, de los que 24 aparecerán posteriormente en la segunda parte de Privado. En palabras del autor: “Jugando un poco con la polisemia del título: Poemash, poema quemado / abrasado roto / calcinado // hecho cenizas. “
Tras cinco años dedicado a la prosa y a la edición aparece su cuarto libro de poemas, Privado en la editorial Baile del Sol. En línea con la obsesión del autor por el tiempo o la memoria como losa absoluta del presente. Se nos invita, recogiendo el tópico del Carpe Diem, a vivir el presente desde la pluralidad de vidas que nos quedan dentro. Pero el pasado siempre está ahí, desde la ironía con que ve la niñez, la realidad se convierte en un sueño y el poeta trata de huir del tiempo, del spleen que nos marca. Pero junto a este spleen vuelve la crítica y la denuncia social. En este punto aparece el cuerpo, primero como tumba, después como cárcel interior, para terminar transformado en templo contra la agresión exterior, será la única vía de salvación. Esta función del cuerpo constituirá una de las partes de su último libro de poemas Haga lo que haga en la tierra, Canalla, 2020.
En el año 2006 aparecen dos obras poéticas, una dentro de la colección artesanal de Ediciones 4 de agosto, titulado Estación del frío. Se trata de una selección de poemas extraídos de sus poemarios Canciones de la gran deriva, 38 poemash y Privado, además de una selección de poemas inéditos. Los poemas de la primera parte, titulada “Erosión”, antología de su producción anterior, se articulan para ofrecer una lectura propia que, en palabras de Diego Marín, prologuista del libro, “recoge el repaso a la infancia y a la juventud, con los miedos, la añoranza por el tiempo pasado, (…) sobre todo el tiempo perdido en metas absurdas como el estudio para una oposición y la evaporación de las esperanzas y el optimismo de la adolescencia”. La segunda parte del libro titulada también “Estación del frío” completan a los anteriores con una visión adulta que ahonda en las mismas conclusiones. No quiero terminar de hablar de este libro sin reproducir las palabras otra vez de Diego Marín que tan bien reflejan el espíritu de la obra de Vicente Muñoz Álvarez: “una vida rota por tantas batallas perdidas, pero que no duda en volver a levantarse para, por lo menos, escribir otro poema que merezca la pena.”
Parnaso en llamas, publicado en la editorial Baile del Sol, también en 2006. Aquí el enuii, la sensación de vacío parte de sentimientos negativos como la insatisfacción, la soledad o el resentimiento hacia una búsqueda de la luz fuera de ese interior destrozado, una luz que al final del libro es ya ensoñación. Hablamos de insatisfacción por lo que pudo ser y no fue, la soledad, los conflictos y el inevitable vacío. La espera se convierte en esperar y no encontrar. La soledad provocada por la obligación de ser todos iguales provoca una evasión hacia lo profundo. El camino del escritor no puede ser otro que crear, disentir y volar, construir su propio camino.
Seis años después, en 2012, aparece Animales perdidos. La voz poética, fuertemente autobiográfica, parte de un estado anterior: la soledad. Se rompe su mundo, la pareja, la ciudad se sustituye por el extrarradio. En este punto aparecen dos animales capitales: la oveja negra y el perro de lluvia. La literatura se convierte en oficio y salvación. Frente a la soledad, la resistencia como forma de vida. La memoria erosiona, desgasta, cansa, es el hogar del engaño, lo único que nos queda es el poema. El yo se fragmenta, se rompe, aparecen el poeta y el vendedor como trasuntos del yo poético. Este pesimismo ahonda en el texto. Todos estamos muertos y pagamos la hipoteca de estar vivos. Aunque no todo es negativo, como he dicho, el poema es salvación al igual que el amor al prójimo: dar y recibir. Llegamos así al paradigma de la libertad, dos perros vagabundos viviendo en pareja en el bosque, ajenos al mundo.
Días de ruta, publicado por Lupercalia en 2014, se convierte en la apuesta suicida por la literatura. Vivimos sin libertad, domina la ley del más fuerte, la herencia nos determina. La solución es escribir poesía o perderse en el mundo; no existen más opciones. En este punto donde los opuestos cobran todo su significado, Vicente como vendedor vive en un mundo de soledad, melancolía, frustración, donde convergen ideas recurrentes: el suicidio, la servidumbre o el miedo. Un camino equivocado donde todo se convierte en pura teleología, importa el fin, la meta. Y es este fin el que lleva al fondo, al final de ese otro, y en ese momento nace su verdadero oficio, su adicción, la escritura se convierte en embriaguez y su correspondiente resaca. Se convierte con Días de ruta en biorritmo vital del autor, el uso de contrarios nos sumerge en sus altibajos. Frente al vendedor, el poeta recicla la mugre de la sociedad, los poetas son perros de lluvia: marginados, iluminados, auténticos.
Llegamos al año 2016, momento en el que aparece la primera gran antología del autor: GAS. Antología poética personal 1999-2016, publicada en Lupercalia. Esta antología recoge cinco de sus libros anteriores: Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos y Días de ruta. Además de los inéditos: Lobos de mar y Libro de haikus. La primera parte, que recoge parte de sus libros publicados, funciona como un todo, un camino introspectivo, de búsqueda continua, podríamos decir que el gran axioma que marca transversalmente GAS es “yo es otro” y será la noche la que aporte luz y tranquilidad al poeta. La segunda parte de la antología, la que incluye sus libros inéditos, merece un análisis más exhaustivo. Lobos de mar marca un puerto de llegada. La voz poética ha pasado de estar a la deriva a ser un auténtico lobo de mar. El destino aparece marcado por las palabras, piedras que unidas dan destino a la poesía. Estamos ante un libro mucho más experiencial que el resto, la realidad es mentira y nuestra obligación es construirla de nuevo. Todo cambia a nuestro alrededor, incluso el amor. El pasado se muestra como nostalgia, lo que permanece es la tristeza que queda en el corazón. Es esta relatividad la que hace que el yo sea la única tabla de salvación frente al mundo, un yo que en su interior es una marea cambiante y en el exterior el mayor crimen hacia los demás. Debemos tener la libertad de elegir, de ser. Al final no somos más que pantalla de nuestra vida, perdemos la capacidad de ser actores. El éxito y el fracaso siempre van de la mano y oscilan. La conclusión del poeta es clara: el amor es la salvación del hombre, lo demás ceniza. Libro de haikus, recopila todos los temas que obsesionan al autor leonés: dualidad, paso del tiempo, amor, mundo, muerte… Se produce la decantación absoluta de su poesía, proceso que se inicia en el momento en que comienza a publicar sus libros de poemas. Podríamos terminar diciendo que GAS no es más, ni menos, que vida y literatura en estado puro.
Termina la producción actual de Vicente Muñoz Álvarez con la publicación en la editorial Canalla del libro de poemas Haga lo que haga en la tierra en el año 2020. Este título se inserta en la trilogía que además incluye Días de ruta y Travesía, publicada esta última en Chamán ediciones. El propio autor califica la trilogía como “…una crónica (poética y crítica) de los tiempos que corren y estamos viviendo, de la debacle del capitalismo y el desmoronamiento de la economía de mercado, y al mismo tiempo de la dinámica y sinsabores del oficio de la escritura (don y maldición), (…) el amor (y el desamor) (…) Tres libros, tres visiones, tres miradas. Y un solo corazón latiendo.” Con este libro el autor nos demuestra que su poesía tiene su propio camino alejado de todo mainstream y del ruido que se produce alrededor de la poesía. Recorrido que se aleja de modas y círculos poéticos, más atento a sus propias referencias que a sus contemporáneos, de los que se convierte en algunos momentos en verdadero crítico. Haga lo que haga en la tierra. Desde mi punto de vista, estamos ante una obra autorreferencial, un paso más allá de lo autobiográfico, que supone introducir al autor como elemento de la poética del libro. En nuestro autor además de su historia vital encontramos sus lecturas, sus referencias, su devoción por el cine. El libro se divide en cuatro partes: “Mar adentro”, “Vórtice”, “Aguas profundas” y “Llegar a puerto”. Estos títulos nos acercan a la idea de la vida como viaje, un viaje que desde la infancia vista con nostalgia nos lleva a un presente duro y afilado. Se trata de un libro que ahonda en la poética de la desnudez que busca dejar atrás todo lo accesorio, versos cortos de ritmo rápido, concisos como un disparo de adrenalina, despojados de todo lo accesorio, con escasas concesiones retóricas a excepción de la antítesis. Sin embargo, se abre en sus múltiples referencias y lecturas.
Podríamos terminar diciendo que Vicente, desde su posición de outsider de las letras, sigue defendiendo unos ideales y formas de hacer poesía que quizá le hayan alejado de cánones preestablecidos, pero que nos brinda una de las voces más originales y menos contaminadas de la poesía española actual.
Obras poéticas de Vicente Muñoz Álvarez
Buscando la luz. Vinalia bolsillo, 1998.
Canciones de la gran deriva. Ateneo Obrero de Gijón, 1999. Reedición ampliada, Origami, 2012.
38 Poemash. Vinalia bolsillo, 2000.
Privado. Baile del Sol, 2005.
Estación del frío. 4 de agosto, 2006.
Parnaso en llamas. Baile del Sol, 2006.
Animales perdidos. Baile del Sol, 2012.
Días de ruta. Lupercalia, 2014.
GAS: Antología poética personal 1999-2016. Lupercalia, 2016. Incluye poemas de los libros de poemas inéditos, Lobos de mar y Libro de haikus.
Del fondo. Vinalia Trippers producciones, 2018.
Haga lo que haga en la tierra. Canalla Ediciones, 2020.
Pablo A. García Malmierca,
en Culturamas
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