toda la mañana, tras la tempestad, sacando zapatos embarrados de sus respectivas maletas y cajas, tirando a la basura medio almacén y bregando con el agua y el lodo en el garaje, toda la mañana comprobando y pagando, en suma, la furia del temporal... pudo haber sido peor, sí, la furgo, el piso o yo qué sé (siempre, de hecho, puede ser todo peor aún en la vida, doy fe), pero la papeleta que me deja encima esta inundación es de órdago al menos, si no más: toca ahora, para variar (y volvemos siempre a lo mismo), reparar los destrozos...
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