Homenaje a ese particular subgénero cinematográfico made in Italy llamado giallo, hoy en día prácticamente en desuso, Masks (2011), de Andreas Marschall, nos ofrece un muy bien orquestado espectáculo de crímenes truculentos, una magnífica banda sonora y un guión retorcido y elaborado, además de unas logradas interpretaciones, cumpliendo sobradamente su objetivo.
Más en la línea de Dario Argento (sobre todo de Suspiria, a la que sigue de cerca, tanto en ambientación y atmósfera como en el propio argumento) que de Mario Bava, la película de Marschall nos introduce en un universo de alucinaciones psicodélicas y tenebrosas visiones, de asesinatos bizarros y pistas engañosas, con una complicada trama que se va clarificando a lo largo del metraje y un final sorprendente y estremecedor.
No abundan, desde luego, este tipo de películas en la actualidad (caben destacar al respecto El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo y Amer, de Hélène Cattet y Bruno Forzani, todo un ejercicio de estilo), y la mayor parte de los intentos que se han hecho para resucitar el giallo han salido bastante peor parados.
No es, de acuerdo, una obra maestra, pero sí un digno e interesante homenaje al género, que hará las delicias de los amantes de las emociones fuertes.
Vicente Muñoz Álvarez
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