vuelvo lentamente a la luz... lenta, muy lentamente, de entre los muertos vuelvo la luz, a fuerza de buenos amigos (y, por supuesto, madre y hermana, siempre presentes), unos y otros y otras siguen ahí, pasa el vértigo, la náusea en la garganta cesa, la cabeza hace su criba, y vuelvo a ser, contra vientos y mares, de nuevo yo mismo, no el fantasma que en los días pasados fui... el ritmo continúa, lo sé por experiencia, soy un superviviente, claro... pero a veces asfixia esta sensación de vértigo, ah, el vértigo, viejos amigos, el vértigo y yo, y los aliados que suelen a menudo librarme de él... una canción, por qué no, Autosuficiencia tal vez, de Parálisis Permanente, o Golpes, de Gabinete Caligari, viejo zorro (casi) plateado de los 80 con mis fetiches eternos a cuestas... algún día, imagino, algo de esto me tumbará, pero entretanto sigo aquí, preguntándome si soy el último habitante del planeta, el único friki y soñador... pero no, me dicen y me repito, antes que tú, desde que el mundo es mundo pasa lo mismo, suele pasar siempre lo mismo, o parecido, y nos parece en cambio que el nuestro es el único y definitivo dolor... vienen mis viejos colegas a casa, alarmados por mi ausencia, a sacarme de mí, y me levantan a fuerza hostias y palabras sabias y me arrastran al monte o en bici por la tierra y descubro todavía, en medio de la tempestad, cosas y gente que aún merece la pena y el sol sigue ahí, aunque no lo vea nítido todavía, aún sigue ahí, guiñándome un ojo (de membrillo) y brillando protector en lo alto... y sigue también, tumbada siempre a mis pies, Wendy, mi perra fiel de poder, y alguna semilla germina de nuevo, pese a esta deriva eterna (y errabunda), al fondo de mi corazón...
no todo
está perdido
me digo
a pesar
a pesar
de la avidez
de la erosión
Vicente Muñoz Álvarez
Ánimo, Vic, un abrazo cálido. Up!
ResponderEliminarTras la tempestad llega la calma, descubrimos que luchando contra viento y marea crecemos, un nuevo bagaje se atesora entre los pliegues de la piel. Más curtidos, más sabios. Sé que a veces estamos hartos de caer y levantarnos. Somos suficientemente sabios, suficientemente fuertes. No necesitamos aprender más y la vida sigue empeñada en enseñarnos a base de golpes. Otras lo que nos enseña son las caricias, el apretón de una mano, el abrazo ceñido, la complicidad de lo inesperado. Nunca es más negra la noche que antes de amanecer Vicente. A pesar de todo, la aventura de vivir merece la pena y mientras estemos aquí hay que sacarle el jugo hasta la última gota.
ResponderEliminarAnimo poeta comercial
ResponderEliminarAnimo poeta comercial un abrazo
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