Julio Iglesias, Karina, Jaime Morey, Mocedades, Peret, Sergio y Estívaliz, Braulio, Micky, José Vélez, Betty Missiego... hasta ahí recuerdo, ni antes (la edad dorada: Raphael, Massiel, Salomé) ni después (a partir de la Missiego, en 1979, con trece años, perdí el interés), pero a todos los que he mencionado sí, les recuerdo muy bien, aquellos míticos Festivales de Eurovisión de los años 70, sangre para la máquina de la dictadura, nueva carne para la de la transición, que convocaban año tras año, como pocos otros acontecimientos de entonces, a millones de españoles frente a la pantalla del televisor... entre ellos nosotros cuatro, mi familia, mi hermana, mis padres y yo, hipnotizados (como el resto de los contribuyentes) frente al tubo de rayos catódicos, tragándonos aquellas interminables sesiones y esperando y comentando (y renegando de) las votaciones (siempre injustas para nosotros, misterios del régimen) y recuentos de puntos... patatas fritas y aceitunas y pipas y refrescos y cervezas junto al sofá, y aquellas veladas inolvidables de mi niñez videando los Festivales de Eurovisión en los estertores de la dictadura, mi hermana, mis padres y yo, unidos todos por la causa... y la causa entonces eran ellos, nuestros representantes, Julio Iglesias (con su almibarada Gwendolyne, cuarto puesto), Karina (con la psicotrónica En un mundo nuevo, segundo puesto), Jaime Morey (con la casposa Amanece, décimo puesto), Mocedades (con la colosal Eres tú, segundo puesto), Peret (con Canta y sé feliz, la más divertida de todas, segundo puesto), Sergio y Estívaliz (con la inocente Tú volverás, décimo puesto), Braulio (con la chirriante Sobran las palabras, decimosexto puesto), Micky (con la enrolladísima Enséñame a cantar, noveno puesto), José Vélez (con la inefable Bailemos un vals, noveno puesto) y, la joya de nuestra (recién estrenada) corona, Betty Missiego (con Su canción, como un mal viaje de tripi, segundo puesto)... luego, a partir de entonces, llegaron el Barrio Húmedo y la Movida y Veredicto Final y mis primeros amores y la noche leonesa, que me desviaron por completo de aquellos bizarros Festivales de Eurovisión... pero recordarlos hoy es recordar, con más intensidad que con ninguna otra cosa, la familia y la inocencia y el despertar a la vida y a la transición, que al fin trajo aires y colores nuevos...
Vicente Muñoz Álvarez
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