domingo, 9 de junio de 2013

THE INNOCENTS


De entre las varias adaptaciones a la pantalla grande que a lo largo del tiempo se han realizado de Otra vuelta de tuerca, la afamada novela de fantasmas de Henry James, The Innocents (1961, traducida como Suspense en nuestro país), de Jack Clayton, es sin duda la más inquietante, la más sugerente y morbosa, y una de las películas señeras del género, por la que el tiempo (y hablamos de medio siglo) no parece pasar.

Elegante, poética y aterradora, The Innocents nos envuelve en su halo de erotismo y tragedia inminente desde el minuto inicial del metraje (con esa ominosa canción de cuna que acompaña a los créditos) hasta la secuencia final (sorprendente y reveladora), involucrándonos de lleno en el guion (de Truman Capote) y haciéndonos partícipes del juego siniestro de los protagonistas.

Como Henry James en la novela, Clayton exprime sabiamente en la película la ambigüedad de la trama, baza principal del suspense de ambas y acertada metáfora de la hipócrita moral victoriana: ¿lo que sucede, los fantasmas y apariciones que la institutriz cree ver, son reales o fruto de su imaginación, trasunto de sus propios complejos? Deberá ser el lector o espectador, según lo que interprete, el que opte por una u otra respuesta.

Deborah Kerr, grandiosa, y los niños Pamela Franklin y Martin Stephens (que recordaréis de El pueblo de los malditos), deslumbrantes, sostienen con mano firme el peso del film, contribuyendo la fantasmagórica fotografía en blanco y negro de Freddie Francis y la melancólica banda sonora de Georges Auric a potenciar la atmósfera espectral que Clayton recrea.

Para mí (y para muchos otros), una de las mejores películas de  fantasmas de la historia del cine.

Felices pesadillas.

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