martes, 4 de junio de 2013

FUGACIDAD


poco a poco, lentamente, con el paso de los días, voy recuperando mis hábitos de ensoñación tras haber finiquitado la ruta, los largos paseos con la perra al amanecer por el bosque lleno de vida, las huellas de los corzos delatando su rumbo en el barro, el vuelo elegante de los milanos sobre las colinas, los boletus ocultos en la hojarasca, los laberintos de robles y encinas, las horas de lectura y las películas de culto que tanto me gustan, los guisos pausados en la cocina, los encargos literarios pendientes, el reencuentro con los amigos y la paz del hogar... quedan atrás pues las noches fuera de casa, la monotonía y desolación de la ruta, el mundo del calzado y la crisis, los impagos, los problemas, las ventas, las noches de insomnio y los libros de duplicados, las maletas, las muestras, las cafeterías y restaurantes de carretera y el peso aplastante de este solitario oficio... poco a poco, lentamente, recupero la calma y el tono, mis viejas costumbres, la ilusión por las cosas, los futuros proyectos, los días de playa en la furgo a la vista, el tacto suave de la piel de mi chica en la cama, su dulce ensoñar, los bares y los ultramarinos del barrio y el vuelo raso de las cigüeñas sobre nuestro balcón... al tiempo que, pacientemente, voy conformando en la terraza la huerta, algo sencillo esta vez (la cosa no da para más, pero es suficiente, me digo), tomates, pimientos, lechugas, hierbas aromáticas y tila, todo en macetas, mezclando humus y sustrato, sintiendo la caricia ancestral de la tierra en mis manos y trasplantando cuidadosamente los pequeños esquejes... mientras los días se hacen ostensiblemente más largos, luminosos, templados, más nítidos, estos diáfanos amaneceres, el cielo protector, el sol brillando en lo alto, los grillos chirriando al anochecer, el invierno que de nuevo queda atrás, el ciclo inequívoco de las estaciones... 

como las nubes

fugaces
e intangibles

sobre nuestras 
cabezas

pasan los días

v

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