Como con una especie de magdalena de Proust horneada a mi justa medida, los pelos se me erizan como escarpias al videar de cuando en cuando, en mis días nostálgicos, esta película, Cría cuervos (1976), de Carlos Saura, que me retrotrae a mi más temprana y contradictoria infancia, llena de merodeadores y miedos, al más puro estilo de la transición, y sobre todo al escuchar, como llegado de otro planeta, ese entrañable tema evocador de Jeannet, Por qué te vas, símbolo naif y melancólico de mi generación...
Decía el otro día que siento especial fascinación por las películas de Saura de esta década, mediados de los 60/70, pero Cría cuervos, en especial, me traslada empáticamente a otro mundo y tiempo, una infancia/adolescencia de penumbra imprecisa, no sé si terrorífica o mágica, en la que comencé a forjarme como rebelde (según Arturo Barea) y persona.
Todo lo representativo de aquel período, de una u otra manera, está aquí: la mujer maltratada y servil, el adulterio, la dictadura, la represión, el engaño y la hipocresía, los sueños rotos, los fantasmas y traumas infantiles, la traición y la caspa, la vanguardia y la modernidad, el terror (más que en muchos otros films de género), los complejos, los juegos solitarios, el odio y la ternura, la sinrazón y la naúsea, el extrañamiento y la muerte...
No sé qué tienen estas películas setenteras españolas de autor (con Saura, indiscutiblemente, a la cabeza), pero hay algo en ellas que a mí personalmente me toca fibras ocultas y me traslada a un tiempo que aún hoy, casi cuatro décadas después, no sé cómo ni dónde, dentro de mi educación sentimental, encuadrar...
Cría cuervos, en concreto, es una maravilla de elegancia y saber hacer, de genio y personalidad, en una época en que los dramas rurales y las comedias frívolas copaban el mercado cinematográfico de este país, un legado de 40 años de dictadura mal digerida y un modelo de realismo onírico a la española que, al menos a mí, me sigue estremeciendo con muy extraños y particulares latidos.
Impresionante Ana Torrent, magnífica autoría de Saura, secundarios de lujo (con una Florinda Chico que ya quisiera Fellini) y una atmósfera ominosa y decadente, como el fin del régimen, que se te clava como una daga en el corazón, además, por supuesto, de ese tristísimo y obsesivo tema de Jeannete, Por qué te vas, que no lograrás sacarte, pese a lo facilón, durante mucho tiempo de las neuronas.
Para videar con calma y criterio una y otra vez.
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