Coronando el cementerio se erguían las ruinas de una extraña construcción, una especie de eremitorio gótico devorado casi en su totalidad por la maleza. Tras circundar sus muros y comprobar que no existían más accesos, descendí por unos escalones que se perdían en la oscuridad de un subterráneo. Casi a tientas me adentré en una cámara de techo abovedado por la cual se deslizaban grandes ratas y llegué a una cripta en la que algunos sacerdotes oficiaban una ceremonia antigua. Uno de ellos se acercó para explicarme los arcanos de sus ritos y mostrarme aquellas ruinas. Caminamos un buen trecho por angostos pasadizos iluminados por antorchas que distorsionaban nuestras sombras. El aspecto del prelado era funesto, embutido en una toga de satén que acentuaba las curvas de su cuerpo y tocado con un bonete que ocultaba en parte su rostro. Parecía impaciente por poner fin a aquella visita, mientras pormenorizaba entusiasmado los detalles de aquel culto siniestro.
Fue al regresar a la cripta principal cuando sentí algo desgarrando dolorosamente mi espalda. Mi acompañante se ofreció raudo a extraerme aquel objeto jaspeado que, una vez en sus manos, engarzó junto a otros parecidos de una cadena que pendía de su cuello. Y por su esperpéntica sonrisa comprendí que ése precisamente era su precio y que, de algún modo, un inquebrantable lazo me unía para siempre a aquella orden blasfema.
Vicente Muñoz Álvarez, de Marginales (Eje Ediciones, 2008).
Ilustraciones by Mik Baro.
Hola Vicente ! que tal va todo ? Soy Marcos el autor de Valhallagate :)te mande unos mails pero no tengo ni idea si los recibiste ... a ver si hablamos pronto ! un saludo !
ResponderEliminar