A Nick Belane
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Me estaba suicidando trago a trago cuando aquella mujer llamó a la puerta.
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Mi chica se había ido de casa el mes pasado. Había perdido el trabajo, no teníamos dinero, no follábamos y cada uno bebía por su cuenta. Hasta que una mañana se levantó y me dijo: Mira V, ya no aguanto más, no puedo seguir así, me voy... Aunque yo no contesté. Me quedé tumbado en el sofá apurando un vaso y observándola mientras recogía sus cosas. Y allí estaba, con sus tacones altos sobre el piso martilleándome las sienes. No podía aguantarlo, sus tacones, su jodida manía de andar siempre en tacones, en bragas y sujetador con sus tacones... Al principio me hacía gracia, la cosa, me parecía sofisticada, su manía, y me estimulaba verla así. Llegaba de trabajar y me la encontraba medio desnuda y con zapatos, y eso me excitaba. Bebía fuerte con ella y follaba hasta perder casi el sentido, obsesivamente, como si mi vida entera dependiera sólo de eso... trabajar, beber, follar sin pensar en otra cosa, como un desesperado, sin concesiones, sin pasado, sin futuro, sin recuerdos, sin identidad... Cuando todo empieza a hundirse a tu alrededor, sólo queda escoger un buen modo de olvido: las mujeres, el sexo, la bebida... o la religión, el yoga, el zen... Yo soy más bien del primer grupo... soltero, casado, separado... da lo mismo, la vida sigue un curso, sólo hay que esperar, acumular créditos, cavar fosas, llegar en todo siempre hasta el final...
El caso es que un día me largaron del trabajo y aquellos malditos tacones me empezaron a martirizar... No podía aguantarlo... Y ella no quería oir ni hablar del tema... Nos fuimos distanciando poco a poco, cada uno bebiendo por su cuenta, encerrándonos en nosotros mismos, hasta aquella mañana en que al fin se fue de casa y pude respirar... Como suele ser siempre el amor... tan perfecto, exclusivo, tan rodado... pero al cabo del tiempo un gran vacío, otra mentira más... Y yo bebiendo solo en el apartamento, muriendo día a día, envejeciendo, mirando al techo entre montones de basura, rodeado de latas y botellas, asomándome a la ventana, pensando en la caída, midiendo la distancia, el color de las baldosas, las nubes, trago a trago, cayendo cada minuto un poco más...
El caso es que un día me largaron del trabajo y aquellos malditos tacones me empezaron a martirizar... No podía aguantarlo... Y ella no quería oir ni hablar del tema... Nos fuimos distanciando poco a poco, cada uno bebiendo por su cuenta, encerrándonos en nosotros mismos, hasta aquella mañana en que al fin se fue de casa y pude respirar... Como suele ser siempre el amor... tan perfecto, exclusivo, tan rodado... pero al cabo del tiempo un gran vacío, otra mentira más... Y yo bebiendo solo en el apartamento, muriendo día a día, envejeciendo, mirando al techo entre montones de basura, rodeado de latas y botellas, asomándome a la ventana, pensando en la caída, midiendo la distancia, el color de las baldosas, las nubes, trago a trago, cayendo cada minuto un poco más...
Hasta que aquella mujer llamó a mi puerta...
(Continuará)
Vicente Muñoz Álvarez, de Resca/Hankover. Un homenaje a Charles Bukowski (Caballo de Troya/Mondadori, 2009)
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