acostumbrado a la férrea disciplina de los P.P. Agustinos durante más de una década (desde los cinco a los diecisiete años: de párvulos a selectividad), la Universidad, donde no era obligatorio ir clase y se podían conseguir sin dificultad los apuntes, fue una especie (otra) de liberación... apenas pisé el Campus el primer curso, después de asistir a algunas clases y aburrirme como nunca antes, ni siquiera en el colegio, lo había hecho... oh, la Facultad de Derecho... qué rancio aroma a podrido, qué compañeros más austeros y formales y anodinos y circunspectos (a diferencia de los de Biológicas o Veterinaria, mucho más hippies y enrollados), qué jerga tan imposible aquella, la jurídica, qué asignaturas tan densas y tediosas (Romano, Natural, Político, Civil), qué complicado me resultaba entenderlas y, lo más importante (en realidad lo único importante), memorizarlas... eran los tiempos, además, de Veredicto final, mi banda de rock, de la Movida y la noche leonesa, y de mis primeros amores e intensas lecturas e intentos de escritura, y me planteé muy seriamente dejarlo... pero el caso es que, más por no contrariar a mi familia que por ninguna otra cosa, no lo dejé, y contra viento y marea seguí allí, en la Facultad, estudiando Derecho, hasta que siete años después, con muchos desvelos y resacas a cuestas, obtuve la licenciatura... todo ello para tirarlo todo por la borda tiempo después, tras otros tres años de preparar oposiciones y hacer la P.S.S. (Prestación Social Sustitutoria: de la mili) y ponerme a vender zapatos con mi padre... este es mi hijo, que estudió Derecho y se torció por el camino, solía decir para presentarme a los clientes las primeras campañas, y yo me lo tomaba muy a pecho y le decía que no era verdad, que había terminado la carrera y que eso no era exactamente torcerse por el camino... más bien, pensaba y pienso, me enderecé por el camino... comprendí que ese, el Derecho, no era mi mundo ni espíritu, y decidí, como desde entonces he hecho siempre, seguir mi propio camino...
Vicente Muñoz Álvarez,
de Regresiones (Lupercalia, 2015)
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