ANSIEDAD
puede ser una pesadilla, sí, a menudo una atroz pesadilla, lo que me hace despertar así, ansiado y descontrolado y neurótico, o pueden ser también esos versos imposibles que no casan, los dichosos versos, o las viejas pelis de terror que video medio ensoñando al anochecer, o mi pie izquierdo al rozar el suelo frío de la habitación algunas mañanas, o los aullidos de ese perro encerrado que se asemejan a agonizantes gemidos, o el maldito deber sin cumplir, el que yo mismo me invento, o la sensación de impermanencia y vacío, de que nada perdura y todo se acaba y me falta tiempo, o la ruta de calzado que a punto estoy de comenzar, unida a esta crisis perversa, o alguna canción que me agita hasta el tuétano en algún momento del día, o también la edad de mis padres, lo que les pueda pasar, o a veces los fantasmas de antaño y las servidumbres presentes, sí, vender zapatos, el cambio de muda y de piel, o puede ser, por qué no, mi hipertensión crónica, o quizás sólo el cansancio, lo más probable, o el aluvión de recuerdos que a menudo me nublan la vista, o tal vez mi hipocondría congénita, cómo tendré la sangre, el temor a las agujas, si estaré en el fondo bien, o puede ser sin más mi tendencia a replantearme continuamente las cosas y reconcomerme las entrañas por dentro, a psicoanalizarme y pedirme cuentas y necesitar tener todo perfectamente hilvanado, pero lo cierto es que la ansiedad está ahí, como una tenia, como una bestia al acecho, como una maldición, diciéndome te falta esto o lo otro, agitando mi tensión en las venas, y yo lucha que te lucha por encontrar mi equilibrio y aplicar todas esas lecturas de los maestros antiguos, Castaneda, Osho, Buda, Krishsnamurti, a mi nerviosismo innato, mientras camino con mi perra a toda velocidad por el bosque intentando sosegar mi conciencia para regresar puro y limpio a mi casa, en lugar de estresado y convaleciente y nostálgico...
tranquilo
me digo
todo va bien
todo está bien
mientras
los pájaros
ajenos
a mi debacle
se funden
instintivamente
en el horizonte
y el cielo
HIPOCONDRÍA
cada vez más
hipocondríaco
pensando en todas las enfermedades habidas y por haber, en que casi todas podría tenerlas yo, el hígado tocado algunos días, los riñones otros, los pulmones siempre, la tensión por las nubes, la espalda y el cerebro roto, diabetes, hepatitis, colesterol, ácido úrico, trastorno límite de personalidad, problemas de integración, extrañamiento y deriva, falta de perspectiva, síndrome de inadaptación, colon irritable, reuma, artritis y cefalea... cualquier dolencia que leo o me impresiona se traslada empáticamente a mí, como una esponja absorbo cualquier enfermedad, me abruman todas las noches pesadillas extrañas, pienso en el fin de los días, en que se acaba el tiempo, en la fugacidad de la vida y en la debilidad del cuerpo... esta mañana, en el hospital, al ir a tomarme la tensión y pedir mis pastillas, carteles anunciando todo tipo de males, campañas de vacunación, gente atestando el ascensor y las salas de espera, oliendo a sudor y miedo, buscando cura y consuelo, y yo en medio del caos encarnando subconscientemente todas las penas del mundo hasta que el doctor, tras la medición, me dice que todo va bien, al límite pero bien, relativamente bien... y entonces respiro hondo y bajo corriendo las escaleras y salgo suspirando a la calle y me digo que por hoy ya está bien, basta ya de aprensiones, vale ya de tragedias, la sangre sigue fluyendo, el corazón bombea y es hora de sentarme a escribir para renacer de nuevo de mis propias cenizas...
VACÍO
días de angustia en los que se te desgarra el alma, como si te arrancaran a mordiscos el corazón, y una pena profunda lo envuelve todo, el mundo teñido de gris, la vida rota y el cerebro herido, sin que en el fondo sepas por qué, sin que aparentemente haya motivos, cuando todo va bien pero intuyes (y eso es lo que más duele) que tu cabeza, sólo ella, te está jugando una mala pasada, quizás porque se ha cansado de ti, de tus hábitos y tu rutina, y necesita acción y evasión, alimento para el espíritu, y se rebela y convierte en tu peor enemigo, un monstruo que nunca se sacia, con nada se llena y te devora como una alimaña por dentro... días espesos, vacíos, de asfixia y espera, que se clavan en la piel como espinas, que enturbian los ojos, que estrangulan, que oxidan, días de naufragio y deriva en los que no sabes qué hacer, nada te ayuda, todo se vuelve en tu contra, ni películas ni paseos ni sexo ni libros ni fiesta ni amigos, con nada te relajas, interrumpes la lectura, paras la película, das cientos de vueltas, no te sirve fumar ni beber ni ensoñar porque es como si estuvieras aletargado o muerto, sin ganas de nada, sin moral para nada, sin entender nada salvo que algo por dentro te escuece y no sabes cómo aliviarlo, un malestar profundo y tenso, muy tenso, tanto que parece que todo a tu alrededor, de un momento a otro, fuera a estallar... por no hablar de tu baja autoestima, tal vez ahí esté el germen de todo, piensas, lo que esperabas del mundo no llega, lo que te propusiste alcanzar se esfuma, el sol de julio aplasta, la piscina está llena, no sirven los bares, la calle, el humo, el mal está dentro, pasará, como ha pasado otras veces, pero ahora mismo te quema y sabes que en el fondo (y eso es lo que más duele) sólo es tu cabeza, eres consciente, así que párala, te dices una y otra vez, no pienses en nada, lo has leído cien veces, sabes bien la teoría pero algo te impide aplicarla, lo ves todo oscuro, te sientes daltónico o ciego, es el calor, te repites, así te consuelas, cuando en realidad sabes que el mal está dentro, que eres tú el culpable de todo, tú manejas los hilos, eres la mano que mueve las piezas, pero se te escapa a borbotones la vida como se consume un cigarrillo, imperceptiblemente pero dejando huella, calcinando tus pulmones y envenenándote la sangre en las venas... que tienes que contarlo, escribirlo, expresarlo, sacarlo fuera, es lo único que te puede salvar, lo has hecho otras veces, sentarte a escribir y canalizarlo hacia afuera, ahí está el quid de la cura, la forma de sanar por dentro, pero las palabras se enredan, no suenan, se enfangan, no encajan, huelen a rancio y podrido y lo dejas todo de nuevo, todo lo dejas una y otra vez y sólo te queda moho en las entrañas, cenizas, sólo te quedas tú, consumido y vencido, aunque sólo por un tiempo, esperas, sólo hasta mañana o pasado, cuando descanses y duermas, cuando el amanecer te ilumine, cuando el amor te redima, cuando la vida te vuelva a llenar...
cuando se pase
otra vez
este tremendo vacío
MAGIA
aunque están luego esos otros días, los del renacer, que dan sentido a la vida, llenos de luz, plenos e intensos, en los que todo encaja de nuevo, la sangre fluye en las venas, el alma descansa, el cuerpo no pesa, tu mirada ilumina, días de vino y rosas que devuelven la fe, milagros para los sentidos... y entonces sí, como por arte de magia (y eso es lo que más desconcierta), las palabras sí suenan, se apoyan, van de la mano, el enemigo se oculta, cesa la angustia, se acallan las voces, las dudas se aclaran, se extingue el fuego... por qué antes no y ahora sí, cuál es la clave, te preguntas, pero no encuentras respuesta (y eso es lo que más desconcierta), quizá tus biorritmos, tu esencia, tu forma de ser, aunque hacer preguntas no es el camino, se trata sólo de vivir el momento, no pensar, sólo sentir, como si cada minuto fuera el último y se acabara el tiempo...
no apegado a nada
equilibrado
& sereno
integrado de nuevo en ti
Vicente Muñoz Álvarez,
de La locura
(Neurótika Books, 2015)
Textos extraídos de Días de Ruta
(Lupercalia, 2014)
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