«Hay días en los que / no puedo escribir. / Entonces vomito / y luego corrijo...». Esta cita de Mario Crespo que abre Viscerales es toda una declaración de intenciones de este volumen en el que Crespo y José Ángel Barrueco reúnen cuarenta textos que proponen el vaciamiento como motor creativo. Los dos antólogos reúnen a figuras tan conocidas y reputadas en el panorama literario actual como Enrique Vila-Matas, Montero Glez o Karmelo C. Iribarren con nuevas promesas como Déborah Vukušić y escritores noveles y bloggers que comparten esa visión de la escritura como desahogo como Marta Fernández La Bohe.
En esta literatura visceral que proponen Crespo y Barrueco predomina la narrativa breve, pero también hay hueco para pequeñas piezas teatrales de un acto (“En el hotel” de Roxana Popelka) y la poesía (sin duda, una de las mejores piezas del libro es el melancólico poema de Iribarren “Los días normales”). Asimismo, se convierte en punto de encuentro de distintas influencias que van del movimiento beat (“All my friends were vampires” de Javier Esteban) al realismo sucio (“Barrizal” de Kutxi Romero) pasando por la escritura confesional (el espléndido “Alta tensión” de Vicente Muñoz Álvarez).
Pese a la irregularidad del conjunto, no se puede despreciar la heterogeneidad de Viscerales ni su intento de alejarse de los convencionalismos literarios. Como afirma Barrueco en el epílogo del volumen, la escritura visceral consiste en «desatar los instintos, en escribir desde el estómago y el corazón, arriesgándolo todo a un naipe», por lo que no es de extrañar que muchos de los relatos parezcan escritos a vuelapluma. La escritura automática y el monólogo interior son algunos de los recursos utilizados en unos relatos que huyen de la neutralidad y de lo racional en busca de ese vaciamiento literario que conduce a la escritura visceral.
La voz de estos autores es un grito que sale de sus entrañas, un grito que utiliza un lenguaje crudo y que no respeta convenciones sociales ni gramaticales. Así, la escritura se presenta como una experiencia liberadora y catártica, un desahogo y una forma de ajustar cuentas con el pasado (“Porque okupé en Londres” de Ana Pérez Cañamares), la sociedad (la violenta anarquía de “Casadas con Hollywood” de David Refoy) o el amor (el elíptico “15 apuntes para la autodestrucción o la autodestrucción de D. V.” de Déborah Vukušić). La furia con que estos autores escriben sus relatos se traduce en un vigor narrativo que deja sin respiración al lector, como el rabioso y brillante in crescendo final de “La gaviota” de Francesco Spinoglio o el trepidante y lisérgico “Reliquias y jorobas”, en el que Patxi Irurzun revisita al Hunter S. Thompson de Miedo y asco en Las Vegas.
Los autores de la antología de Crespo y Barrueco no intentan justificar a sus personajes, que aman y odian, se enfurecen y se desesperan desde el corazón. Esa es la esencia de una antología que transita por caminos ya recorridos, pero marginados por el actual mainstream de lo políticamente correcto. Si bien es cierto que no toda la escritura visceral es buena (más bien al contrario), Viscerales es una buena invitación al lector a sumergirse en esta colección de pequeños apocalipsis íntimos, desgarros del alma y rabia desatada.
Ricardo Hernando, La Crónica Cultural.
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