lunes, 20 de julio de 2009

JACK KEROUAC: La terapia del camino.


Soñé que yo era Jack & Neal se agitaba frenético sobre el volante a cien por hora riéndose & gritando: sabemos cómo es el tiempo & sabemos que todo va realmente bien, mientras fumábamos & bebíamos & los campos se deslizaban lánguindamente en la llanura como lagartos verdes bajo el sol. Soñé que yo era Jack & latía en mi pobre corazón toda su pena & mis lágrimas iban llenando una petaca de cuero para Neal, que apuntaba con su cigarro de yerba a las colinas. Entonces vimos por el retrovisor de nuestro coche al Capitán América en su moto & después a un toro & a un torero & a un hombre que se arrancaba los dedos de los pies con dos tenazas. Mientras el sol se desangraba sobre el ruedo & el viejo Bill disparaba con su rifle a las palomas & Neal seguía gritando: sabemos cómo es el tiempo y sabemos que todo va realmente bien.

V.M.A.

Si existe un libro que represente hasta sus últimas consecuencias el espíritu de la llamada Generación Beat, ese libro es, sin duda alguna, En el camino, de Jack Kerouac. Sobre él se han escrito ya ríos de tinta, más aún en un tiempo como el que vivimos, que parece no dejar muchas más alternativas a los jóvenes que las propuestas cincuenta años atrás por Jack y Neal. Una generación que, en palabras de Allen Ginsberg, tuvo como fin oponerse a la mecanización de las almas, no puede estar, efectivamente, demasiado alejada de la que actualmente vivimos, regida por la competitividad y el tecnicismo y aquejada de una total falta de espíritu. De ahí, supongo, el creciente intererés que suscita todo lo relacionado con los beat.

Desarraigados, desmotivados, inconformistas, golpeados, reaccionarios, los beatniks encarnaron a mediados del pasado siglo los compromisos más transgresores de su generación. Fueron, por decirlo de algún modo, los chicos malos del Tío Sam, los alcohólicos, los noctámbuos, los subversivos, los hijos del asfalto que, incapaces de realizarse en una sociedad como la norteamericana, poetizaron para resarcirse su lado más oscuro. Pero, a diferencia de otros muchos, lo hicieron desde dentro, desde su propia piel, consecuentes en sus vidas con los postulados de su obra: el escapismo mediante las drogas, el budismo zen, la desconexión de la moral burguesa y la concepción de la escritura como un acto de creación espontáneo (entroncando así con la improvisación del jazz y el bop).
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Y todo ello, al menos en gran parte, por mediación de Jack Kerouac y su novela On the road, manifiesto y biblia indiscutible de los beat.
¿Cuáles son, pues, los distintivos de este libro? ¿Qué claves contiene? ¿Qué le hace exclusivo, hasta el punto de eclipsar obras mejores de su autor?
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El argumento es bien sencillo: Sal Paradise (Jack Kerouac), tras una crisis personal (algo relacionado con la sensación de que todo había muerto), conoce a Dean Moriarty (Neal Cassady) y emprende con él un viaje sin rumbo por todo el continente americano buscando sexo, droga y diversión. Punto final.
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Pero En el camino es más que eso: el retrato de una juventud en vías de desintegración moral que indaga desesperadamente en los vacíos de su identidad. La carretera no es más que una metáfora, un viaje hacia la más confusa oscuridad del ser. Y el recorrido caótico de Jack y Neal, su peregrinación, una especie de búsqueda evolucionada del Santo Grial.

Lo demás, en el fondo, son excusas, decorados, trucos contextuales.
En tal sentido, En el camino es una novela existencial, su motivación de fondo es la misma naúsea que describe Sartre, esa fatiga de estar vivo que para los hipsters redime sólo el movimiento. Con lo cual, desde ese punto de vista, la carretera simboliza una terapia, una cura milagrosa frente al tedio.
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No es de extrañar, por todo lo dicho, que ante premisas de esta índole la novela conectara (y siga conectando) muy especialmente con los jóvenes, sumidos por naturaleza en un perpetuo conflicto de valores y metas.
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Con todo, On the road no es la mejor novela de Kerouac (ni posiblemente Kerouac el más brillante de los beatniks). Carece de la desoladora fuerza emotiva de Los subterráneos, de la intensidad de Los vagabundos del Dharma, o de ese estilo jazzistico y sincopado de Visiones de Cody, que le consagró como heredero literario de Charlie Bird Parker. Su magnetismo reside en su espontaneidad, en su aparente sencillez, en su clarividencia: esa fluidez al describir estados anímicos y sentimientos que ningún otro escritor de su generación logró plasmar con tanto acierto, esa beatitud de espíritu para transformar sensaciones en palabras que sólo Jack Kerouac supo alcanzar.
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El 21 de octubre de 1969, después de haber recorrido no pocos caminos y amanainado el temporal de mil resacas, Kerouac murió a causa de una hemorragia interna. Dejaba a su espalda algunos libros inmortales, la semilla de una revolución cultural incipiente y una biografía de leyenda. Aunque la crítica aseguró que se trataba de una moda pasajera.
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Hoy, cincuenta años después de su publicación, En el camino es uno de los libros más leídos y admirados en las Universidades de habla inglesa, y el nombre de su autor figura en la lista de los escritores norteamericanos más importantes del pasado siglo.

Una vez más, afortunadamente, los críticos de la época se equivocaron.


Vicente Muñoz Álvarez, de El tiempo de los asesinos.

1 comentario:

  1. Cuando leí En el camino hace un año, como una deuda existencial descubri que podía desgarrar las tibias nubes de la nausea, hice unos dibujos de ruta por Real de Catorce y camine por la Comala de peyotes, el Wiricuta, senti que la tierra se hacia de silencios y pude encontrar mi lugar dentro de este espacio, el plano de mi existencia como si pudiera caminar por las paredes de mi cluastro y estar de momento en un aleph, pinte el sueño y me vi con el sabor de las uvas de ira caminando rumbo a California, ver en lo limpio del paisaje desierto la ruta 66, nacidos por la ruta libre atravezando de costa a costa la miseria hasta convertirme en el extranjero y dar un balazo no al otro sino a la insoportable levedad, deje el pincel, derrame la leche sobre el pasto verde y regrese dentro de mi casa de madera en el campamento ferrocarrilero, vi a Demetrio Vallejo siendo un Dean Moriarty

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