pienso en las vegas y en tul rojo / en un cura parecido a elvis / y en only fools rush in // una prostituta negra y tres ludópatas / y la vieja del órgano tocando a johnny cash / como testigos mudos de la locura //
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Vukušić
Qué a gusto estoy... Qué calentito... Mi mujer y yo en la cama, retozando, con la cabeza de esa chica... Que hoy es domingo... Y afuera está nevando... Y es Navidad...
Siempre me gustaron las sorpresas. Desde niño, cuando mi madre o mi hermana o mis amigos venían con sus regalos envueltos en papel de colores... Dedicatorias, lazos, cintas... Magia. Lo de menos, en realidad, es lo que hay dentro. Puede gustarte o no y eso no importa. Si eres buen simulador... precioso, me hacía falta...y tan bonito... Es bien sencillo, manipular a las personas, manejarlas, confundirlas, forzar sus emociones... Pero eso sí: que no falte la magia. Si no hay magia no merece la pena ya estar vivo. A eso me refería antes, cuando hablaba de los regalos, la emoción visual, el colorido, el sentimiento. Ahí está la clave: burlar al tiempo y distorsionar la realidad. Algo estupendo. Que vivir sea un juego de niños. Y seguir siendo un cachorro.
Pero bueno, no quiero embrollaros ya desde el principio... Lo que realmente quería deciros es que todo en la vida tiene que ser magia: prestidigitación. Hacedme caso, no seáis tímidos, burlaos del mundo, desafiad al tiempo, jugad vuestro papel con dignidad.
Aunque, para ser sinceros, es ya la cuarta vez que me levanto esta noche. No lo resisto. Estoy nervioso. Me siento en el suelo del salón sobre un cojín y contemplo hipnotizado el árbol. Ahí está, con sus luces de colores, sus destellos, el espumillón, estrellas rojas, verdes, rosas... Todo un desafío. Me aproximo a él y me miro de cerca en las bolas de cristal, la nariz, la boca y los ojos que se estiran como si fuesen plastilina. Y después vuelvo a sentarme. Y observo los regalos... Las bandas cruzadas sobre los paquetes, anudadas maravillosamente en un gran lazo... La magia... Y la ilusión.
Cuando vuelvo a la cama, Deb se lo está haciendo con la cabeza de esa chica. Se frota con ella, gime, se restriega el sexo, grita... Y afuera está nevando... Y es Navidad...
Porque no hay nada como una buena compañera y un hogar, lo he dicho siempre. Sólo que no es fácil dar con tu Pareja. Y digo Pareja con mayúscula, para diferenciarla de otras cosas. Ya que me refiero en concreto a la Persona: una entre un millón. Puedes encontrarla, casualmente, o dar tumbos por todas partes hasta reventar. Así que le doy gracias al destino, por Deb: madre y diosa y niña.
Nuestro nido... nuestro amor... nuestro secreto...
Yo soy Uve. Y me divierto.
Aunque antes no era así... Hubo un tiempo oscuro y triste. Muy, muy triste... Rondaba cementerios. Abría tumbas. Vomitaba. Tenía miedo. Remordimientos...
Y ahora todo aquello me da risa.
Porque respecto a eso, al remordimiento, también quería comentaros cuatro cosas. Olvidaos de él, lo primero. Eliminadlo de vuestras conciencias. Sólo es una falacia. Una mentira más. Anula el verdadero placer de nuestras vidas. La gente cree que hay que vivir con él, que es necesario, un plus del hombre respecto a las bestias. Unamuno, por ejemplo, en El sentimiento trágico de la vida va y nos dice que el hombre es un animal enfermo por el remordimiento, o algo así... Siempre arrepintiéndonos, huyendo de nuestros instintos... Pero la gente a menudo se equivoca. Lo aprendí de Deb: cualquier cosa es lícita siempre que enriquezca de algún modo nuestras vidas. Conque dejaos de falsos sentimientos, de verdad, no lleva a ningún sitio.
Sed sólo vosotros. Y llegad en todo siempre hasta el final.
Ahora ella se está duchando y yo me fumo un cigarrillo y acaricio la melena de esa chica. Porque de no haber sido por Deb, me habría suicidado hace ya tiempo. Por los complejos, lo digo... Y los remordimientos... Por eso os aconsejaba antes reestructurar un poco vuestras vidas. No lo hacía a lo tonto, no, hablaba en concreto de mí, que hasta llegué a considerarme un monstruo... Y se acabó. No más complejos, como dice Deb: madre y diosa y niña.
Cuando me encontró no era más que un desdichado. Por el remordimiento. Había estado ya con varios psiquiatras, pero no soltaba prenda... No me atrevía a confesar mi vicio... Hasta que ella entró en mi vida.Y me hizo hablar. Me trajo a casa... Y empezó a jugar conmigo...
Me la imagino ahora frotando enérgicamente su piel con la esponja, arrancando los desechos pegados en su cuerpo y tarareando desinhibidamente una canción. Imagino su pelo castaño mojado, brillante, chorreando espalda abajo...sus lunares negros y sus brazos blancos, suaves, finos...
Y cuando regrese, abriremos juntos los paquetes.
Carne fresca, supongo. Igual que siempre.
Porque en la carne y en la sangre está la vida... Y nuestra magia.
Pero bueno, no quiero embrollaros ya desde el principio... Lo que realmente quería deciros es que todo en la vida tiene que ser magia: prestidigitación. Hacedme caso, no seáis tímidos, burlaos del mundo, desafiad al tiempo, jugad vuestro papel con dignidad.
Aunque, para ser sinceros, es ya la cuarta vez que me levanto esta noche. No lo resisto. Estoy nervioso. Me siento en el suelo del salón sobre un cojín y contemplo hipnotizado el árbol. Ahí está, con sus luces de colores, sus destellos, el espumillón, estrellas rojas, verdes, rosas... Todo un desafío. Me aproximo a él y me miro de cerca en las bolas de cristal, la nariz, la boca y los ojos que se estiran como si fuesen plastilina. Y después vuelvo a sentarme. Y observo los regalos... Las bandas cruzadas sobre los paquetes, anudadas maravillosamente en un gran lazo... La magia... Y la ilusión.
Cuando vuelvo a la cama, Deb se lo está haciendo con la cabeza de esa chica. Se frota con ella, gime, se restriega el sexo, grita... Y afuera está nevando... Y es Navidad...
Porque no hay nada como una buena compañera y un hogar, lo he dicho siempre. Sólo que no es fácil dar con tu Pareja. Y digo Pareja con mayúscula, para diferenciarla de otras cosas. Ya que me refiero en concreto a la Persona: una entre un millón. Puedes encontrarla, casualmente, o dar tumbos por todas partes hasta reventar. Así que le doy gracias al destino, por Deb: madre y diosa y niña.
Nuestro nido... nuestro amor... nuestro secreto...
Yo soy Uve. Y me divierto.
Aunque antes no era así... Hubo un tiempo oscuro y triste. Muy, muy triste... Rondaba cementerios. Abría tumbas. Vomitaba. Tenía miedo. Remordimientos...
Y ahora todo aquello me da risa.
Porque respecto a eso, al remordimiento, también quería comentaros cuatro cosas. Olvidaos de él, lo primero. Eliminadlo de vuestras conciencias. Sólo es una falacia. Una mentira más. Anula el verdadero placer de nuestras vidas. La gente cree que hay que vivir con él, que es necesario, un plus del hombre respecto a las bestias. Unamuno, por ejemplo, en El sentimiento trágico de la vida va y nos dice que el hombre es un animal enfermo por el remordimiento, o algo así... Siempre arrepintiéndonos, huyendo de nuestros instintos... Pero la gente a menudo se equivoca. Lo aprendí de Deb: cualquier cosa es lícita siempre que enriquezca de algún modo nuestras vidas. Conque dejaos de falsos sentimientos, de verdad, no lleva a ningún sitio.
Sed sólo vosotros. Y llegad en todo siempre hasta el final.
Ahora ella se está duchando y yo me fumo un cigarrillo y acaricio la melena de esa chica. Porque de no haber sido por Deb, me habría suicidado hace ya tiempo. Por los complejos, lo digo... Y los remordimientos... Por eso os aconsejaba antes reestructurar un poco vuestras vidas. No lo hacía a lo tonto, no, hablaba en concreto de mí, que hasta llegué a considerarme un monstruo... Y se acabó. No más complejos, como dice Deb: madre y diosa y niña.
Cuando me encontró no era más que un desdichado. Por el remordimiento. Había estado ya con varios psiquiatras, pero no soltaba prenda... No me atrevía a confesar mi vicio... Hasta que ella entró en mi vida.Y me hizo hablar. Me trajo a casa... Y empezó a jugar conmigo...
Me la imagino ahora frotando enérgicamente su piel con la esponja, arrancando los desechos pegados en su cuerpo y tarareando desinhibidamente una canción. Imagino su pelo castaño mojado, brillante, chorreando espalda abajo...sus lunares negros y sus brazos blancos, suaves, finos...
Y cuando regrese, abriremos juntos los paquetes.
Carne fresca, supongo. Igual que siempre.
Porque en la carne y en la sangre está la vida... Y nuestra magia.
Pero tranquilos, de verdad, no desconfiéis, nos os preocupéis, no tengáis miedo... Lo que os podría yo contar... Y vosotros pensando en cualquier cosa...Qué fácil se os confunde...Y qué absurdos suenan sobre el mundo nuestros pasos...
Vicente Muñoz Álvarez, de Mi vida en la penumbra (Eclipsados, 2008).
Ilustración by Miguel Ángel Martín, Vinalia Trippers nº0.
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