La Literatura, como la propia Historia, se rige por impulsos cíclicos. Es un hecho probado cómo cada generación busca unos colores propios y disiente en parte de los de la anterior, entroncando a su vez con los que esta ya había rechazado. Se implanta así un orden nuevo que posiblemente recupere o recicle algunos valores ya desfasados, que una vez más vuelven a ser fuente de inspiración. Y se inicia de este modo otro ciclo que no tardará en volver a ser cerrado.
A este esquema, o parecido, responde la evolución de la poesía inglesa de la primera mitad del siglo XX, que en la época en que Dylan Thomas comenzaba a escribir había dado la espalda a ese panteísmo tan peculiar de la cultura celta que había caracterizado la obra de muchas generaciones anteriores.
Vicente Muñoz Álvarez,
de El tiempo de los asesinos.
Semblanzas de algunos escritores malditos.
(LcLibros, 2019)
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