Vicente Muñoz Álvarez, poeta
“Tanto la poesía como los sueños reflejan una realidad paralela, liberada de complejos y ataduras, llena de misterios y símbolos”
Esther Peñas / Madrid
Travesía (Chamán ediciones). Con este libro lleno de jalones cartográficos vitales, Vicente Muñoz (León, 1966) nos lleva del lado de alma nómade (sabiendo que el nómada es un alma que persiste en un mismo territorio, esto ya lo dijo Deleuze), con un estilo tabernario en lo rotundo y festivo pero también de sutil –y marinera- melancolía.
En una travesía, ¿qué es lo más importante?
Las ganas de navegar, tal vez, y conocer nuevos mares y puertos. En la mía en concreto, la que describe este libro, mi singladura personal, lo básico no obstante ha sido contarlo, poetizarlo, extraer del viaje la metáfora y el símbolo, la desolación y el milagro de estar vivos, e intentar trasladar al lector el vértigo del oleaje.
¿De qué depende que una travesía cambie a quien la hace?
Del punto de vista y enfoque, sobre todo, y del prisma a través del cual se mire. Todo tiene, siempre, varias lecturas, la vida, lo que nos sucede, nuestras pequeñas gestas y gestos, que según interpretemos y encajemos pueden llevarnos a muy distintos puertos. Es una de las cuestiones que abordo a menudo en este libro, precisamente, cómo se modelan nuestras vidas en función de cómo interpretemos la realidad...
Hay una cierta tutela de Castaneda en el libro, un tipo que ejerció una enorme influencia y que hoy está bastante olvidado. ¿Qué deberíamos de rescatar de sus Enseñanzas?
En efecto, Carlos Castaneda es una de las presencias ineludibles del libro (junto a Jack Kerouac, Thomas Bernhard, Pessoa, Henry Miller y algunos otros) y sus Enseñanzas planean de un modo u otro sobre todas sus páginas. Un autor, tienes razón, bastante olvidado hoy en día, pero cuya filosofía ha sido determinante para la contracultura del siglo XX. Él nos enseñó que existe una realidad aparte, otras formas de ver y entender la realidad, y diversas maneras de modificar nuestra percepción de la misma que son básicas para realizarnos como personas y hombres de conocimiento. Estar presente y alerta y ser testigo, quizás la más importante, parar la mente y los pensamientos para encarnar el aquí y el ahora, entroncando así con la filosofía budista y zen, que por otras vías conduce al mismo destino.
¿Qué es pelear a la contra en poesía?
Publicar en editoriales pequeñas e independientes, no tener apoyo logístico ni reseñas de tus libros, no cobrar la mayoría de las veces derechos de autor, ser ninguneado sistemáticamente por la crítica, malvivir de otros oficios y dedicar no obstante tu vida a la poesía, contra vientos y mares, por ejemplo. Utilicé en este caso el título de un libro de Charles Bukowski, Peleando a la contra, para describir esa vertiginosa y a menudo frustrante experiencia, el don y la maldición de la escritura, que el noventa por ciento de los poetas conoce de primera mano. El otro diez por ciento es justamente el que se come el pastel, y muchas veces no por su calidad, sino por su oportunismo y adocenamiento.
¿Cómo laten “los corazones rebeldes”?
Con espíritu crítico y libertad total de expresión, en mi caso, y sin dejarse mediatizar por estrategias de marketing ni modas ni escuelas. Soy de los que opinan que el arte verdadero no se hace en principio para comerciar ni epatar, ni siquiera para gustar, sino simplemente porque sin más hay que hacerlo, no queda otra opción, porque abrasa por dentro, y eso es lo único que debe en el fondo importar... Escribir es quemarse vivo, decía Cendrars. Suscribo sus palabras.
“Porque sueño no estoy loco”, dice rescatando una frase de Léolo. ¿Qué tienen en común poesía y sueño?
Ser dos formas semejantes de sentir y ver la realidad, como a través de un velo quizás, pero con otra sensibilidad y espíritu. Tanto la poesía como los sueños reflejan una realidad paralela, filtrada por el tamiz del subconsciente y liberada de complejos y ataduras, llena de misterios y símbolos, y susceptible de ser interpretada, en función de cómo la observemos, de muy distintas maneras.
Le devuelvo una pregunta que aparece en uno de los textos: ¿qué le espera a Vicente Muñoz en la dirección que no toma?
Es una pregunta que a menudo se hacía Kerouac en sus libros y que también a mí me obsesiona desde niño, y más aún en esta Travesía: no ya en la dirección que tomo, que de por sí admite innumerables y azarosas variantes, sino en la que realmente no tomo, los caminos que dejamos atrás, las oportunidades perdidas, las puertas que cerramos o no abrimos y las que abrimos pero luego se cerraron también... Quién sabe la respuesta...
¿Cómo convivir con esos “pequeños monstruos” que llevamos todos por dentro? ¿Qué nos enseñan?
Veo que has leído con atención y provecho el libro, y te contesto con un fragmento donde se aborda esta cuestión: “Traumas y lastres, fantasmas, sinsabores, desesperanzas y miedos, ahí clavados, dentro de ti y de mí (hasta en las mejores familias pasa, desconfía del que te diga lo contrario), en lo profundo, quistes, tenias, lacras que nadie más que uno mismo, por más que escuche o lea o le digan, psicoanálisis, religión, filosofía, fármacos o terapias, puede conciliar... si no los controlas crecen y crecen y se encarnan en ti...”
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