El Rincón Literario de Paco Marín:
“El merodeador”:
No siempre el merodeador es exterior…
“El merodeador”:
No siempre el merodeador es exterior…
TÍTULO: El merodeador
AUTOR: Vicente Muñoz Álvarez
EDITA: ACVF (2016)
Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 14 x 22 cm. Número de páginas: 114. PVP: 11,40 €. ISBN: 978-84-944688-3-4
Lo he dicho muchas veces y lo seguiré diciendo…”para hacer una buena e interesante obra no hay que escribir tropecientas mil páginas”… una prueba palpable la tenemos en El merodeador. En 114 páginas y 18 ‘capítulos’ nos encontramos un universo mágico en el que caben todas y cada una de esas, cómo diría, cuestiones raras que muchas veces nos asolan: Manías que una y otra vez vuelven a nosotros, angustias sin sentido y sin explicación, temores a esas voces que creemos oír, todos tenemos algo de hipocondríacos, muchos pensamientos que nos asaltan pero no nos atrevemos a expresar en voz alta… Pues bien, todo esto lo encontramos en El merodeador; escrita con firmeza, con fuerza y con voz alta y diáfana. Vicente Muñoz tiene la habilidad de transmitirnos todo un conjunto de angustias y zozobras que, a medida que vamos leyendo, somos capaces de somatizar.
No puedo dejar de señalar que al mismo tiempo es una obra muy culta que rinde homenaje a una serie de grandes autores europeos. Insisto que están muy presentes: el insomnio, el miedo a envejecer, la hipocondría… Como en El crack-up, de F. Scott Fitzgerald, Vicente Muñoz Álvarez narra en El merodeador un estado mental al borde de la quiebra. Y como Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, y tantos otros grandes libros de relatos, también El merodeador puede y debe leerse como un todo que multiplica el sentido de cada una de sus narraciones, en una estructura circular y autorreferente. Lirismo, realismo… Un homenaje a Bernhard y a Pessoa… Una cría de delfín en la playa y unos peces en la pila de la cocina. Unos gatos en un contenedor de basura, cuyos maullidos reavivan una y otra vez la culpa y la angustia. Y la presencia permanente de ese otro yo que mira sin vivir.
Deseo, para despertar el interés en los lectores, plasmar un par de cuestiones. Cuestiones con las que estoy totalmente de acuerdo, aunque no las exprese en alta voz:
«…Porque a largo plazo, si todos los pacientes somos curados o en gran parte aliviados por nuestros médicos, llegará un punto en que éstos se quedarán sin enfermos, y no les gusta esa idea. Hay una especie de conspiración, de tácito acuerdo entre ellos a ese respecto. Lo mismo da que sean privados o públicos, todos piensan lo mismo…» (página 29).
«…Ser testigos de las cosas, observarlas desde fuera, fluir con el tiempo e insensibilizarse al dolor, porque al fin y al cabo todos vamos a morir, por mucho que hagamos, que corramos tras la meta, que pensemos, que suframos, todos vamos a morir, y lo único que definitivamente importa es vivir con plenitud el instante…» (página 66).
Vicente Muñoz Álvarez (León, 1966). Es una de las voces más personales de la literatura alternativa española y, como editor y antologista, uno de sus más activos dinamizadores. Entre sus poemarios, se cuentan Canciones de la gran deriva y Animales perdidos, y entre sus libros de prosa, Los que vienen detrás y Regresiones. Su ensayo más reciente es Cult movies: películas para la penumbra. Edita el fanzine Vinalia Trippers.
Buen comienzo de este año, 2017, charlando con Vicente Muñoz…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace El merodeador?
R.- Poco después de publicar mi anterior libro de relatos, Los que vienen detrás (DVD Ediciones, 2002). Comencé a escribir algunos fragmentos sueltos, primero, que poco a poco y con el paso del tiempo fueron cobrando unidad y sentido, conformando esta especie de híbrido entre novela y libro de relatos que es El merodeador.
Reproduzco, al respecto, la sinopsis que yo mismo escribí en su día para la primera edición del libro:
El merodeador describe una visión: la de un narrador enfrentado en soledad a sus propios fantasmas. Durante casi una década, huyendo del esplín de la ciudad, viví en viejas casas de pueblo aisladas y me dediqué, entre otras cosas, a escribir una ficción relacionada con mis percepciones y experiencias de ese cambio de entorno y lapso de vida, cuando menos, alienante y confuso. Lo que en principio iba a ser un retiro creativo y una expansión sensorial, se convirtió paulatinamente en una especie de laberinto de tinieblas y cárcel de sombras que, finalmente, me forzó a regresar de nuevo a la ciudad… Novela gráfica (monocroma y turbadoramente ilustrada por Toño Benavides), fragmentada y en construcción, diario existencial, monólogo interior, libro de ensueños… El merodeador narra el desasosiego bernhardiano de aquellos días y la sensación de vaciamiento y deriva, de extrañamiento, que a partir de entonces se hizo habitual en mí.
P.- De aquella primera edición que se hizo en “Baile del Sol” a esta en “ACVF” ¿ha habido cambios?
R.- Sí. Esta edición, además de pulida y revisada, incluye dos nuevos relatos, Alta tensión y La calera, que no aparecen en la versión de Baile del sol. Los escribí justo a continuación de ser publicado el libro, como una especie de conclusión o desenlace al mismo, y hasta ahora habían permanecido inéditos. Eso sí, a diferencia de aquélla, por razones editoriales, esta versión no incluye las fantasmagóricas ilustraciones de Toño Benavides que acompañaban a la primera, salvo la de la portada.
P.- ¿Qué ha supuesto para usted escribir El merodeador? ¿Qué puede aportar al lector?
R.- Un vaciamiento y una catarsis, al trasladar al papel mis obsesiones, fobias y miedos, que en realidad son los de todos, están ahí, en la psique de la colectividad, la muerte, la enfermedad, la soledad, el extrañamiento, el desamor, la pérdida de identidad… Para el lector este libro será (o al menos eso he intentado) una especie de espejo donde verse reflejado y un mapa para transitar esos miedos.
P.- ¿Cuánto hay de autobiografía en todos y cada uno de los capítulos/relatos que conforman la obra?
R.- Mucho, la verdad, como en todos mis libros. Aunque, como siempre, filtrada por el tamiz de la literatura, con todo lo que de ficción ello implica.
P.- Hipocondría, voces, aullidos, miedos, enfermedad, la locura bordeada, la muerte… ¿quién sería El merodeador?
R.- Algo así como la voz de mi conciencia (según Unamuno, una enfermedad), esa parcela de mi cabeza siempre al acecho y alerta, merodeando dentro de mí, observando y transcribiendo lo que siento y pienso y observo…
P.- ¿Supone esta obra un ‘punto de inflexión’ en su carrera?
R.- En cierto modo sí, porque supuso un giro temático y estilístico hacia un tipo de literatura más introspectiva y reflexiva que la que había escrito hasta entonces, e influencia por otro tipo de autores, en especial Thomas Bernhard, al que está dedicado el libro.
P.- ¿Libro de relatos o novela?
R.- Ambas cosas a la vez: un libro de relatos que se puede leer como una novela, porque hay un hilo conductor, una estructura circular y conexiones entre todos los relatos, y una novela que se puede leer como un libro de relatos, porque todos ellos son independientes y autónomos y pueden leerse y comprenderse sin necesidad del resto. En realidad, este es mi formato favorito, este tipo de libros de relatos con un hilo conductor común, a modo Las mil y una noches o Los tres impostores, del gran Arthur Machen.
P.- ¿Cuánto autor maldito queda y ha quedado por salir a la luz en España?
R.- Todos los que, dedicando su vida a la literatura, no logran ser reconocidos ni vivir de ella, que son legión.
P.- ¿Cuando escribe lo hace pensando en el lector?
R.- La verdad es que no. Escribo solamente cuando siento el impulso de hacerlo, no por encargo ni pensando en nadie en concreto, lectores ni editores. No soy un escritor de best sellers ni me guío por tendencias ni modas, y menos por presiones mercantilistas, aunque siempre y en última instancia mi intención sea que el lector se identifique en mis textos y reflexione sobre las cosas que me hacen reflexionar a mí. La literatura autobigráfica trasciende cuando, hablando de uno mismo, se logra reflejar a la colectividad, y eso es algo, al margen de lo puramente comercial, que siempre tengo en cuenta.
P.- ¿Cuáles son sus géneros y autores favoritos?
R.- Por un lado, la literatura confesional y autobiográfica, Henry Miller, Louis Ferdinand Céline, Thomas Bernhard, Malcolm Lowry, Jack Kerouac, Charles Bukowski, Raymond Carver, etc, básicos todos ellos en mi formación, y también la literatura gótica y fantástica, de Poe a Lovecraft, Algernon Blackwood o Arthur Machen, los simbolistas y decadentistas, en especial J.K.Huysmans, otro de mis autores de cabecera, la Beat Generation, por la que siento especial fascinación, etc, etc.
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Si te echan mano al cuello, encontrarán la soga, de David González, Ombligos y Universos, de Julia Navas Moreno, Derrama Whisky sobre tu amigo muerto, de Raúl Núñez, y por cuarta o quinta vez, Moby Dick, un libro al que no me canso de volver. Todos ellos a la vez.
P.- Como lector, prefiere: ¿libro electrónico o papel?
R.- Papel, sin duda alguna.
P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?
R.- Estar solo, básicamente, y en silencio.
P.- Confiese alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y, a día de hoy, esté inedita.
R.- Comprobar cómo más de una vez se han hecho realidad cosas, buenas y malas, que he plasmado previamente en el papel. Hay que tener cuidado con eso, el poder de las palabras y el subconsciente.
P.- ¿Por qué hay que leer su libro?
R.- Porque todos somos, en cierta manera, nuestro propio merodeador, y este libro da muchas claves al respecto.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Escribir, vivir, amar.
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