Vicente Muñoz Álvarez compone un abrumador y excelente diario poético en el que se desnuda como hombre y poeta contra la realidad más cruda en el marco de la brutal crisis económica actual.
Sobre quién es Vicente Muñoz Álvarez y su importancia como autor y como una de las personas que más ha hecho por la literatura de este país da buena cuenta Gsús Bonilla en el brillante prólogo de este libro. Por esa literatura al margen de los grandes focos y medios, ignorada por las grandes editoriales pero en su mayoría mucho más pura, auténtica, y casi siempre de mayor calidad. Epítetos todos estos que se aplican a la perfección a Días de ruta, el último libro del autor leonés publicado, como no podía ser de otra manera, por Lupercalia. Tras más de dos décadas dedicándose a esto de escribir, publicar y antologizar a contracorriente Muñoz Álvarez no tiene que rendir cuentas ante nadie, quizá por eso los dos poemas que abren y cierran este maravilloso diario poético de carretera apelan a la empatía del lector pero también advierten de que, de no existir tal condición, este no es el libro adecuado.
Con Jack Kerouac en el retrovisor y en el alma Días de ruta es un honesto y magistral cuaderno de viaje, más hacia el interior del autor que hacia el exterior, pero siempre desde la perspectiva que ese entorno provoca en el poeta, ya sea como erosión y daño o felicidad y tranquilidad. Porque todo lo comentado en el primer párrafo por desgracia no da para pagar las facturas: Vicente Muñoz Álvarez es todo lo dicho anteriormente y además vendedor de zapatos. Esta es la ruta cuya crónica nos ofrece el autor: la del poeta expulsado a la realidad más cruda y las vicisitudes de tener que ganarse la vida en un entorno de crisis salvaje y despiadada. De esta manera nos presenta a la vez un diario íntimo y oscilante sobre el obligado desdoblamiento entre poeta y trabajador así como una radiografía implacable por lo sencilla, directa y cercana, de los estragos de la situación económica en las gentes que trata en su periplo como vendedor.
Para ello Vicente Muñoz Álvarez compone una bitácora de emoción abrumadora a base de poemas maravillosos y textos en prosa, que pueden ser considerados también poemas en prosa que de pronto se descomponen en verso y viceversa; no sé cómo definir ese estilo y tampoco me importa ya que el resultado es absolutamente magnífico. Sí sé que a la hora de escribir el autor opta siempre por un lenguaje claro y directo que huye de las peripecias y florituras lingüísticas para acertar de lleno en el corazón o las entrañas del lector. Sorprende cómo las pocas palabras que visten cada verso son siempre las exactas, colocadas allí con la precisión del relojero y el mimo del artesano en un minimalismo que deviene en perfecta y mágica ingeniería literaria.
Días de ruta se convierte de esta manera en un libro imprescindible y magistral, repleto de honestidad y valentía en la desnudez de un autor que pone al descubierto su alma, sus vicisitudes, sus cariños y odios, sus miedos y sueños, dándoles la forma de la más bella y pura poesía. Estamos también ante una obra que da una visión clara y rotunda sobre esa estafa diseñada llamada crisis y el dolor irreparable que ha provocado en millones de personas. Porque Vicente Muñoz Álvarez ha creado un poemario tan brillantemente íntimo que sólo puede ser considerado como universal.
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