La nueva propuesta de Vicente Muñoz Álvarez es fascinante. Auna varias artes creativas: la literatura, la cinematografía y la ilustración. El autor leonés reivindica sus películas de culto, aquellas que de alguna u otra forma, le marcaron. Lo hace con un estilo literario, hay cierta poesía en sus presentaciones, invitándonos a disfrutar películas que conectaron con su alma beat. Desde algunos clásicos del cine a películas innombrables y ocultas de serie B, es alucinante el recorrido que hace por el cine de todos los tiempos. Leyendo esas reseñas se aprecia su gusto por filmes de autor, su alejamiento de lo comercial en búsqueda de propuestas cinematográficas más comprometidas, la recreación de paisajes soñados o de viajes en los que lo importante no es llegar, sino recorrer el camino. Leyendo esas reseñas se ve el reflejo del propio Vicente, su compromiso por la creación alternativa, underground: "nunca seguir los cánones, siempre ser su propio dios". Eso hace que la literatura de Vicente Muñoz Álvarez sea especial, y que cuente con una legión de seguidores fieles a su persona y a su estilo de ver la vida.
La lectura de Cult Movies puede afrontarse de diversas maneras. Quizá la mejor sea la que el poeta fuenlabreño David Vázquez me proponía el día de la presentación del libro en Madrid: leer una reseña, ver (en su caso) el pictograma que Julia. D. Velázquez ha creado al efecto (pictograma que encierra en una imagen toda la película) y, después, disfrutar del film.
Yo he preferido marcar las películas que me han llamado la atención y que no había visionado (como Blow-Up, de Michelangelo Antonioni, Los Hippies de Marc Etkind o El incinerador de cadáveres de Juraj Herz), o apuntar para videar alguna de grato recuerdo (como La mamá y la puta, de Jean Eustache o eXistenZ, de Cronenberg).
Películas bizarras que aconseja disfrutar en las noches frías de invierno, acurrucado en el sofá con una manta (quizá para taparnos los ojos); películas beat, hippies y ácido, carretera y huída; películas clásicas y películas delirantes, surrealistas. Todo tipo de filmes que por una razón u otra, lo han cautivado.
Tengo que decir que simpatizo mucho con las cien películas que Vicente Muñoz propone y que metería algunas otras joyas en ese listado, pero entonces ya no sería el alma de Vicente el que veríamos a través de ese libro.
Aún así, no puedo evitar nombrar algunas películas que me marcaron. Quizá también el gusto por estas cinco películas, para mí de culto, tenga algo de confesional.
La primera, cómo no, es La naranja mecánica (1971). Vic también la propone y utiliza para ello el lenguajenatsad, el argot que utilizó Anthony Burguess, autor de la novela, para escribirla. La naranja mecánica narra la historia de un málchico que de tanto pitear moloko (ácido, LSD) pierde la golová. La naranja mecánica acaba de cumplir cuarenta años y sigue plenamente vigente. Me atrevería a más: es, incluso, actual. Vicente Muñoz dice de ella: “muestra una sociedad sin ética ni valores, deshumanizada y cruel, cimentada sobre las cenizas del capitalismo y la ley del más fuerte”. ¿Les suena de algo este argumento?
En 1983 hacía un programa de radio, El Fugitivo, en Radio Juventud de Madrid, en el que aunaba rock y literatura. Se emitía los sábados y los diez primeros minutos eran lecturas inventadas por mí, en las que narraba nuevas aventuras de Alex y sus drugos. Eran historias mucho más violentas y sádicas de lo que se puedan imaginar. Creo que ahora sería imposible su emisión.
En mi top five de películas de culto le sigue A la caza (1980). Ni se sabe la cantidad de veces que la videé, que me introduje en el ambiente sadomasoquista de los gays de Nueva York. Todavía tengo algunos pañuelos de colores (azul y negro) como los que Al Pacino colocaba en sus bolsillos traseros para indicar lo que quería o a lo que estaba dispuesto en los club de sadomaso. Me quedó de ella grabado el ambiente de la noche, los tugurios, los antros y la gente que los poblaba. Era como vivir en otro mundo, en otro planeta. Sip, impactante.
La siguiente es pura serie B. No sé su título y solo la he visto dos veces. Extraterrestres y sangre que contamina, que se expande, que coloniza. Sangre que gorgotea y de la que emanan burbujas de las que surgen más alienígenas. Me acojonó cuando era un crío y me siguió asustando cuando la volví a ver en televisión muchos años después. Ah, ese tierno terror. Cualquier noche, a las tantas, cuando esté dando vueltas con el mando a los canales de televisión, volveré a verla, ya empezada y sin posibilidad de saber de qué película se trata. Así es la vida.
Las últimas dos películas que señalo me impactaron sobre todo desde el punto de vista del escritor, cuando era ya conciente de la influencia mutua que la cinematografía y la literatura se ejercen. Érase una vez en América (1984) lo tiene todo para ser una película de culto, quizá incluso fue una película comercial también. Sergio Leone demostró de lo que era capaz con algunos medios, como lo había demostrado sin ellos en los westerns rodados en Almería. También la música de Ennio Morricone tiene su parte de culpa en el éxito, y la interpretación de todos los actores. Pero me quedo con una serie de escenas encadenadas aunadas por detrás con el repicar de un teléfono. Mientras se escucha de fondo ese sonido de teléfono van ocurriendo historias decisivas para el devenir de la película en forma de chispazos. No sé exactamente cuando dura, pero son unos segundos de intensidad creciente hasta llegar al clímax. En mi taller literario, al final del curso avanzado, regalo una copia de la película y digo a los alumnos que presten especial atención a ese fragmento, a ese teléfono que nadie descuelga. Los alumnos deben tratar de escribir un relato en el que un teléfono está sonando y algo ligado a él, pero lejano, se está contando. Se trata de desentrañar la historia que ocurre en esas imágenes, de hacer ver al lector esa historia mientras escucha el teléfono de fondo. Mi versión de ese ejercicio la publicará Escandar Alget en el próximo Pro-Vocación, puesto que tengo el placer de haber sido elegido para participar en esa revista poética en las que la excepción es un solo relato, que suele, además, cerrar la misma.
La última de mis cult movies también lo es por el lenguaje narrativo, pero tiene algunos puntos comunes con el resto de películas que propongo. Se trata de Irreversible (2002) (IЯЯәVәЯSIBLә), un film francés del director argentino Gaspar Noé y que causa tantos aplausos como rechazos. El lenguaje visual que maneja, la violencia y sadismo de sus imágenes, los movimientos de cámara, el argumento y, sobre todo, contar una historia al revés, son aspectos a destacar. La cámara no para quieta en toda la película, salvo siete minutos de tiro fijo que muestran la ultraviolencia ejercida sobre Monica Bellucci, su sodomización y la brutal paliza posterior por El Tenia (un tipo que acojona, como el parásito que le da nombre). Muy pocos estómagos pueden digerir eso, la verdad.
Nada más. No olvidéis haceros con Cult movies (Películas para llevarse al Infierno). Además, en el libro se incluye un dvd con la película Gritos en el pasillo (también reseñada por Vic), de Juanjo Ramírez. Toda una gozada.
Esteban Gutiérrez Gómez, del blog Bacovicious.
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