jueves, 4 de marzo de 2010

UNA EXTRAÑA PROPUESTA




La muy recomendable Revista Groenlandia incluye en su número 7, entre otros muchos textos de interés, el relato Una extraña propuesta, perteneciente a mi libro Los que vienen detrás (DVD ediciones), ilustrado por Miguel Ángel Martín, que transcribo a continuación.

UNA EXTRAÑA PROPUESTA

Aquella era mi primera novia formal y la primera con la que verdaderamente había descubierto el sexo. Yo tenía diecisiete años y ella quince y llevábamos ya unos cuantos meses juntos, revolcándonos en la cama de sus padres (que casi siempre, por motivos de trabajo, estaban fuera) y practicando desinhibidamente todo tipo de acrobacias sexuales. Ambos habíamos tenido previamente experiencias un tanto frustrantes y encontrarnos así, vírgenes y totalmente dispuestos, había sido una revelación. Ibamos a su casa por las tardes, al salir de clase, le metíamos unos buenos lingotazos a las botellas del mueble bar y veíamos durante un rato las películas porno que sus padres escondían en el dormitorio para poner en práctica a continuación todo lo que acabábamos de aprender.

La tarde en que aquel tipo se nos acercó, en cambio, su madre estaba en casa y habíamos estado magreándonos (supongo que con bastante descaro) casi enfrente del portal, recostados en un banco del paseo. Fue entonces cuando apareció aquel hombre, moreno, muy delgado, de unos treinta años, y nos hizo aquella extraña propuesta.
- Qué hay, chicos, ¿ cómo va eso ? - preguntó.
Pero nosotros no dijimos nada. Nos quedamos observándole con esa arrogancia propia de la adolescencia, sin pronunciar una sola palabra, invitándole con nuestro silencio a que se fuera.
- Mirad - dijo -, no quiero molestaros ni nada de eso, pero os llevo un rato observando y me gustaría proponeros un trabajo, algo sencillo, que os puede hacer ganar mucho dinero...
- ¿ A qué te refieres ? - pregunté.
- Bueno, puede os que suene algo raro, pero soy productor de películas eróticas y he pensado al veros que tal vez pudiera interesaros trabajar conmigo, dejarme filmar algunas tomas mientras os divertís un poco… Nada complicado… casi como lo estábais haciendo hace un momento…
- ¿ Pero de qué coño va el tío este - dijo ella - , quién se ha creído que somos ?
- Espera, por favor - añadió él -, déjame terminar… La cosa es más sencilla de lo que imagináis, son videos caseros, de difusión muy restringida, que se comercializan sólo fuera de España… Algo discreto. Nadie se enterará nunca y, por supuesto, no tenéis que cambiar de pareja: vosotros dos, unas tomas rápidas y un montón de pasta a cambio…
- ¿ Cuánta pasta ? - pregunté.
- Pongamos cien mil pelas por sesión, en metálico, justo al terminar las tomas. Lo hacéis en mi estudio frente a las cámaras y os lleváis luego el dinero…
Nos quedamos los tres callados un instante, él esperando nuestra reacción y nosotros intentando asimilar su propuesta.
Y entonces ella dijo:
- Ni hablar, yo paso, busca a cualquier otro…
- ¿ Y tú ? - me preguntó -. No parece que lo tengas tan claro…
- Ya has oído lo que ha dicho: si ella pasa no hay nada que hacer...
- Está bien, de acuerdo, no quiero insistir. De todos modos, si cambiáis de opinión la propuesta sigue en pie. Podéis localizarme por las tardes en mi estudio - dijo apuntándonos la dirección en un papel -, sólo tenéis que pasar a verme y charlamos del asunto un rato… Creo que podríais hacerlo muy bien…
- Conforme - dije -. Si cambiamos de idea pasaremos a verte. Pero ahora nos tenemos que ir…

Fue la última vez que le vimos. Al menos en carne y hueso. Estuvimos hablando de ello unas cuantas semanas, dándole vueltas, discutiendo a veces y fantaseando (sobre todo yo) con la posibilidad de ganar fácilmente aquel dinero, hasta que una mañana ella vino a buscarme al Instituto y me enseñó un titular del periódico.Allí estaba aquel hombre, con su piel morena y sus ojos saltones, acusado de corrupción de menores, estupro, violación y no sé cuántos cargos más. Le habían sorprendido filmando amordazada y desnuda a una quinceañera en su estudio, lleno de cintas pornográficas y artilugios sexuales de los más perversos gustos (así lo específicaba literalmente el periódico). Al parecer, convencía a adolescentes para ir a su casa, prometiéndoles grandes sumas, y les filmaba allí con la intención de vender luego las películas en el extranjero. Y después les amenazaba con denunciarles a la policía o enviarle a sus padres las cintas, abusando de ellos y obligándoles a rodar más películas. Un negocio, sin duda, de lo más lucrativo.

Todavía algunas veces, años después, recuerdo aquella historia. Conservo en casa el titular del periódico y pienso a menudo en lo que hubiera sido de nosotros si hubiéramos decidido ir entonces al estudio de aquel tipo, qué habría pasado, cómo habríamos reaccionado y en qué habría degenerado finalmente aquella aventura. Pero lo cierto es que jamás volvimos a saber nada de él (pese a que intentamos seguir su rastro en la prensa) y en lo sucesivo nos hicimos más celosos de nuestra intimidad, perdiendo en parte la pasión y pureza de aquellos primeros encuentros.

De todos modos, esa novia con la que tanto aprendí se esfumó hace tiempo de mi vida, como tantas y tantas cosas más. Aunque, a diferencia de las que vinieron después, quizás por ser la primera, conservo todavía de ella un recuerdo especial.

Tenlo en cuenta, tú que sabes, si por casualidad lees algún día este relato.
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Del volumen Los que vienen detrás y otros relatos. Vicente Muñoz Álvarez. Ilustraciones de Miguel Ángel Martín (DVD Ediciones, 2002. Reedicion 2009).
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