viernes, 2 de marzo de 2012

EL PASEO



Nos contradecimos continuamente, a cada momento. La acción va en una dirección, el pensamiento en otra, el sentimiento está en otra parte. Nos vamos haciendo pedazos, cada vez estamos más fragmentados. Eso es el sufrimiento: perdemos integración, perdemos unidad. 

Osho 

Salgo a pasear cuando ya la cabeza parece estallarme... 

Como si sonaran mil trompetas dentro, en mi cabeza, un inmenso caos, un enorme estrépito, caminar para desahogarme, como terapia, cuando realmente no puedo rendir más... La oposición me consume, semana a semana, mes a mes, un proceso de desgaste, un vaciamiento, enerva mi energía, me desangra por dentro... Los temas, el cronómetro, los códigos, reglamentos, circulares, la academia, el preparador...Verdaderamente agotado.Envejecido,desencantado,despersonalizado, frustrado... De todos los infiernos, pienso, quizá este sea el peor... Pero no es ese el sistema, la técnica, me digo, salgo para otra cosa, no para seguir pensando en la oposición, centrándome en ella, sino justamente para lo contrario, para no pensar en la oposición y en la medida de lo posible descentrarme de ella... Esa es mi intención cuando camino hacia la orilla del río, pero pronto me doy cuenta de que vuelvo a pensar en lo mismo, estoy pensando en la oposición y en los temas e intento obstinadamente no hacerlo... Voy a pensar en otra cosa, me digo, o mejor no voy a pensar, de tanto pensar me estoy agotando, estresando, así que voy a centrar la atención exclusivamente en mi entorno. Pero no pensar, en el fondo, es complicado. Mantener la mente en blanco, receptiva y limpia estando solo, caminando solo, es complicado: ves un rostro y piensas, ves un perro y piensas, ves un coche, un parque, un vagabundo y piensas, la ciudad te lleva y te trae consigo si tú vas con ella, si la observas, si la recorres, si la analizas. Todo mejor que pensar en los temas. Pero qué difícil, de todos modos, dejar la mente en blanco... Esa máquina en constante movimiento que es mi cabeza, un mecanismo imparable, un reloj que incesante y sin cuerda da las horas, aunque yo no quiera, aunque intente pararla, la máquina de mi cabeza sigue dando las horas... Eso pienso, porque no puedo dejar de hacerlo, intento no pensar en nada pero una y otra vez me sorprendo pensando... Cuando llegue a casa después del paseo, cuando me agote caminando y descongestione un poco mi cabeza volveré a centrarme en los temas, no antes, no ahora, mientras aún camino, porque si he salido de casa es justo para no pensar en ellos. No pensar ni en el cartero ni en las tarjetas ni en el artículo ni en los pasos ni en la oposición ni en los temas... Aunque, no obstante, me digo, no querer pensar en ellos es justamente hacerlo, recordarme una y otra vez que no debo pensar en los temas es en el fondo pensar de nuevo en ellos... Y no quiero hacerlo. Ni pensar en ellos ni recordarme a cada instante que no debo pensar en ellos... Camino a buen paso por la orilla del río sin pensar en nada, observando a la gente, observando a los perros, las palomas, las nubes, sin pensar en nada, me repito. Disfrutando el momento, la sensación, el instante, porque eso también es complicado, la cabeza está siempre en otra parte, en cien partes distintas, y no gozamos en su plenitud del instante... Qué absurdos y qué insignificantes somos, en el fondo, insensibles y atrofiados para tantas cosas... Máquinas imparables de cálculo... Tantas horas bajo el flexo, con los temas, sobre el cronómetro, frente al ordenador, me impiden cuando salgo relajarme y disfrutar el momento, pienso, somos como autómatas, casi toda la gente en la ciudad camina y se comporta automáticamente, se rige y se comporta de un modo automático, condicionada por el trabajo, por los horarios, por los semáforos, por los relojes, codificada por los periódicos y la televisión... La vida en la ciudad automatiza y deshumaniza y aliena, no es natural, las máquinas, las fábricas, la competencia, la contaminación... Pero no, tampoco es ese el camino, me digo, por ahí no voy a ningún sitio, tengo que integrarme, relajarme, pensar en cosas más livianas, o mejor todavía no pensar... Pronto estaré en mi habitación de nuevo y volveré a centrarme en los temas, cronómetro en mano repasando los temas, cantando los temas, ajustándolos al tiempo adecuado... Ahora solamente camino por la orilla del río sin pensar en nada, disfrutando el instante, viviendo el momento, sintiendo como propio el instante sin pensar en nada.... Estoy estirando al menos las piernas, me digo, puede que en el fondo, aunque nada haya cambiado, me sienta mejor... Puede que luego, al llegar a mi habitación después del paseo, me concentre y rinda mejor... Para eso realmente he salido, para airear mi cabeza y sentirme mejor. Ligeramente más tranquilo. Y quizás lo he conseguido. Regreso a casa con esa idea, la de encontrarme mejor y más tranquilo, y eso ya es bastante, aunque no lo haya conseguido la sola idea de sentirme mejor y más tranquilo ya es bastante, suficiente para seguir estudiando... 

Me espera una larga jornada de estudio, pienso al llegar, pero me encuentro mejor, el paseo por la orilla del río me ha sentado indudablemente bien... Conectar, desconectar, todo radica en eso... Aunque no es fácil lograrlo, tampoco... Nada, bien pensado, es fácil... Lo más sencillo se hace complicado y lo más complicado sencillo... 

Pero ahora no debo pensar en eso, tampoco, es hora de centrarme de nuevo en los temas y cualquier otro pensamiento sobra.... Si no logro concentrarme ahora, si no logro parar mi mente y sigo cavilando y desvariando y pensando, tendré que salir de nuevo a pasear por la orilla del río y perderé definitivamente el rumbo. Cada cosa, pues, a su debido tiempo, con la debida concentración y a su debido tiempo... Es hora, por tanto, de centrarme en los temas, ahora sí, no antes, durante el paseo, pero sí ahora, no pensar en nada más que en la oposición y en los temas... 

Me queda por delante una larga jornada de estudio, los exámenes ya están ahí, tengo que sacar la plaza, la necesito, me tengo que concentrar... 


Vicente Muñoz Álvarez, de El merodeador (Baile del sol, 2007).

Ilustraciones por Toño Benavides.

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