martes, 2 de enero de 2024

SALONES RECREATIVOS (Rituales de iniciación)



Salones recreativos en el León de finales de los años 70, con sus mesas ajadas de billar y de ping pong y sus futbolines y máquinas primitivas de pinball, salones recreativos en los que me crié, con sus jefes (siempre de mala hostia y una riñonera de cuero llena de monedas en la cintura), sus matones y gorrones y pardillos y buscavidas, sus pequeños ambigús y lolitas y tribus y pandillas... El México, en una bocacalle de Ordoño II (Territorio visón), el Parque, en Bernardo del Carpio, el Charly, en Julio del Campo, el Picos (luego Tijuana), en Villa Benavente, y otros muchos cuyo nombre ya no recuerdo en cada barrio, en Pinilla, en el Crucero, en Las Ventas (Territorio comanche), en San Claudio y en San Mamés... Salones recreativos de la era predigital, adictivos y peligrosos, aquellas interminables partidas en viejas mesas de billar con los tapetes zurcidos y descoloridos, los palos astillados, las luces macilentas, las máquinas de una y cinco y finalmente (ya en los 80) de veinticinco pesetas, las veces que te tragaban la moneda, el jefe renegando abriéndolas y arreglándolas y dándote cambio, los mirones apostados a los lados comentando las jugadas, los manguis tramando siempre algún palo, las jukebox con los éxitos de la temporada (Los Chunguitos, Las Grecas, Georgie Dann, Los Brincos, Los Bravos, Daniel Magaz, Tequila, Fórmula Quinta, etc), el olor a ambientador barato, los perritos acartonados y las hamburguesas, las hostias (como panes) entre pandillas, las carteras y carpetas con los ídolos de turno, las colillas y cáscaras de pipas tapizando el suelo, los cigarrillos sueltos, el humo asfixiante, los camellos y yonquis y trapicheros... Salones recreativos de mi adolescencia, mundos paralelos con códigos y leyes propias, cuántas horas en sus máquinas intentado dominar sus técnicas, luchando por conseguir una partida gratis o una bola extra, cuántas monedas e ilusiones perdidas, atardeceres opresivos de la dictadura y festivos de la Transición, besos robados, cigarros compartidos, conjuras y venganzas y confidencias y luchas de tribus y clases... Vaya graduación...

Vicente Muñoz Álvarez,
de Regresiones

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