Tras un verano como este, ardiente y abrasador como nunca antes se ha visto, en un planeta que se derrite y devora, como Uróboros, a sí mismo, y harto ya de tantas servidumbres y tejemanejes, sin duda lo afirmo: ese silencio y esos glaciares, ese estar fuera del mundo, sin dormir pero soñando, esa soledad y ese aislamiento, ese naufragio y esa deriva, esa pasión y camaradería, ese estoicismo y anarquismo, ese desafío y esa evasión, y el sentirse libre y soberano entre el hielo, lejos de los mandamases del reino, los perros aullando a la luna y las montañas de la locura: Shackleton tenía razón...
Vicente Muñoz Álvarez
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