La semilla del diablo (Rosemary's Baby, 1968) es otra de esas películas imprescindibles en la videoteca de cualquier hijo de Satanás: oscura, ominosa, mórbida y asfixiante, mantiene intacta, pese al paso del tiempo, su envolvente aura de pesadilla y su malsano poder de seducción.
Roman Polanski dio como nunca en el clavo con la adaptación de esta novela de Ira Levin a la pantalla grande, creando una atmósfera inquietante difícilmente igualable y unos personajes y estereotipos inolvidables.
Mia Farrow y el genial John Cassavetes (también director de culto) como actores principales, y Ruth Gordon y Sidney Blackmer como secundarios, tejen una trama de tensión psicológica que va in crescendo y que aún hoy pone los pelos de punta.
El tristemente célebre edificio Dakota de Nueva York (donde vivió Aleister Crowley y asesinaron a John Lenon) es el escenario donde se desarrolla este estupendo film de satanismo y horror, todo un clásico en su género, que volvió a poner de manifiesto la habilidad de Polanski para recrear atmósferas claustrofóbicas y opresivas.
Vicente Muñoz Álvarez, de Cult Movies: Películas para llevarse al infierno (Eutelequia, 2011. LCLlibros.com, 2013).
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