miércoles, 25 de noviembre de 2015

DEL NIDO


a medida que pasan los años más lo valoro, la importancia del hogar y del nido, cada vez con más conciencia e intensidad... pase lo que pase, estés con quien estés, solo o acompañado, mejor o peor, con o sin problemas, con más o menos suerte o fortuna, tu casa, tu refugio y tu lugar en el mundo, un sitio donde respirar... pero es sobre todo ahora, al ir terminando la ruta, después de semanas de hoteles y carretera, cuando en verdad más lo valoro, el hogar, las mañanas tranquilas de escritura y lectura, las tardes videando películas, el humo de mi cocina, mi biblioteca y libros a mano, las sábanas de mi propia cama, mi ordenador y cuarto de baño y estas cuatro paredes entre las que me cobijo... voy dándole cada vez más importancia a medida que pasan los años a eso, da igual dónde, cómo y con quien esté, y otorgándole su verdadero valor y sentido, porque me guste o no me voy haciendo mayor y tener un sitio donde refugiarme del mundo (y del incesante diluvio de la tontería humana, que diría el Des Esseintes de Huysmas) y entregarme a mis propias ensoñaciones y fantasías se ha convertido, en realidad, en lo básico y esencial y más importante en mi vida... lo pienso muchas veces mientras estoy trabajando fuera, en los días de ruta, en las horas vacías de furgoneta, en los restaurantes de carretera y en las noches tediosas de hotel, pero sobre todo lo pienso al ver casi a diario, cuando regreso a mi casa, una mísera y estremecedora chabola al lado de la autovía, en un bosque junto al río, cuatro chapas de latón mal engarzadas, un tendal improvisado con ropa húmeda al lado, un perro famélico en la puerta ladrando y un vagabundo melancólico observando los coches pasar... sobre todo ahora, cuando se acerca el invierno, cuando se acortan los días y llegan los meses de helada, se me congela la sangre en las venas al contemplar esa imagen de mis pesadillas, esa chabola y esa intemperie, ese hombre a la deriva, esa forma de vida y esa posibilidad, y agradezco más que nunca, sí, más que nunca, el calor del hogar...


Vicente Muñoz Álvarez

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