viernes, 10 de abril de 2015

REGRESIONES: MERRY PRANKSTERS (10): Eloísa Otero.


ELOÍSA OTERO


Cada cual tiene su historia y Vicente, en este libro, desnuda su corazón y dibuja con sus “regresiones” un espejo en el que apenas cuesta reconocerse. Su objetivo es recuperar el pasado (el suyo, el nuestro) en un territorio (León, capital del invierno) y un tiempo común. Pero si hay algo con lo que me identifico, por encima de todo, es con la nostalgia de aquella entrañable buhardilla del CCAN convertida en casa-refugio de una extraña y gran familia de gentes de todos los pelajes. Allí sí que daba gusto regresar en aquellos años ochenta que, a mí personalmente, no me gusta nada recordar.

La sociedad española se despertaba de una dictadura y yo no me enteraba de nada. Sostiene Zapi que, ya entonces, yo era una intelectuala de pacotilla que se relacionaba con chicos de gabardina adictos a la poesía y a las conversaciones aburridas. La verdad es que nunca me gustaron los conciertos multitudinarios, ni los pubs, las discotecas o los tugurios de moda de las distintas tribus. Para mí la movida fue un holograma, ante todo mucha calma. Las chicas eran guerreras (los chicos no). Y sospechaba que el mundo podía ser mucho más justo pero sobre todo más divertido, a pesar del “no futuro”.

¿Cómo resumir aquellos años? La pérdida de la vergüenza, la posibilidad de mezclarlo todo, o casi todo: el descubrimiento del sexo, la curiosidad, las sustancias ilegales, las lecturas, el cine, las letras de canciones ñoñas, la búsqueda de las palabras capaces de definir un tiempo… Había ganas de aventuras, de libertad, de libertades, aunque fuesen estúpidas y apelasen a lo gazmoño. Había ganas de hacer cosas, de atreverse a lo que fuera. Nuestros cuerpos eran volcanes en erupción y algo nos empujaba a soñar, a hacer la maleta y volar. El rumbo era lo de menos entonces.


Eloísa Otero, en Regresiones (Ed. Lupercalia, 2015).


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